El diccionario de la R.A.E. define genéricamente la sátira como un «discurso o dicho agudo, picante y mordaz, dirigido a censurar o ridiculizar». Algo que debe ser tan antiguo como el habla misma y, por tanto, sin inventor asignado. Ahora bien, cuando se lleva a la literatura adopta una forma propia, una composición en verso o prosa que, en este caso sí tiene a alguien a quien llamar padre: el escritor romano Lucilio.

No es para menos, ya que este autor llegó a publicar hasta una treintena de volúmenes a los que dio el título común de Satirae (Sátiras). Buena parte de ellos se han perdido y apenas se conservan unos mil trescientos fragmentos de extensión variada, pero son suficientes para saber que se centraban en tres temas principales. Uno es la condición humana; otro, por supuesto, la política; y el tercero, él mismo. Su gran mérito fue atreverse a dedicar su vida a escribir, teniendo en cuenta que era noble; de hecho, sería el primer romano acomodado en hacerlo como oficio.

Y es que Cayo Lucilio nació en el seno de una familia del ordo equester, es decir, el orden ecuestre, una clase social intermedia entre la superior de los patricios y la inferior de los plebeyos, cuyo nombre se remontaba a los tiempos de la monarquía y aludía a la capacidad económica de algunos ciudadanos para servir en el ejército aportando dos caballos. Lucilio nació mucho después, en el siglo II a.C., cuando los équites se habían enriquecido al dedicarse a los negocios y adquirieron el derecho a asumir algunas magistraturas.

Los últimos momentos de Numancia (Alejo Vera Estaca)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El personaje en cuestión nació en Suessa Aurunca, Caserta (región italiana de Campania), en un año incierto situado entre el 180 a.C. y el 147 a.C. Las dudas para tanta diferencia vienen de que algunos hechos que registra en sus obras fueron anteriores a esa segunda fecha, lo que significaría que vivió bastante antes. Los datos biográficos vuelven la cosa más confusa, ya que, según el historiador romano Velio Patérculo, fue amigo de Escipión Emiliano, al que conoció en Hispania en el 133 a.C. mientras servía a sus órdenes durante el asedio de Numancia. Dicha amistad está corroborada por Horacio, autor con quien también tuvo trato y que, igualmente, escribió un libro de sátiras.

Eso implica que, de haber nacido en el 147 o 148 a.C., Lucilio habría estado en el ejército con catorce o quince años, algo tan improbable como que los Escipiones le hubieran recibido en su familia, pues debió ser ya en su madurez. La discordancia de fechas aumenta cuando se dice que empezó a escribir su obra en el citado 133 a.C. y la terminó en el 129, año de la muerte del famoso general, lo que supondría que tenía diecinueve años; se trataría de un caso insólito de precoz genialidad literaria y no resulta muy creíble, máxime teniendo en cuenta que se trataba de un género nuevo.

No obstante, los expertos sí creen posible que Lucilio empezara la redacción de sus versos en vida de Escipión, dado que algunos fragmentos están planteados como una conversación entre ambos y hacen referencia a acontecimientos relativamente recientes. Un ejemplo podría ser la guerra numantina, a la que se refiere como terminada poco antes, o la derrota en el 138 a.C. de Marco Popilio Laena (no confundir con su antepasado, que vivió en el siglo IV a.C., fue cuatro veces cónsul y venció a los galos), que el poeta contrapone al triunfo hispano de Escipión.

Cornelia rechaza la oferta de matrimonio de Ptolomeo VIII (Laurent de la Hyre)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

También es interesante saber que su hermana Lucilia se casó con Sexto Pompeyo y tendría con él un hijo llamado Sexto Pompeyo Virdoctus, famoso por dedicarse a la política y por ser tío de Cneo Pompeyo, el ilustre Pompeyo el Grande, el triunviro que se enfrentó a Julio César en una guerra civil por el control de Roma. Por tanto, ella fue la abuela paterna de ese célebre personaje y su hermano, el tío abuelo.

