En 1932, Dimitri Shostakovich, uno de los compositores más importantes del siglo XX, empezó a escribir una ópera satírica que finalmente dejó inacabada. Su título, Orango, hace referencia al nombre del inaudito protagonista de un argumento casi surrealista sobre la vida de un periodista parisino, híbrido de hombre y simio. Tan insólito planteamiento se hacía eco de unos controvertidos experimentos de cruce humano-animal, realizados en la Unión Soviética de los años veinte por el biólogo Iliá Ivánovich Ivanov.

Shostakovich, que por entonces era muy joven, veintiséis años, había acometido la composición de Orango por encargo del Teatro Bolshoi, para conmemorar el décimoquinto aniversario de la Revolución de Octubre. Por tanto, la premisa era poner como tema de fondo «el crecimiento humano durante la revolución y la construcción socialista» y, así, la ópera fue concebida como una sátira contra la prensa burguesa. Se puso manos a la obra en la música mientras Aleksei Tolstoi y Aleksander Starchakov, escritores especializados en fantasía y ciencia ficción, se ocupaban del libreto.

El tema de la hibridación estaba por entonces muy de moda, como demuestra la producción artística rusa de aquella época. En 1929 Shostakovich ya había puesto acompañamiento musical en el estreno de la obra teatral La chinche, del dramaturgo Vladímir Mayakovski, en la que su protagonista despierta cincuenta años después de quedar congelado para encontrarse una sociedad comunista ideal que contrasta con su triste mundo anterior. Consecuentemente, es visto como un rara avis desubicado e inadaptado, siendo una chinche que había revivido con él su única compañera.

Mijaíl Bulgákov en 1928
Mijaíl Bulgákov en 1928. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Asimismo, el literato y médico Mijaíl Bulgákov escribió en 1925 Corazón de perro, una novela corta en la que un científico injerta a un perro vagabundo los testículos y la hipófisis de un trabajador fallecido en unos disturbios.

La obvia alusión, insólitamente crítica, al novy sovietski chelovek («nuevo hombre soviético», el arquetipo de ciudadano socialista definido por Trostski en su libro Literatura y revolución), provocó que la obra fuera prohibida hasta 1987 (aunque circuló como samizdat, es decir, clandestinamente) y contribuyó a la caída en desgracia del autor, considerado desleal al régimen.

El propio Alexander Starchakov había publicado un cuento sobre un embriólogo francés que experimentaba con cruzar humanos y simios. Junto a Tolstoi (quien era pariente lejano del célebre León Tolstoi, el autor de Guerra y paz y Ana Karenina, así como del también escritor Iván Turgenev), concibió un libreto en tres actos y un prólogo para un argumento en el que Orango, un híbrido de hombre y simio creado por un biólogo francés, lucha en la Primera Guerra Mundial, se hace periodista, compra un periódico, especula en la Bolsa y viaja a la URSS, desarrollando un intenso odio hacia el comunismo y los trabajadores.

Aleksei Tolstoi en 1945
Aleksei Tolstoi en 1945. Crédito: ИППИ / Wikimedia Commons

A lo largo de su vida, Orango va acentuando su parte simiesca, animal: se casa en París con una emigrante rusa, viola a su hermanastra, se arruina en el crack de 1929 y termina vendido por su esposa a un circo de Moscú, pasando el resto de su existencia en una jaula. En suma, una alegoría crítica y sutil del capitalismo, tal como se pedía.

El problema fue que mientras Shostakovich avanzaba rápidamente con la música aprovechando piezas e ideas anteriores, el libreto acumuló retrasos y el proyecto terminó cancelado, no se sabe si por haber pasado la efeméride revolucionaria o por quedar superado el tema.

