El comportamiento colectivo tiende a ser gregario, algo que se manifiesta tanto en la vertiente agresiva como en la pasiva. Algunos ejemplos de lo segundo se encuentran en las grandes matanzas ocasionadas por guerras o políticas genocidas, en las que las víctimas parecen resignarse a su fatídico destino. Ésa fue precisamente una de las características del Holocausto de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Ahora bien, no faltaron excepciones en las que se organizaron para defenderse; la insurrección del Gueto de Varsovia es el caso más conocido pero hubo más. Por ejemplo, el de los partisanos de Bielski.

Bielski era el apellido de una familia judía de la aldea de Stankiewicze, que actualmente pertenece a Bielorrusia pero que formaba parte de Polonia hasta su ocupación por la Unión Soviética en septiembre de 1939. Estaba formada por David y Bella, junto a una prole extraordinariamente numerosa de diez hijos y dos hijas. De todos ellos hay que reseñar los nombres de cuatro, Tuvia, Asael, Alexander (también conocido como Zus) y Aron, porque serían quienes constituyesen el citado grupo guerrillero.

Aunque eran molineros y tenderos, había alguno con un currículum un poco más inquieto: Tuvia, el tercero, que durante la Primera Guerra Mundial aprendió alemán de los soldados que luchaban contra el ejército zarista, haciendo de intérprete, y que en 1927 formó parte del ejército polaco, dedicándose al comercio al licenciarse dos años después; eso sí, ejerciendo eventualmente el contrabando. Contrajo matrimonio con Rifka, una mujer mayor que él con la que pasó a regentar una tienda en Subotniki.

Lo Operación Barbarroja/Imagen: Benjamín Núñez González en Wikimedia Commons

Dado su historial, la llegada de los soviéticos le impulsó a trasladarse a Lida. Lo hizo solo puesto que su esposa se negó a seguirle y él encontró un nuevo amor: Sonia Warshavsky, con la que se casó en 1939 tras divorciarse de Rifka. De todas maneras la bandera de la hoz y el martillo también había llegado allí sin que ello significase peligro para Tuvia. De hecho, fue al contrario porque le ofrecieron el nombramiento de comisario. El estatus familiar mejoró ligeramente porque los Bielski pasaron a ser administradores locales, aunque sus vecinos, muchos de ellos con parientes arrestados bajo acusaciones políticas, no lo vieron con buenos ojos.

Así estaban las cosas, con cierta tensión contenida, cuando ocurrió algo que iba a alterarlas aún más: el 22 de junio de 1941 los alemanes iniciaron la Operación Barbarroja, es decir, la invasión de la URSS, haciendo añicos aquel Pacto Ribbentrop-Mólotov que ambos bandos habían firmado sólo para ganar tiempo. Alemania pudo dedicar cuatro millones de hombres a la campaña gracias a que ya controlaba más de media Europa y el resto era aliada o neutral. Lo primero en caer fue la Polonia soviética, seguida de Bielorrusia y las repúblicas bálticas, todo ello en un mes.

Tuvia y sus hermanos fueron llamados a filas pero la aplastante superioridad aérea de la Luftwaffe arrasó toda oposición y las unidades de defensa quedaron desintegradas. Los Bielski se fueron a su hogar paterno de Stankiewicze y en él permanecieron hasta el mes de julio, en que llegaron las fatídicas instrucciones nazis sobre los judíos. Mientras continuaba la expansión del frente hacia el este, los nazis eligieron Lida y Novogródek, los núcleos urbanos más cercanos a Stankiewicze, para ubicar un gueto -uno más de los muchos que establecieron en la región- que concentrase a todos los judíos de las cercanías.

Localización geográfica de Novogródek (actual Navahrudak) en lo que hoy es Bielorrusia/Imagen: Google Maps

Entre ellos estaba la familia Bielski, la única de las seis de Stankiewicze y que a su condición hebrea sumaba la de simpatizar con el comunismo. Fue internada en el gueto, donde permaneció unida hasta diciembre, en que empezaron las matanzas a manos de los Einsatzgruppen (Grupos Operativos, escuadrones itinerantes formados por miembros de las SS y las SD dedicados a asesinar judíos, gitanos y comisarios políticos, aunque tampoco se libraban los intelectuales y sacerdotes católicos polacos).

Ese mismo mes murieron los padres, David y Bella, siguiéndoles otros parientes, en una masacre que se cobró 5.000 vidas el día 8. Tuvia, Alexander, Asael y Aron pudieron escapar y se refugiaron en los bosques, donde pasarían los dos años siguientes entregados a la lucha contra los asesinos de sus progenitores. Para ello crearon un pequeño grupo de partisanos con otros trece evadidos más otros voluntarios que se fueron sumando, alcanzado unos cuarenta efectivos para la primavera de 1942.

