Un violento incendio, posiblemente relacionado con el ejército cartaginés que cruzaba los Pirineos para luchar contra los romanos, estalló tan rápidamente que la gente no pudo salvar a sus animales ni sus objetos de valor.
Un edificio en ruinas en medio de los Pirineos registra una tragedia para las gentes que lo habitaban: un incendio devastador que calcinó un asentamiento hasta los cimientos, destruyéndolo todo hasta un pendiente de oro escondido.
Ahora, la excavación del Edificio G por los arqueólogos, en el estratégico yacimiento de la Edad de Hierro del Tossal de Baltarga, revela un modo de vida descarrilado por la violencia: potencialmente, un episodio olvidado de la guerra entre Cartago y Roma.
La destrucción se fechó hacia finales del siglo III a.C., momento en que los Pirineos se vieron envueltos en la Segunda Guerra Púnica y el paso de las tropas de Aníbal, explica el Dr. Oriol Olesti Vila, de la Universidad Autónoma de Barcelona, autor principal del artículo en Frontiers in Environmental Archaeology. Es probable que la violenta destrucción del yacimiento estuviera relacionada con esta guerra. El fuego general apunta a una destrucción antrópica, intencionada y muy efectiva – no sólo el Edificio G, sino todos los edificios del yacimiento, fueron destruidos. En el Edificio D encontramos un perro completo, quemado….
Tesoro enterrado
El Tossal de Baltarga era un castro de la comunidad cerretana, que tenía un asentamiento importante en el cercano Castellot de Bolvir. Parece ser que carecía de murallas defensivas, pero gozaba de una excelente vista sobre el río y las principales rutas de comunicación. Su repentina destrucción conservó restos orgánicos, que permitieron a los arqueólogos trazar un detallado retrato de la vida que llevaban sus ocupantes hasta que fue incendiado.
Estos valles eran un territorio importante desde el punto de vista económico y estratégico, explica Olesti Vila. Sabemos que Aníbal pasó los Pirineos luchando contra las tribus locales, probablemente los cerretanos. No se conservan muchos restos arqueológicos de esta expedición. El Tossal de Baltarga es probablemente uno de los mejores ejemplos.
El edificio G tenía dos plantas. El fuego ardió tan ferozmente que el tejado, las vigas de soporte y el piso superior de madera se vinieron abajo, pero algunos de los objetos de valor sobrevivieron a la caída: los arqueólogos encontraron un pico de hierro y el pendiente de oro, ocultos en una pequeña vasija.
Este piso superior parece haber estado dividido en espacios para cocinar y para la producción textil. Se encontraron numerosos husos y pesas de telar, que podrían haberse utilizado para hilar y tejer la lana de las ovejas y cabras que vivían en el piso inferior. Los arqueólogos también hallaron granos comestibles, como avena y cebada, y algunos recipientes de cocina, con residuos que demostraban que los habitantes del Edificio G habían bebido leche y comido guisos de cerdo.
Un recuerdo del conflicto
Aunque no se encontraron restos humanos en el Edificio G, seis animales no escaparon. Las cuatro ovejas, la cabra y el caballo -que podría haber sido montado por los propietarios del Edificio G; era bastante viejo y se encontró un bocado metálico de caballo- estaban encerrados en sus recintos de madera con su pienso. Incluso podrían haber estado atrapados por una puerta cerrada, lo que explicaría la madera quemada encontrada en la entrada.
Este encierro podría haber sido una desviación de las prácticas habituales, causada por el temor a conflictos: el análisis de isótopos indica que algunas ovejas habían pastado anteriormente en pastizales de tierras bajas, posiblemente por acuerdo con otras comunidades.
Estas comunidades de montaña no se encerraban en las tierras altas, sino que estaban conectadas con las zonas vecinas, intercambiando productos y, probablemente, antecedentes culturales, explica Olesti Vila. La compleja economía indica una sociedad de la Edad del Hierro adaptada a su entorno y que aprovechaba sus recursos en las tierras altas. Pero también muestra su contacto con otras comunidades.
Nuestra reconstrucción implica una destrucción repentina, sin tiempo para abrir la puerta del establo y salvar a los animales, añadió Olesti Vila. Podría tratarse simplemente de un incendio local inesperado. Pero la presencia de un pendiente de oro oculto indica la anticipación por parte de la población local de algún tipo de amenaza, probablemente la llegada de un enemigo. Asimismo, el hecho de guardar un número tan elevado de animales en un pequeño establo sugiere la anticipación de un peligro.
Los arqueólogos no saben qué fue de la gente que vivía en el Tossal de Baltarga, pero acabó siendo reocupado y guarnecido por los romanos. Es probable que parte de la comunidad sobreviviera a la conflagración. Tal vez recordando el incendio del Edificio G y sus vecinos, estos últimos ocupantes del Tossal de Baltarga construyeron defensas, incluida una impresionante torre de vigilancia.
Fuentes
Frontiers | Oriol Olesti, Jordi Morera, et al., The exploitation of mountain natural resources during the Iron Age in the Eastern Pyrenees: the case study of production unit G at Tossal de Baltarga (Bellver de Cerdanya, Lleida, Spain). Frontiers in Environmental Archaeology (2024). DOI: 10.3389/fearc.2024.1347394
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