Tolstoi, que abrazó el comunismo tras unos inicios dubitativos, tendría una próspera carrera literaria frente a Starchakov, que considerado desafecto sería fusilado en 1937, durante la Gran Purga. Shostakovich nadó en la ambigüedad, ora represaliado, ora aclamado, hasta que en 1960 decidió ingresar en el Partido Comunista y se acabaron sus problemas (incluso llegó a ser diputado del Sóviet Supremo). Dedicó todo su esfuerzo a otra ópera, Lady McBeth de Mtsensk, y lo que se había hecho de Orango hasta entonces, unos pocos textos y trece páginas de música sólo en piano, languideció olvidado hasta 2004.

Dimitri Shostakovich retratado en 1925, con diecinueve años de edad
Dimitri Shostakovich retratado en 1925, con diecinueve años de edad. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Ese año, su viuda, Irina, acompañada de la musicóloga Olga Digonskaya, lo encontraron en un archivador de cartón conservado en el Museo Central Estatal de Cultura Musical de Glinka, en Moscú. Había llegado hasta allí gracias a una curiosa serendipia: un amigo de la familia se lo había apropiado, tras sobornar a una criada de los Shostakovich para que le entregara los originales que desechaba el compositor, y de alguna forma terminó entre los fondos del museo junto a otros cientos de papeles. Y así, la viuda encargó al músico británico Gerard McBurney la orquestación de aquellos cuarenta minutos de su marido (procurando imitar su estilo), de modo que, finalmente, Orango se estrenó en Los Angeles en 2011.

Pero esta historia no se habría producido sin tener una base contextual. En 1929, Shostakovich visitó -y recomendó como «espectáculo que vale la pena ver»– el laboratorio de Sujumi, una ciudad de la costa del Mar Negro que hoy es capital de la República de Abjasia (un estado reconocido sólo a medias porque lo reclama Georgia para su región homónima). Allí se llevaban a cabo experimentos de investigación con primates bajo la dirección de Iliá Ivánovich Ivanov, un biólogo que gozaba de gran prestigio por su éxito en la inseminación artificial aplicada a los caballos.

Ivanov, natural de Shchigry (una urbe de la Gobernación de Kursk), donde nació en 1870 en el seno de una familia de clase media acomodada -su padre era funcionario del tesoro local-, abandonó la Universidad de Moscú, donde cursaba la carrera de Historia Natural, su primera vocación, para matricularse en Biología en la de Járkov, graduándose en 1896. Completó su formación en laboratorios biológicos de San Petersburgo, Ginebra y París, trabajando luego en diversas instituciones veterinarias estatales hasta fundar un laboratorio propio en Sujumi.

Iliá Ivanov en 1927
Iliá Ivanov en 1927. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Su especialidad era la reproducción y cruce de razas, orientadas al sector ganadero. Como decíamos, en ese campo obtuvo un notable éxito al conseguir fertilizar a medio millar de yeguas con un único semental (lo normal era que un caballo fertilizase sólo a veinte o treinta hembras), lo que llevó a que criadores de todo el mundo le visitaran en busca de ayuda. También empleó la inseminación artificial para obtener híbridos domésticos: el cebroide (mezcla de cebra y burro), el zubrón (de bisonte y vaca) y muchos más salidos de cruzar antílope con vaca, ratón con rata, ratón con cobaya, cobaya con conejo, conejo con liebre, etc.

Ya dijimos que ese campo científico, que empezaba a andar en el primer cuarto del siglo XX, se volvió muy popular. No sólo en la Unión Soviética, sino también en otros países como Francia, donde el doctor Serge Vóronov trasplantaba tejido de testículos de chimpancés y babuinos a hombres para curarles la impotencia (o glándulas tiroides, si ése era su padecimiento), y EEUU, país en el que John Romulus Brinkley hacía otro tanto pero empleando genitales de macho cabrío. Cabe apuntar, por cierto, que Vóronov fue el modelo del mencionado Mijaíl Bulgákov para el personaje del profesor Preobrazhenski, de su también reseñada novela Corazón de perro.