Tuvia, cuya mujer había muerto también a manos nazis junto a la de Alexander (y su hijo), se convirtió en el jefe más por carisma y capacidad de liderazgo que por experiencia militar, pues no había pasado de cabo. Sin embargo conocía bien el entorno y supo llevar a buen término los primeros pasos de aquella desesperada apuesta, comprando armas a sus antiguos amigos contrabandistas, infiltrando reclutadores en los guetos, etc. Se puede deducir de ello una fuerte personalidad que, según algunos testimonios, pecaba de excesivo autoritarismo.

Más aún, hubo denuncias de algunos subordinados, como Israel Kessler, a los mandos soviéticos porque, decían, Tuvia guardaba oro y joyas contradiciendo sus propias órdenes al respecto; reclamaban su arresto y procesamiento. El aviso fue escuchado y se realizó una investigación que finalmente no sólo le exoneró al considerar que ese dinero era para adquirir armamento sino que ejecutó a Kessler por intentar abandonar el grupo para formar uno propio. Un testigo aseguró que fue Tuvia en persona el que le disparó en la nuca para después mandar destruir la tumba del reo.

Posteriormente salieron a la luz otras historias que arrojaron más sombras sobre aquel peculiar líder: unas le acusaban de simpatizar totalmente con el sionismo, algo que, en efecto, había hecho en su juventud; otras, como una prima del propio Tuvia, mencionaron un comportamiento inapropiado con las mujeres nuevas que llegaban al bosque, en el sentido de que se las sometía a una especie de novatada humillante, entrar desnudas a los refugios del campamento. No obstante, la disciplina era férrea y la vida estaba militarizada, como correspondía a las circunstancias.

Pese a las críticas, aquel improvisado jefe logró que cientos de personas de todas las edades y de ambos sexos acudieran al bosque de Naliboki, un terreno de denso arbolado rodeado por ciénagas. La mayoría no servían para combatir y de un total de 1.236 individuos sólo centenar y medio participarían en las acciones pero no se quiso dejar fuera a nadie porque ello suponía una condena a muerte de facto si les encontraban. En cambio, buscarlos en la frondosidad era difícil para el enemigo porque no acampaban a la vista sino en zemlyankas, palabra eslava para designar unas viviendas medio enterradas que aprovechaban laderas y declives del terreno cubriéndose con vegetación y resultando ilocalizables.

Entrada a una zemlyanka/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La descripción no parece halagüeña pero supieron organizar ciertas comodidades construyendo cocinas, un molino con panadería, un dispensario médico con cabaña para cuarentenas (el tifus estaba a la orden del día) e incluso baños. Contaban también con vacas y talleres artesanos que lo mismo confeccionaban ropa que arreglaban calzado, reparaban armas y hasta suministraban piezas a otros grupos guerrilleros, entre otras cosas. Tampoco faltaban una escuela, una sinagoga e incluso un tribunal con calabozo. Todo ello bajo tierra.

Y es que, debido a la escasez de equipamientos, la prioridad era la supervivencia común, de ahí que apenas tomaran parte en acciones armadas de importancia (sólo Alexander, que se unió a partisanos soviéticos para aprender). Lo que sí hacían era surtir a los soldados soviéticos con ropa y calzado pero, sobre todo, buscar víveres y todo aquello que fuera de utilidad, para lo cual se los requisaban a las familias no judías, a la fuerza si se resistían; era una especie de revancha por el antisemitismo prebélico que hubo en la zona. Eso no impedía que también represaliaran a los colaboracionistas, matándolos junto con sus familiares para dar ejemplo.

Como seguían llegando prófugos de muchos guetos donde Tuvia había pactado con los Judenrat (los consejos judíos que los dirigían), los partisanos de Bielski seguían creciendo en número, lo que llevó a los alemanes a arrojar octavillas desde el aire ofreciendo hasta cien mil marcos de recompensa por su líder. No dio resultado y en agosto de 1943 iniciaron la Operación Hermann para intentar atraparlo. Los partisanos sufrieron considerables bajas y las localidades del entorno del bosque resultaron devastadas, con la población gentil sufriendo las consecuencias.

Un rincón del bosque de Naliboski/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Viendo que era imposible hacer frente al enemigo, los partisanos se dividieron en pequeñas bandas para escapar y reunirse otra vez en el bosque de Jasinowo, protagonizando un éxodo tan insólito como exitoso. En otoño el grupo había crecido aún más con la incorporación de algunos gitanos, polacos y bielorrusos que huían del horror, los primeros para librarse de la muerte, los demás para evitar trabajos forzados en Alemania. La mayoría de ellos, no obstante, fueron acogidos por los guerrilleros soviéticos del general Chernysev, que intentó integrar en sus fuerzas a los partisanos de Bielski.

