Probablemente alguno de los lectores más viajeros haya estado en Kirguistán, una república de Asia Central encajada entre China, Kazajistán, Tayikistán y Uzbequistán. Si es así, quizá hasta visitase el lago Issyk-Kul, en cuya parte meridional se ubica el pueblo de Tamga, lugar que tiene cierto renombre por ofrecer a los turistas el descubrir los alrededores en expediciones a caballo. La conjunción de esa experiencia hípica con el nombre de la localidad revela la clave del tema que vamos a tratar hoy: el concepto de tamga como símbolo de los pueblos nómadas eurasiáticos.

El uso de logotipos no es algo actual sino que se remonta seguramente a la invención misma del alfabeto. Así lo atestiguan los sellos cilíndricos mesopotámicos y, posteriormente, otros emblemas diversos, desde las monedas a los escudos heráldicos, pasando por las marcas de agua, etc.

Quizá el ejemplo más oportuno que podemos poner aquí sea el de la identificación del ganado, que hoy en día reviste diversas modalidades (tatuajes, cortes en las orejas, aretes, microchips…), pero que antaño y hasta hace muy poco se realizaba exclusivamente marcando las reses a fuego.

Herraje de un ternero en EEUU hacia 1900/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Ese proceso, que en español se denomina herraje, en alusión al hierro candente empleado, también es muy antiguo y sabemos que lo empleaban egipcios y romanos, por ejemplo. Con más razón, pues, lo utilizaron aquellas culturas que tenían en la ganadería el centro de su economía, algo que era común en las estepas eurasiáticas, donde primaba el nomadismo sobre el sedentarismo debido a que la dureza del clima y las condiciones del terreno limitaban bastante las posibilidades agrícolas.

Hablamos de mongoles, escitas, sármatas, alanos y los pueblos túrquicos, que abarcaban a hunos, turcos, tártaros, kazajos, uigures, uzbekos, cumanos, ávaros, jázaros y muchos más; algunos incluso sedentarios, establecidos en la zona póntico-caspia y Europa oriental. En suma buena parte de las civilizaciones que se sucedían en las estepas del Turquestán, esa vasta extensión que hay entre el desierto de Gobi y el mar Caspio, extendiéndose al territorio que ocuparía el Imperio Otomano y regiones de los Balcanes, el mar Negro y el Adriático.

Los pueblos túrquicos/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Tantos grupos y subgrupos había que, aunque compartían algunas características comunes (la rama de sus respectivas lenguas, rasgos culturales, historia), también presentaban inevitables diferencias y, como pasa a menudo, trataban de acentuar éstas por razones sociales y políticas.

Para ello, desarrollaron la tradición de identificarse tras un logo o sello propio de cada tribu, clan o incluso familia: el citado tamga.

No deja de resultar curioso, puesto que con las exigentes condiciones climáticas unas familias necesitaban de otras para sobrevivir, de ahi que la terminología para referirse a las relaciones sociales fuese variada y se establecieran complejos sistemas de alianzas que no pocas veces desembocaban en confederaciones, bautizadas en función del grupo étnico predominante o del interés político. Todo ello llevó al desarrollo de una serie de signos de reconocimiento orales y visuales.

Tamgas de los tártaros de Crimea (dominio público en Wikimedia Commons) y del clan búlgaro Dulo (Mpb eu en Wikimedia Commons)

Entre los primeros estaba el uran o grito de guerra que permitía localizar a un compañero en el fragor del combate sin perder de vista al enemigo de enfrente; se trataba, más bien, de una contraseña, especialmente útil en una época en la que no había uniformes y un sitio donde los rasgos podían ser parecidos entre todos los contendientes. El uran formaba una tríada junto con el dastan (la historia del grupo -orígenes, guerras, costumbres…- que se transmitía de generación en generación por vía oral) y el tamga, que sería el identificador visual; unidos los tres, daban entidad grupal o incluso estatal.

Era un papel análogo al que ejercía el tótem en otros ámbitos geográficos, fundamentalmente de América y Oceanía (la palabra es de etimología ojibwa, un pueblo indigena norteamericano), si bien en este caso el concepto resultaba más amplio porque no era meramente representativo sino que tenía un simbolismo psico-religioso y antropológico, y estaba más estrechamente relacionado con el sentir de la población bajo su protección.

