No está claro el momento exacto en que los primeros homínidos empezaron a usar el fuego de forma controlada. Los paleoantropólogos calculan que sería hace aproximadamente un millón de años, aunque en realidad carecen de evidencias explícitas sobre ello para fechas tan tempranas. Por eso resulta interesante el trabajo que acaba de presentar un equipo de la Universidad de Utah.

Su tesis, completamente novedosa, apunta a un nuevo espectro cronológico que retrotrae el uso humano del fuego un par de millones de años más atrás, cuando el clima era más seco y las plantas leñosas fueron cediendo sitio a los pastos, de manera que aumentaría la frecuencia de incendios naturales. Siguiendo esa línea, las llamas quemarían a menudo semillas y tubérculos, facilitando su masticación y posterior digestión, lo que proporcionaría más energía a sus consumidores. Además, obligarían a salir de sus madrigueras subterráneas a muchos animales, ampliando las posibilidades de caza y, por tanto, de aporte proteínico, fundamental para el desarrollo cerebral.

«Las evidencias muestran que otros animales aprovechan el fuego para alimentarse, por lo que parece muy probable que nuestros antepasados también lo hicieran así» explica Kristen Hawkes, una de las investigadoras. A ello se suma la fertilización de la tierra que produce su quema y la incitación a trasladarse para ponerse a salvo o seguir a las manadas que huyen, lo que lleva a la expansión por nuevos territorios.

El caso es que últimamente parece que ese tema de los incendios atrae especialmente la atención de paleonatropólogos y prehistoriadores. Hace ahora un año hubo otro trabajo similar, en este caso realizado conjuntamente por las universidades de Arizona y Haifa, sólo que sus soluciones eran más bien inversas: aún admitiendo el millón de años para los inicios, calculaban fechas mucho más recientes en el control del fuego de forma habitual, en torno a 350.000 años atrás.

Para ello se basaron en el análisis de restos de hogares en once sitios del Paleolítico levantino. Según Steven Kuhn, de la Universidad de Arizona, «hay todo tipo de desarrollos evolutivos interesantes inherentes a cómo el fuego se incorpora como elemento de la tecnología e incluso de la vida social, que en realidad no hemos contemplado porque nos centramos sobre todo en un uso primario».

Pero más allá de proporcionar calor y mantener alejados a los depredadores, el fuego condujo a la cocina de los alientos, lo que se tradujo en una mejora nutricional y, por ello, punto de partida para las relaciones sociales. Para Kuhn hay evidencias de que la adopción del fuego supuso un cambio en los espacios comunes donde se habitaba, provocando su reorganización.


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