Desde 2015, los arqueólogos del Centro de Investigación Kaiserpfalz investigan un cementerio altomedieval en la zona comprendida entre las calles Rotweinstraße y Stevenagestraße de la localidad de Ingelheim am Rhein en Alemania, que volvió a deparar una gran sorpresa en junio: en medio de las numerosas tumbas ya saqueadas en la Edad Media, apareció el enterramiento de un hombre que llevaba más de 1.300 años intacto en la tierra.

Por regla general, las tumbas merovingias de la región vitivinícola Rheinhessen se reconocen fácilmente por el relleno más oscuro de la fosa funeraria. En este caso, no se apreciaba ninguna decoloración, toda la zona estaba muy alterada por las tumbas adyacentes y era difícil de interpretar. Cuando salió a la luz el borde de un escudo, al principio no estaba claro si pertenecía a una de las tumbas alteradas o a una que aún estaba por descubrir, explica el director de la excavación, Christoph Bassler. Así que seguimos excavando cuidadosamente hasta que quedó claro: en realidad habíamos descubierto una tumba aún completamente intacta entre dos enterramientos saqueados, que los saqueadores de tumbas debieron pasar por alto por alguna razón.

Si los saqueadores hubieran sabido en ese momento lo que se perdían, probablemente se habrían enfadado mucho. Porque la sepultura con el número de hallazgo 447 lo tiene literalmente todo: el hombre que descansa en ella estaba armado hasta los dientes. Su objeto más valioso es sin duda una spatha, una espada de doble filo, que estaba colocada junto al brazo derecho del muerto. La longitud de la hoja de la spatha es de unos 75 cm, la espada entera, incluyendo empuñadura y pomo, mide unos 93 cm, informa Bassler. La hoja es incluso ligeramente flexible, lo que habla de un estado de conservación excepcionalmente bueno, se complace en informar el experto en la Alta Edad Media.

Foto Stadt Ingelheim / Christoph Bassler

También se conservan otras partes de la espada que eran de metal, como elementos de la vaina de bronce y fragmentos de la suspensión o correa: todo sigue allí tal y como se colocó hace siglos, de lo que los investigadores pueden sacar valiosas conclusiones sobre las costumbres funerarias y la moda de la época. Los hombros del esqueleto, ajustados y ligeramente hacia arriba -la llamada postura de ataúd-, demuestran que el difunto fue enterrado en un ataúd de madera, del que no han sobrevivido restos.

Además de la espada, el hombre poseía un enorme breitsax (un tipo de puñal, el arma blanca más pequeña de las que portaban las tribus de origen germánico), del que se encontraron la hoja y los remaches de bronce de la vaina. Este tipo de cuchillo, una especie de espada cortante pesada y corta, no es raro en las tumbas de este periodo.

Sin embargo, este hombre también tenía otro cuchillo pesado y una lanza, cuya punta se ha conservado. Junto con el escudo, el difunto poseía, a excepción de un arco, prácticamente todos los tipos de armas en uso en su época. A pesar de su equipamiento marcial, el guerrero de la tumba 447 no era un soldado profesional en el sentido moderno, ya que en la Alta Edad Media no existía un ejército permanente. Cada hombre libre tenía que seguir a su líder cuando era llamado a la batalla. Debía proveerse de su propio equipo. En este sentido, el impresionante arsenal de armas sugiere que su propietario debió de ser correspondientemente rico en vida.

Todo el ajuar funerario ha sido entregado a un restaurador. Las investigaciones posteriores deberán, entre otras cosas, precisar la datación provisional de la tumba. Hasta ahora, rasgos estilísticos como el escudo plano con borde ancho y el breitsax macizo apuntan al siglo VII. Sin embargo, muchos detalles de la ornamentación, como las incrustaciones de plata, sólo se revelarán una vez que se hayan eliminado las gruesas capas de óxido. La jefa del departamento, Eveline Breyer, también espera nuevos datos de los análisis en curso: Este extraordinario hallazgo es otra pieza del rompecabezas para nuestra imagen de la ciudad en la Alta Edad Media. Como los muchos otros descubrimientos a lo largo de la Rotweinstraße, nos ayudará a comprender mejor y también a ilustrar esta sociedad más antigua de Ingelheim.

A ello podrían contribuir también los resultados de los análisis antropológicos de los huesos. Porque aún no está claro de qué murió el hombre, que tenía entre 30 y 40 años. La enfermedad o la violencia son posibles. En vista del aspecto bélico del mobiliario funerario, una herida sufrida en combate al menos no sorprendería a nadie.


Fuentes

Ingelheim am Rhein (Sandra Bachmann / Web Oficial) | Kaiserpfalz Ingelheim


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