El uso del fuego controlado para mejorar la productividad se usa de hace al menos 11.000 años, mucho antes de lo que se pensaba hasta ahora. Así lo demuestra un reciente estudio liderado por la Universitat de Barcelona y en el que ha participado personal investigador del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES-CERCA).

Los resultados, publicados en la revista Catena, indican que las comunidades de cazadores-recolectores del periodo Mesolítico ya provocaban incendios controlados para gestionar el entorno vegetal. Abrir claros en el bosque mediante el fuego permitía favorecer el crecimiento de hierba y vegetación atractiva para los animales que cazaban.

Hasta el momento, se creía que la modificación del paisaje a gran escala por el ser humano no había empezado hasta la llegada de la agricultura en el Neolítico, hace unos 9.000 años. Tampoco se pensaba que el uso regular de incendios controlados se hubiera extendido hasta la Edad de Hierro, hace unos 3.000 años.

El nuevo estudio se ha centrado en analizar registros ambientales de hace 11.000 años procedentes de la Laguna de Villena (Alicante). Mediante análisis geoquímicos y de los carbones en los sedimentos, junto con el estudio del polen, los investigadores han podido determinar que en esa época los incendios fueron frecuentes en la zona.

Además, al cruzar esta información con los datos arqueológicos disponibles, han concluido que la mayoría de esos fuegos no coincidieron con periodos de sequía, sino con momentos de máxima actividad humana. Es decir, fueron provocados intencionadamente por las comunidades de cazadores-recolectores que habitaban la región.

Hace 11.000 años, en pleno periodo Holoceno, el clima de la zona era templado y húmedo, lo que favoreció la expansión de robledales y encinares. Esto a su vez propició el asentamiento humano alrededor de la laguna, rica en recursos para la subsistencia. En este contexto es cuando se empiezan a transformar los bosques mediante fuegos controlados para gestionar mejor el territorio.

Según explica el investigador del IPHES Jordi Revelles, este trabajo muestra que, a pesar de la extendida idea de que los cazadores-recolectores tenían un impacto limitado en el paisaje, en realidad desempeñaron un papel activo modificándolo con fuego desde fechas muy tempranas.

La combinación de estos incendios provocados y un posterior cambio climático hacia condiciones más áridas rompió el equilibrio ecosistémico en la zona. Los bosques de roble y encina nunca se recuperaron, imponiéndose en su lugar las formaciones de pino mejor adaptadas a la aridez.

A partir del Neolítico, la menor disponibilidad de combustible resultado de la aridez y la actividad agropecuaria se tradujo en incendios de menor intensidad. Una de las conclusiones del estudio es que prácticas tradicionales como la ganadería, la agricultura o la tala controlada de árboles ayudan a evitar la proliferación descontrolada del bosque y, con ello, mitigar la severidad de los incendios forestales.


Fuentes

IPHES – Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social | Sánchez-García, C., Revelles, J., Burjachs, F., Euba, I., Expósito, I., Ibáñez, J., Schulte, L., Fernández-López de Pablo, J. (2024). What burned the forest? Wildfires, climate change and human activity in the Mesolithic-Neolithic transition in SE Iberian Peninsula. Catena, 234. doi.org/10.1016/j.catena.2023.107542


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