Sin éxito, porque éstos habían desarrollado una especie de espíritu corporativo bastante independiente e incondicional de Tuvia; resulta significativo que bautizaran el campamento con el nombre de Pequeña Jerusalén. Ahora bien, la región estaba bajo el mando estratégico de Chernysev y en septiembre éste ordenó que se dividieran en dos grupos. Uno, llamado Ordzhonikidze (apellido de un famoso comunista georgiano), sería una célula combatiente judía dirigida por el comandante soviético Lyushenko; los demás, posteriormente denominados Bielski Otriad, continuarían igual.

Una de las preocupaciones de Chernysev fueron las quejas de los aliados hacia los brutales métodos que empleaban los partisanos contra la población civil, que, como hemos visto, no se limitaban a confiscar provisiones indiscriminadamente sino que asesinaban a quien se resistía acusándolos de sospechosos de simpatía hacia los nazis; a veces era cierto, aunque motivada como reacción a esa violencia, pero la represión no perdonaba ni a los niños. El mando soviético trató de poner coto a aquellos desmanes, a pesar de que el comandante local, Kacper Miłaszewski, simpatizaba con Bielski por acoger a tanta gente desamparada.

Tuvia elaboró un informe para defenderse en el que enumeraba 38 misiones de guerra que supusieron la destrucción de un par de locomotoras, una treintena de vagones ferroviarios, otra de postes telegráficos y 4 puentes, junto con la muerte de 381 enemigos y sufriendo a cambio unas 50 bajas. Asimismo aseguraba haber acabado con 33 espías y provocadores (seguramente campesinos que se resistieron al saqueo). Hay quien considera exageradas esas cifras que, de todas formas, sólo incluían 14 alemanes muertos por ellos porque el resto se lograron colaborando con fuerzas soviéticas. Claro que Tuvia dejó dicho que «… preferiría salvar a una sola anciana judía, que matar a diez soldados alemanes».

Pese a todo, en septiembre de 1943 los mandos militares comunistas empezaron a tener roces con los grupos partisanos polacos porque los consideraban un problema de cara al futuro, en un contexto en el que la guerra ya se mostraba desfavorable a Hitler. La Operación Hermann había provocado la sustitución de Miłaszewski por Adolf Pilch, uno de aquellos militares polacos entrenados en Gran Bretaña y devueltos en paracaídas a su país para organizar la resistencia. Lo que nunca debió imaginar fue que serían sus aliados soviéticos los que se convertirían en enemigo.

En efecto, su batallón tuvo que entregarles la armas tras la amenaza de fusilar a todos los oficiales, la mayor parte de los cuales fueron detenidos; no así Pilch, que logró escapar con algunos ayudantes aprovechando que Tuvia y los suyos, que colaboraron activamente en el desarme, estaban distraídos saqueando todo lo que encontraban. Así fue cómo fuerzas polacas y partisanos prosoviéticos pasarían a enfrentarse en una contienda dentro de otra. Algunos historiadores opinan que los hombres de Bielski podrían ser responsables de crímenes de guerra, tanto por su actuación en estos hechos como por los practicados con la población civil descritos antes.

Cuando llegó el verano de 1944 y el Ejército Rojo lanzó una ofensiva sobre Bielorrusia, las guerrillas dejaron de ser necesarias y se disolvieron. Entonces cambiaron las tornas. El NKVD reabrió la investigación sobre el controvertido comportamiento de Tuvia en lo referente a enriquecimiento personal mientras, por contra, su hermano Asael se alistaba en sus filas y moría en la Batalla de Könisberg en 1945; no llegó a conocer a la hija que tuvo con la hermana de su cuñado, Chaja.

Tuvia volvió a salir bien librado pero receloso del nuevo régimen. Tras la guerra, regresó a Polonia y luego marchó a Israel, a donde había ayudado a escapar del NKVD a su primo Yehuda (también partisano). Se casó con una antigua novia llamada Lila Tiktin y en 1956 se estableció en Nueva York con Alexander (que también se volvió a casar, con Sonia, una joven refugiada a la que salvó la vida) y el pequeño de la familia, Aron. Los tres trabajaron en la empresa de transportes de su hermano mayor, Walter, que había emigrado a EEUU antes de la contienda. Allí fallecieron, el primero en 1987 y el segundo en 1995, si bien sus cuerpos se trasladaron a Jerusalén. Aron, que cambió su apellido por el de Bell, aún vive.


Fuentes

Solidarity in the Forest – The Bielski Brothers (Franziska Reiniger en Yad Vashem)/Partisan biographies (Jewish Partisan Educational Foundation)/Remember Us: My Journey from the Shtetl Through the Holocaust (Vic Shayne y Martin Small)/Fugitives of the Forest: The Heroic Story of Jewish Resistance and Survival During the Second World War (Allan Levine)/Defiance: The Bielski Partisans (Nechama Tec)/With Courage Shall We Fight: The Memoirs and Poetry of Frances «Fruma» Gulkowich Berger and Murray «Motke» Berger (Frances Fruma Berger y Murray Motke Berger)/Wikipedia


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