Una de las principales consecuencias de la Guerra Lelantina, que enfrentó por primera vez entre los años 710 y 650 a.C. a dos bandos de ciudades-estado griegas, fue la destrucción de Lefkandi.
Era la ciudad más próspera de la zona, pero tuvo la mala suerte de encontrarse situada en la desembocadura del río Lelas que daba acceso a la fértil llanura Lelantina, precisamente el territorio en disputa entre las ciudades de Calcis y Eretria.
Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo desde 1964 han sacado a la luz numerosos restos de la antigua ciudad, incluyendo tres grandes necrópolis, con cerámica que data del periodo micénico tardío, lo que indica que el lugar ya estaba habitado en la Edad del Bronce.
Los hallazgos causaron sensación porque pusieron de manifiesto que Lefkandi había sido un asentamiento micénico, pero que tras la destrucción de todas las demás ciudades micénicas hacia el 1200 a.C., Lefkandi no solo siguió existiendo, sino que experimento un gran auge llegando a convertirse a finales del siglo XI en la ciudad más rica de Grecia junto con Atenas durante los dos siglos siguientes.
Sin embargo, se desconoce qué nombre tenía la ciudad. Lefkandi es el nombre del moderno pueblo situado en la costa, y la colina sobre la que se asentaba la antigua ciudad se denomina hoy Xeropolis. Algunos investigadores creen que puede tratarse de la Argoura mencionada por Demóstenes, pero en cualquier caso el consenso la considera la ciudad madre de Eretria.
El hallazgo más importante y significativo de los arqueólogos en el yacimiento se realizó en 1980. Se trata de los restos de un edificio de unos 45 por 10 metros y muros de ladrillo sobre una base de piedra, que se conservan hasta 1,5 metros de altura, y que los arqueólogos dataron a finales del siglo X a.C. (entre 1000 y 950 a.C.), a mediados de la Edad Oscura de Grecia.
Una hilera de agujeros en el centro debieron contener los postes que servían de soporte al tejado, y estaba rodeado exteriormente por un pórtico de troncos de madera, recordando mucho a las primeras formas de los templos griegos.
En su interior, justo en el centro de la construcción, había una gran crátera colocada sobre una tumba de 2,5 metros de profundidad dividida en dos compartimentos. El compartimento norte contenía los restos de cuatro caballos. En el sur los arqueólogos encontraron el esqueleto de una mujer junto a un ánfora chipriota de bronce que contenía las cenizas de un hombre envueltas en un paño.
Junto a ellos, un rico ajuar compuesto por una espada y un pequeño cuchillo con mango de marfil, ambos de hierro, un anillo de electro, dos espirales de pelo de oro, un medallón de oro con patrones de círculos y estrellas granulados, dos discos de pecho de oro con patrones de espiral, un pectoral de media luna, y varias agujas de ropa de bronce y hierro. Muchos de estos objetos procedían de Egipto y otros lugares de Oriente Próximo.
La ausencia de rastros de haber estado habitada indica que la construcción era una tumba, creada para enterrar a esas dos personas. En algún momento tras el enterramiento, el edificio fue derribado y rellenado para formar un túmulo. La similitud con los heroa descritos por Homero llevó a considerarlo un heroon, es decir, un santuario erigido sobre una tumba donde se conmemora a un héroe.
¿Y quién podría haber sido enterrado allí, con tesoros dignos de un héroe homérico? Según algunos investigadores, como Peter Blome, el entierro de este príncipe de Lefkandi guarda muchas similitudes con el rito funerario más detalladamente descrito en el libro 23 de la Ilíada, el entierro de Patroclo.
En primer lugar, el príncipe de Lefkandi también fue cremado en una pira funeraria, ya que los agujeros para postes encontrados contenían restos de madera carbonizada, igual que lo fueron Patroclo y Héctor.
Además, Homero cuenta que, entre las muchas ofrendas que Aquiles deposita en la pira de su amigo fallecido se encuentran cuatro fuertes caballos de cuello robusto (Ilíada, 23.171), curiosamente el mismo número que en Lefkandi, aunque aquí no fueron incinerados sino enterrados en un compartimento adyacente a la tumba principal.
Según Peter Blome, las doce jóvenes víctimas troyanas que Aquiles mata en un arrebato de rabia (Ilíada. 23.175) no se esperarían en un funeral homérico real, pero es importante plantear la pregunta de cómo debemos imaginar el estatus y la muerte de la mujer enterrada al lado del príncipe.
Incluso con los restos del príncipe de Lefkandi se siguió un procedimiento similar al descrito en la poesía homérica: fueron colocados en un paño valioso, que luego se introdujo en una urna colocada en un pozo excavado en el suelo, igual que los troyanos hicieron con los restos de Héctor (Ilíada, 24.797).
Y característico del rito funerario homérico es también la creación de un túmulo erigido sobre una base de piedra para marcar la memoria del fallecido. En Lefkandi se hizo algo diferente, pero no completamente distinto.
En resumen, según Blome, aquí se realiza un esfuerzo que casi iguala la descripción épica del funeral de Patroclo, y todos los elementos arqueológicos comprobables de los enterramientos de príncipes se combinan para formar un modelo que, hasta donde podemos ver ahora, sería impensable sin conocimiento de las fuentes épicas.
En otros lugares como Salamina o Atenas se han encontrado enterramientos de este tipo, pero todos ellos datados después del 750 a.C., posiblemente influenciados por la épica homérica a la que querían imitar.
Pero el encontrado en Lefkandi es unos 200 años anterior a Homero, lo que lleva a Blome a preguntarse si no serían precisamente ritos funerarios como el de Lefkandi los que inspiraron la poesía épica posterior. En ese sentido, es muy posible que en Lefkandi estemos contemplando realmente el funeral de Patroclo, aunque no sepamos su nombre.
Fuentes
Peter Blome, Lefkandi und Homer. Würzburger Jahrbücher für die Altertumswissenschaft, doi.org/10.11588/wja.1984.0.27000 | Carla Antonaccio, Lefkandi & Homer | Lefkandi Excavations | Lefkandi Archaeological Site (Greek Ministry of Culture) | Wikipedia
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