El caso es que, entre 1926 y 1927, Iliá Ivanov había dirigido una expedición a África occidental con la idea de conseguir ejemplares para realizar experimentos sobre la hibridación con grandes simios. De ese modo, sus instalaciones de Sujumi contaron con sus propios animales y permitieron que diera el salto de los equinos a los primates. Ya en 1910, durante una conferencia en el Congreso Mundial de Zoólogos celebrado en Graz (Austria), había especulado con la posibilidad de conseguir un híbrido de humano y primate, y en 1924 recibió permiso del gobierno francés para capturar chimpancés en la Guinea Francesa. Ayudado por su hijo, reunió trece y procedió a inseminar con esperma humano -donado por voluntarios- a tres hembras.

Nikolái Gorbunov en 1936
Nikolái Gorbunov en 1936. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

No obtuvo resultados, evidentemente, así que se le ocurrió probar al revés; al prohibírselo el gobierno galo, regresó con su nuevo cargamento a Sujumi, donde sí recibió permiso de Nikolái Gorbunov, secretario personal de Lenin y jefe del Departamento de Instituciones Científicas del Comisariado del Pueblo para Educación y Ciencia.

Le apoyó entusiásticamente la Sociedad de Biólogos Materialistas, grupo dependiente de la Academia Comunista (una institución dedicada a la investigación en múltiples campos: biología, matemáticas, filosofía, derecho, historia, literatura, arte, lengua, economía, política…).

Se estimó que harían falta cinco voluntarias, pero el proyecto se retrasó porque sólo había un simio macho adulto, un orangután, que murió en el verano de 1929, justo cuando iba a comenzar el experimento, lo que obligó a esperar una nueva remesa de chimpancés prevista para el año siguiente.

Placa en memoria de Iliá Ivanov ubicada en n el edificio del Instituto de Investigación de Medicina Veterinaria Experimental de Rusia, en Kuzminki
Placa en memoria de Iliá Ivanov ubicada en n el edificio del Instituto de Investigación de Medicina Veterinaria Experimental de Rusia, en Kuzminki. Crédito: shakko / Wikimedia Commons

Lamentablemente para él, se habían producido cambios en el panorama político; el quincuagésimo cumpleaños de Stalin supuso la instauración de un culto a su persona que le dotó de mayor poder personal y favoreció la aplicación de una serie de reformas -el Gran Giro- para industrializar el país, mejorar la economía y terminar definitivamente con la propiedad privada.

Todo ello supuso también la supresión de los kulaks y una limpieza ideológica en varios sectores. El científico fue uno de ellos; Gorbunov fue redestinado a otro puesto y con su marcha, muchos investigadores se quedaron sin apoyo, incluyendo a Ivanov, que de pronto empezó a ser visto como un excéntrico sospechoso. Arrestado a mediados de diciembre de 1930, le condenaron a cinco años de destierro en Alma Ata, la por entonces capital de la República Socialista Soviética de Kazajistán, donde encontró trabajo en el Instituto Veterinario-Zoólogico local.

No duró mucho más, pues un derrame cerebral puso fin a su vida año y medio después, en la primavera de 1932. Como dato curioso se puede añadir que Iván Pavlov (el famoso fisiólogo que en 1901 había formulado la ley del reflejo condicionado estímulo-respuesta) colaboró en la redacción de su obituario, que se publicaría en 1933 en la revista Nature, y envió una carta a su viuda en la que le decía: Es imposible no llorar la muerte prematura de una figura de la ciencia y la práctica como Iliá Ivánovich.


Fuentes

Gerard McBurney, Orango (estreno mundial) (orquestación de Gerard McBurney) (en LA Phil) | Carlos Prieto, Dmitri Shostakóvick. Genio y drama | Sergei L. Loiko y Reed Johnson, Shostakovich’s ‘Orango’ found, finished, set for Disney Hall (en Los Angeles Times) | Kiril Rossiianov, Beyond Species: Il’ya Ivanov and His Experiments on Cross-Breeding Humans with Anthropoid Apes (en Science in Context) | Sean B. Carroll, Una serie de eventos afortunados. El azar, el mundo, la vida y tú | Wikipedia


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