Kublai Khan, el gran kan mongol que en 1279 se convirtió en el primer emperador no nativo en gobernar toda China, intentó por dos veces conquistar Japón, sin éxito. Pero aquellas dos invasiones supusieron también dos hechos que han quedado grabados en la historia: la aparición del término kamikaze y el empleo de explosivos.
El primer intento de invasión se produjo en 1274. En esa ocasión los mongoles consiguieron conquistar los asentamientos japoneses de las islas de Tsushima e Iki.
Pero cuando intentaron desembarcar en la bahía de Hakata se encontraron con una fuerte resistencia por parte de los samurais, y tuvieron que retirarse. En mitad de la retirada la flota mongola fue sacudida por un enorme tifón que hundió la mayoría de sus barcos.
Siete años después, en 1281, Kublai volvió a intentarlo. Pero esta vez los japoneses habían construído muros de dos metros de alto en la costa y los mongoles no encontraron ninguna playa en la que poder desembarcar. Durante meses los barcos estuvieron buscando un lugar apropiado, pero sin éxito. Finalmente, al igual que ocurrió la vez anterior, un gran tifón destruyó la flota casi por completo.
Los mongoles nunca más osaron atacar Japón. Se calcula que perdieron hasta 70.000 hombres, capturados por los japoneses, a los que hay que sumar una cifra seguramente mucho mayor de muertos.
Los samurais, que en aquella época ya habían adoptado mayoritariamente el budismo zen, dieron a estos tifones que les habían salvado el nombre de kamikaze, que significa viento divino. Según los mitos populares de la época habría sido el dios Raijin quien envió las tormentas contra los mongoles.
Como es bien sabido el término kamikaze reapareció durante la Segunda Guerra Mundial, esta vez aplicado a los ataques suicidas de pilotos nipones.
Pero, como decíamos al principio, ambas invasiones supusieron otro hecho histórico destacable. Fue la primera vez en la historia en que se emplearon explosivos en batalla. Los mongoles los emplearon en forma de bombas lanzadas con catapultas contra los jinetes samurai.
Textos japoneses de la época contienen ilustraciones de estas bombas, y se han hallado restos arqueológicos que confirman el hecho en un barco mongol que participo en las invasiones, hundido cerca de la costa japonesa. El análisis con rayos X confirmó la presencia de pólvora en el interior de las bombas.
No sería hasta 50 años más tarde, en 1326, que la primera ilustración de un arma de fuego aparecería en un manuscrito europeo. Y habrían de pasar otros 25 años más hasta que Petrarca escribió, en 1350, que la presencia de cañones en las batallas era ya algo comunmente extendido.
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