Cabeza perdida Enrique IV divide Francia

Los restos mortales de reyes y personajes históricos empiezan a aflorar a la superficie, como si una marea los devolviera a tierra tras siglos sumergidos. empezamos aquí con la discutida autopsia de la momia del general Prim y hace unas semanas la noticia saltó en Londres, dondeo fue hallado un esqueleto con la columna vertebral deformada por una escoliosis y las rodillas quebradas, indicio, como así se demostró, de que pertenecía a Ricardo III. El monarca, inmortalizado literariamente por Skaespeare, falleció en la batalla de Bosworth y se perdió su rastro hasta ahora, en que reapareció bajo el suelo de un aparcameinto de Leicester Square.

Pero en Francia también se han abonado a la moda de los despojos reales. En este caso reavivada por la publicación de un libro que lleva por título Enrique IV. El misterio del rey sin cabeza, el que sus autores, Stéphane Gabet y Philippe Charlier, defienden una teoría que trae de cabeza al país. Literalmente.

Vamos por partes, y no es una ironía. Enrique IV fue uno de los grandes monarcas franceses. Al contrario que Ricardo III, una especie de monstruo que no dudó en asesinar a todo el que se le puso por delante en el camino hacia el trono, incluyendo sus propios sobrinos, el galo fue muy querido por su pueblo. Educado en el luteranismo, no dudó en convertirse al catolicismo para poder llevar la corona y poner fin a la división del país, asolado por las Guerras de Religión; lo hizo, además, con una frase inmortal: «París bien vale una misa».

Enrique, sin embargo, fue asesinado en 1610 por un furibundo católico llamado Ravaillac, inmediatamente linchado por el indignado pueblo. Como mandaba la tradición, el cuerpo del monarca se enterró junto a sus predecesores en la cripta real de la Basílica de Saint Denis, en las afueras de París, y allí yació hasta que en 1793 la Revolución llevó a las turbas a asaltar el lugar, profanar los mausoleos, exponer los cadáveres para demostrar que eran igual que los demás y, finalmente, arrojarlos a una fosa común. Pasado el fervor revolucionario, con la restauración, se procedió a devolver los cuerpos a la basílica y entonces se descubrió que a Enrique IV le faltaba la cabeza.

Nadie sabe el porqué, ya que no consta en ningún documento. El caso es que en 1919 un anticuario llamado Joseph Emile Bourdais encontró una cabeza momificada entre las cosas de una artista de montmartre y la compró por 3 francos, destinando su vida a intentar demostrar que era la perdida del monarca. Tras su muerte le fue ofrecida al Louvre en 1946, que la rechazó. Siete años más tarde fue adquirida por Jacques Bellanger y en su casa, en un armario ropero, dentro de una caja y protegida por una toalla, se la mostró a Stéphane Gabet y Philippe Charlier.

Charlier, que es patólogo, identificó determinados rasgos que presuntamente la ligaban al rey: el pelo del bigote, un corte en el labio superior (le habían asesinado a cuchilladas), su característica nariz borbónica… Entonces empezó la controversia nacional entre historiadores, científicos e incluso los descendientes de las dos líneas dinásticas, Enrique de Orleáns, que habla de psudociencia, y Luis Alfonso de Borbón, que cree en su autenticidad.

Lo que para los autores del libro parece claro, no lo es tanto para otros, que tildan la obra de ficción y novela cuando no de basura. No les convence la reconstrucción facial ni el análisis de ADN que se llevó a cabo confrontándolo con la sangre seca de Luis XVI que se conserva en un pañuelo desde su decapitación en la guillotina. Hasta el Instituto Frances de Pruebas Genéticas pone en duda el resultado por no haber seguridad al cien por cien. Alegan, asimismo, que la cabeza aún tiene dentro el cerebro reducido al tamaño de una nuez-, lo que sería imposible porque los embalsamadores lo sacan para hacer su trabajo.

Así que mientras los autores abogan por devolver la real testa a Saint Denis, junto a su legítimo propietario, otros prefieren dejarla donde está, guardada en la caja fuerte de un banco. Irónicamente al lado de la Bastilla.

Más información: Wikipedia

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