A la muerte de Gengis Kan el 18 de agosto de 1227 su imperio se dividió en cuatro partes, una para cada uno de sus hijos, aunque bajo la autoridad de un único Gran Kan. Esto dio lugar a la aparición de cuatro kanatos: el kanato de Mongolia, el kanato de Chagatai (Asia Central), el kanato de Kipchak (estepas rusas), y el Ilkanato de Persia. Durante unos años la estabilidad se mantuvo, pero todo cambió a partir de 1259, cuando la guerra de sucesión entre Kublai Kan y Ariq Boke terminó por liquidar el imperio. Los cuatro kanatos se convirtieron en reinos independientes, y a menudo guerrearon entre sí .

El Ilkanato de Persia le correspondió a Hulagu Kan, nieto de Gengis Kan y hermano de Kublai, quien se puso al mando en 1255. En aquellos momentos controlaba una amplia parte del antiguo solar persa. Pero una vez independizado se expandió hasta dominar, en su apogeo, un vasto territorio en Oriente Medio: prácticamente toda Persia y sus territorios vecinos hasta buena parte de los actuales Azerbaiyán, Afganistán y Pakistán por el Este, y todo el centro y oriente de Turquía por el Oeste.

En principio el Ilkanato no favorecía ninguna religión, del mismo modo que en el Imperio Mongol habían coexistido el budismo, el cristianismo o el islam con cierta libertad de culto. Los mongoles eran tradicionalmente animistas chamánicos, hasta que la mayoría de los nietos de Gengis Kan se convirtieron al budismo tántrico, lo que la convirtió la religión predominante. Budistas serían también la mayoría de los kanes del Ilkanato, salvo los tres últimos, que decidieron convertirse al Islam para acercarse a los pueblos que gobernaban, en su mayoría musulmanes.

Hulagu Kan con su esposa en un grabado del siglo XIV / foto dominio púbico en Wikimedia Commons

Pero en el momento de la fundación del Ilkanato Hulagu Kan era cristiano. Su madre era cristiana nestoriana, igual que su esposa y su más cercano general y amigo. El propio Hulagu le contaría al historiador armenio Vartar Arewelc’i en 1264 que desde niño había sido cristiano. En 1255 su hermano Möngke, que en aquel momento era Gran Kan de los mongoles, le ordenó destruir todos los estados musulmanes de oriente medio, incluyendo el Califato abasí de Bagdad y el sultanato mameluco de Egipto. Hulagu vio así la oportunidad de extender sus dominios y al mismo tiempo librarse de los molestos musulmanes.

Cinco años antes la séptima cruzada había fracasado intentando recuperar Jerusalén, perdida en 1244, y los caballeros cristianos se habían atrincherado en sus castillos de Siria, en torno a la fortaleza de Acre. En 1250 el último sultán egipcio de la dinastía ayubí (fundada por Saladino) caía asesinado y los mamelucos, que eran mercenarios blancos, turcos y circasianos, establecían un nuevo sultanato, que duraría más de dos siglos.

Máxima extensión del Ilkanato / foto Arab League en Wikimedia Commons

Para poder acometer sus planes de conquista mundial el Gran Kan Möngke ordenó que uno de cada diez hombres de todo su imperio debía alistarse al ejercito de Hulagu, lo que hizo que éste pudiera reunir el mayor ejército mongol que haya visto la historia, con más de 120.000 soldados. Sus primeras víctimas fueron los nizaries, la famosa Secta de los Asesinos. Hulagu fue destruyendo una tras otra todas sus fortalezas hasta que los últimos nizaries se rindieron sin oponer resistencia.

El 10 de febrero de 1258, tras un asedio de varias semanas, Hulagu conquistó y destruyó Bagdad, asestando al Islam uno de los reveses más graves de toda su existencia. El último califa abasí fue asesinado y la población de la ciudad masacrada sin piedad.

A continuación se dirigió a Siria, donde se alió con los francos de Bohemundo IV de Antioquía, y para marzo de 1260 ya habían conquistado juntos Alepo y Damasco a la dinastía ayubí, a la que hicieron desaparecer definitivamente del mapa. Con Bagdad y Damasco fuera de juego, todo el poder musulmán pasó a los mamelucos de Egipto (los mismos que once años más tarde asediaban el Crac de los Caballeros).

Campaña mongol en Siria y Palestina / foto rowanwindwhistler en Wikimedia Commons

Hulagu dejó diez mil jinetes mongoles ocupando el territorio sirio conquistado, y desde allí realizó incursiones al sur llegando hasta Jerusalén y Gaza, donde estableció una guarnición de mil hombres. Pero entonces su hermano Möngke murió y tuvo que regresar a Mongolia para resolver la sucesión, llevándose a casi todo su ejército. Tan sólo quedaron los 10.000 hombres de la guarnición siria al mando del su general, el cristiano Kitbuqa Noyan.

Fue el momento elegido por el sultán Qutuz de Egipto, a quien se unió otro jefe mameluco llamado Baibars, para marchar sobre los mongoles. Éstos, viendo la grave amenaza que se cernía sobre ellos, intentaron buscar la ayuda de lo que quedaba del Reino cristiano de Jerusalén, en aquellos momentos establecido en Acre. Pero el papa Alejandro IV no autorizó la alianza y los cristianos se mantuvieron al margen y neutrales.

Los barones de Acre permitieron al ejército mameluco cruzar el territorio cristiano, aunque al mismo tiempo informaban a los mongoles sobre los movimientos de éstos. La situación del reino cristiano era complicada, ya que se enfrentaba a dos enemigos muy poderosos, y fuera cual fuera el vencedor temía que a la postre se volviese en su contra.

Batalla de Ain Jalut / foto rowanwindwhistler en Wikimedia Commons

La primera batalla entre mamelucos y mongoles se produjo en Ain Jalut (el Pozo de Goliat) en Palestina, el 3 de septiembre de 1260. El sultán había tenido la suficiente visión estratégica como para ocultar algunas reservas de caballería en los valles cercanos. De modo que atrajo a su enemigo fingiendo la retirada y cuando estos confiaban en su superioridad las reservas mamelucas cayeron sobre los hasta el momento invencibles jinetes mongoles. Entonces sucedió algo que nunca se había producido, los mamelucos lograron derrotar a los mongoles en el combate cuerpo a cuerpo. La leyenda de los jinetes de las estepas acababa de desmoronarse por completo y los mongoles sufrían su primera derrota en muchos siglos.

Posiblemente también ayudó que los mamelucos utilizaron, por primera vez en la historia en esta batalla, cañones explosivos (en árabe llamados midfa), para asustar a los caballos mongoles y provocar el desorden en sus filas.

Hulagu tuvo que replegarse a Persia abandonando Damasco, Alepo y todas las demás ciudades conquistadas. Aun así todavía intentaría recuperar lo perdido y, para finales de año, envió un pequeño ejército de 6.000 hombres a Siria. Pudo recuperar brevemente Alepo, pero en la batalla final en Homs, el 10 de diciembre de 1260, fue definitivamente derrotado. Así termino la intervención mongol en Tierra Santa y su injerencia en las cruzadas.

El Ilkanato nunca consiguió reunir otro ejército suficientemente poderoso como para oponerse a los mamelucos, quienes además habían obtenido el apoyo del kanato mongol de Kipchak (la Horda de Oro de las estepas rusas), cuyo kan se había convertido al islam. El propio kan del Ilkanato se hizo musulman en 1295, siendo la religión oficial hasta la desaparición del reino en 1335.


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