La excavación arqueológica en la necrópolis de La Robine, cerca de la antigua ciudad de Narbo Martius (actual Narbona, en Francia), ha arrojado luz sobre las prácticas funerarias y rituales del Alto Imperio Romano.
La necrópolis, ubicada a unos 700 metros al este de la ciudad antigua, fue descubierta en un notable estado de conservación, oculta bajo casi tres metros de limo del desbordamiento del río Aude. Con 1880 estructuras, incluyendo 1430 tumbas, este espacio funerario data principalmente desde finales del siglo I a.C. hasta principios del siglo III d.C.
La diversidad de las estructuras indica una gran variedad de prácticas funerarias, con la cremación como método predominante y la inhumación como una alternativa menos costosa.
Uno de los aspectos más interesantes del descubrimiento es la presencia de estructuras conocidas como triclinium (en plural triclinia). Estos son bancos de mampostería donde las familias podían reunirse para celebrar banquetes y comidas ceremoniales con el difunto. Estos triclinia eran utilizados durante las festividades funerarias, como las Parentalia y Feralia, que se celebraban en Roma y otras partes del Imperio Romano.
Los triclinia permitían a las familias honrar a sus difuntos con comidas compartidas y rituales. Restos alimenticios carbonizados, como dátiles, higos, cereales y panes, hallados en las piras funerarias, sugieren que estas comidas simbólicas formaban parte integral de las ceremonias.
En algunos casos, las familias incluso realizaban sacrificios en honor a los dioses Manes, responsables de cuidar de las almas de los fallecidos.
Los arqueólogos también descubrieron conductos para realizar libaciones, que permitían a las familias introducir ofrendas líquidas directamente en las tumbas. Estos conductos, a menudo hechos de fragmentos de ánforas, fueron encontrados en la mitad de las tumbas con piras y en un cuarto de los depósitos secundarios.
La práctica de las libaciones era común en la antigua Roma, y su presencia en La Robine indica la importancia de mantener la memoria de los difuntos y rendirles homenaje a través de estas ofrendas.
Las tumbas también contenían objetos como vasijas para bebidas, balsamarios y lámparas, muchos de ellos deliberadamente rotos o invertidos. Estos artefactos sugieren la continuidad de los rituales funerarios durante el período en que la necrópolis estuvo en uso.
A finales del siglo I, el aumento en el número de sepulturas requirió la expansión de la necrópolis, y se crearon nuevos recintos de mampostería en varios lugares.
Estos recintos, cerrados por altos muros, a menudo estaban decorados con placas funerarias de mármol con epitafios, que se han encontrado a menudo reutilizados en otras construcciones y que proporcionan información valiosa sobre la población de la necrópolis, mayoritariamente compuesta por libertos de origen italiano que representaban a la plebe que impulsaba la economía de la ciudad.
Con la entrega de las colecciones al museo Narbo Via en curso, se espera que los futuros proyectos, como la exposición programada para 2026, continúen arrojando luz sobre esta fascinante parte de la historia antigua.
Fuentes
Institut national de recherches archéologiques préventives (INRAP)
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