Al margen de esa dudosa estancia en Hispania -al menos en esas condiciones-, Lucilio pasó la mayor parte de su vida en Roma. Sin embargo, parece ser que de joven hizo un viaje a Grecia con el objetivo de ampliar su cultura filosófica. De hecho, en sus Sátiras demuestra un amplio conocimiento de las costumbres griegas, a las que, por cierto, no deja en buen lugar: en sus versos destila críticas hacia una moral relajada que habría contagiado a la aristocracia romana en detrimento de la virtus tradicional, heredera del estocismo, que representaba el Círculo Escipiónico.

busto de Cicerón (Bertel Thorvaldssen)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Ése era el nombre de un grupo de políticos, filósofos y poetas romanos que amadrinaba Cornelia, la suegra de Escipión Emiliano y madre de los famosos Gracos, a los que, por cierto, Lucilio se opuso (Cayo y Tiberio, los dos tribunos de la plebe que intentaron llevar a cabo una revolucionaria reforma social y agraria, fracasando en el empeño). Los miembros de aquel círculo eran impulsores de la cultura y las artes, defendiendo los valores estoicos del helenismo frente al rancio conservadurismo de la clase senatorial, las mores maiorum (las costumbres de nuestros ancestros) que encarnaba Catón el Viejo.

Entre los escipiónicos más conocidos figuraban, aparte de los citados, Terencio, Polibio, Lelio, Manio Manilio, Publio Rutilio Rufo y Quinto Mucio Scévola. La importancia del grupo -y la de Lucilio en particular- queda patente en las obras De amicitia y De republica, de Cicerón, que son las fuentes más importantes para saber de ese movimiento. A Lucilio lo elogiaron Persio, Quintiliano y Juvenal (otro que también escribió una obra titulada Sátiras). No es de extrañar, pues fue el creador de un género nuevo al dar forma literaria a una tradición, la de la sátira, que hasta entonces era meramente oral, popular y procaz. Curiosamente, no adoptó nada de Grecia, estilísticamente hablando (las sátiras griegas se basaban en el modelo menipeo, de Menipo de Gádara, que mezclaban prosa y verso), e incluso empezó escribiendo burlas de las tragedias y los poemas épicos helenos.

Sí veía con simpatía la nueva ola de comedias y además solía introducir citas griegas, debido a que recurrió a un formato epistolar que lo favorecía y le permitía desarrollar un estilo muy personal con el que podía acercarse a los temas más variados. Pese a su posición, Lucilio no participó en la vida pública de Roma; pero ello tampoco le impidió posicionarse en algunos casos, como cuando dedicó sátiras a la corrupción que encarnaba el senador Lupo o a la obsesión helenizante del epicúreo Tito Albucio (del que Cicerón dijo que prácticamente era griego). También hizo invectivas contra colegas como Ennio o Nevio, por escribir piezas alejadas de la realidad.

La bahía de Nápoles representada en la Tabula Peutingeriana (siglos I-IV d.C)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Su pluma no tenía tapujos, de ahí que tampoco dudara en reírse de sí mismo, como cuando cuenta los muchos percances sufridos en un viaje que hizo a Sicilia, las peripecias de sus amoríos con una dama llamada Colira o un banquete al que asistió en casa de un bandido llamado Granio. Las experiencias personales formaban parte de su repertorio y él mismo aparece a menudo como personaje. Quizá en ello estaba parte de su éxito, junto con el hecho de dirigirse a un lector medio, no demasiado cultivado pero tampoco elemental.

En cuanto a los versos, la mayoría son hexámetros (o sea, de seis pies), los clásicos de la poesía griega y latina, aunque no faltaron casos en que recurrió a tetrámetros trocaicos, septenarios trocaicos, senarios yámbicos y hexámetros dactílicos. La métrica tiene una importancia especial en este autor porque una característica típica de sus treinta libros es que están ordenados por ese criterio, de manera que, por ejemplo, escribió los veintiún primeros libros en los citados hexámetros mientras que los cuatro siguientes cambian a versos elegíacos y los restantes -probablemente los primeros que hizo- se hicieron en las otras medidas reseñadas.

La fecha de la muerte de Lucilio es tan confusa como la del nacimiento. Se sabe que ocurrió en Neapolis (actual Nápoles), que precisamente era una ciudad muy admirada por los romanos debido a su pasado como colonia griega, cuya cultura conservaba en lengua y costumbres a la par que se romanizaba. El óbito debió llegarr entre el 103 y el 101 a.C. y, a pesar de no haber ocupado nunca un cargo público, se le dedicó un funeral casi de estado; tal era su popularidad.


Fuentes

La sátira latina (José Guillén Cabañero, ed)/Studiosa Roma (Joan Gómez Pallarés)/Sobre la amistad (Cicerón)/La república y las leyes (Cicerón)/Roman poets of the Augustan Age. Horace and the elegiac poets ( W. Y. Sellar)/Culture and national identity in Republican Rome (Erich S. Gruen)/Encyclopaedia Britannica/Wikipedia


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