El tamga servía, básicamente, para distinguir los diferentes grupos en una sociedad basada en los vínculos de sangre y linajes. Resulta especialmente obvio en el mundo mongol -al fin y al cabo es una palabra de su idioma y significa sello o estampa-, donde cada clan contaba con el suyo pero, a su vez, surgieron otros como producto de la subdivisión, complicando el abanico gráfico hasta el extremo de llegarse a crear tamgas personales.

Tamgas de Kaidu (Bahatur en Wikimedia Commons), Timur (Gropspont en Wikimedia Commons) y Tamerlán (Chvlad74 en Wikimedia Commons)

Se cree que su inicio hay que buscarlo en el herraje de los caballos -o el ganado, por extensión-, para distinguir cuáles pertenecían a cada familia, ya que lo normal era que estuvieran sueltos cuando no se usaban, de ahí que se tratase de símbolos sencillos y fáciles de reproducir en la herramienta. Los tamgas terminaron así asociándose a los propietarios y hoy en día, en que la ganadería sigue siendo un sector importante, hasta la presidencia de Mongolia tiene su propio tamga -más ornamentado, eso sí- que va pasando ceremonialmente de un titular a otro.

De hecho, muchos tamgas son conocidos por representar dinastías reales y, consecuentemente, aparecen como motivos en numismática y vexilología. La bandera de los tártaros de Crimea, al igual que las de las confederaciones turcomanas chií (Oveja Negra) y oguz (Oveja Blanca), ostentaban tamgas. Lo mismo cabe decir de la Casa Dulo, clan búlgaro medieval creador de la Primitiva Gran Bulgaria y la posterior Bulgaria del Danubio; o de los mongoles Kaidu (biznieto de Gengis Kan), Timur (nieto de Kublai) y Tamerlán.

A veces incluso los conquistadores de un pueblo adoptaban el tamga de éste. Fue lo que hicieron los selyúcidas turcos tras adueñarse de Anatolia occidental en el siglo XI y fundar el Sultanato de Rûm aceptando como emblema el llamado Sello de Salomón, un águila bicéfala que llevaba atravesado horizontalmente un arco con una flecha. Cuando se desintegró el sultanato doscientos años más tarde, el estado ghazi resultante, germen del Imperio Otomano, conservó ese símbolo; sólo que había experimentado tal estilización que quedó convertido en un cuarto creciente lunar que lo hacía coincidir con la llamada «media luna» islámica.

Bandera del Sultanato de Rûm; el arco evolucionaría hacia la media luna/Imagen: Demircan Yiğit Öney en Wikimedia Commons

Y es que los musulmanes habían heredado y continuado la tradición, puesto que, al fin y al cabo, la propia doctrina religiosa y el Derecho islámico basaba el sistema social en los vínculos de parentesco. En Egipto, la palabra derivó en damgha para designar una póliza aplicable en las gestiones oficiales y un sello de calidad usado en joyería; en otros sitios, como Pakistán, es el nombre de una condecoración. Pero, en general, sigue utilizándose como marca de ganado, sobre todo entre los túrquicos de Asia central. Entre ellos suele incluirse Hungría, por ejemplo, debido a su compleja historia y mezcla étnica, típica de las naciones fronterizas.

En ese mismo sentido húngaro, pasa algo similar con Rusia, en la que el término tamga primero dio origen a una serie de vocablos relacionados con la terminología aduanera. Lejos ya de los tiempos en los que cada representante de la dinastía Ruríkida (fundadora de la Rus de Kiev) adoptaba o heredaba el suyo para sellos y monedas (es decir, no eran familiares sino personales o, en todo caso, de una misma línea de descendencia); a menudo era una letra pi invertida con algún añadido, asemejando un tridente o bidente, y se mantuvieron vigentes hasta mediados del siglo XII-principios del XIII.

Banderas con los tamgas turcomanos de la Oveja Blanca (dominio público en Wikimedia Commons) y la Oveja Negra (Tore Bay Turkman en Wikimedia Commons)

En otros países de la Europa más oriental, caso de Polonia o Lituania, hay una amplia gama de motivos heráldicos que se consideran inspirados en tamgas, sólo que debidamente adaptados a formas reconocibles, en un camino inverso al reseñado antes de la media luna (cruces, herraduras, guadañas, estrellas, flechas…).


Fuentes

Kyrgyzstan: the bradt travel guide (Laurence Mitchell)/The jews of Khazaria (Kevin Alan Brook)/Identity markers: uran, tamga, dastan (H.B. Paksoy)/Wikipedia


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