El estreno en televisión de la nueva versión de Cosmos, aquella legendaria serie de Carl Sagan, recibida ahora también con el no por esperado menos cansino rasgar de vestiduras de grupos integristas religiosos y creacionistas, ha coincidido con una polémica en EEUU que también tiene bastante que ver con las creencias: lo que algunos han llamado la guerra de las biblias.

No se trata de que alguien haya iniciado una cruzada contra las Sagradas Escrituras, sino contra su distribución por los hoteles. Porque, aunque en España no sea el caso, en EEUU y otros países donde predomina la fe protestante sí que es fácil encontrarse la Biblia en la habitación, normalmente en un cajón de la mesita de noche.

Vuelvo a decir que casi ninguna cadena española lo hace y las extranjeras que sí ponen biblias en sus establecimientos por otros lugares se abstienen de hacerlo aquí, seguramente por aquello de que los protestantes pueden interpretar el texto libremente mientras que los católicos ya tienen a la Iglesia para ello. El caso es que aquí nos libramos de esa guerra de la que hablaba.

No así en Iowa, donde el Memorial Union Hotel ha tenido que retirar los textos sagrados mientras los tribunales deciden sobre una denuncia interpuesta por la Asociación Contra la Propaganda Religiosa. Ocurrió hace un par de semanas y todavía no se sabe cuál será el desenlace.

Esa costumbre de ofrecer la Biblia a los huéspedes, que seguramente asombrará a muchos turistas, está bastante más extendida de lo que se cree. De hecho, ya supera el siglo, puesto que empezó en 1908 en Montana, después de que dos viajantes muy creyentes que se vieron obligados a compartir habitación tuvieran la idea unos años antes; la clásica iniciativa americana, ya saben.

El caso es que hoy existen dos organizaciones religiosas dedicadas a distribuir ejemplares por lugares públicos: la Gideon International y la Sociedad Internacional de la Biblia. Lo hacen por prisiones y hospitales, aunque sus cliente más fáciles y numerosos, por evidentes (se deja un volumen por habitación y listo, sin necesidad de preguntar al huésped), son los hoteles.

Se calcula en miles de millones de volúmenes los que han repartido, en casi un centenar de idiomas y el doble de países. Al fin y al cabo, dicen que un veinticinco por ciento de los huéspedes las leen; me pregunto cómo los habrán contado.

La mayoría de la gente nunca se ha encontrado una biblia en su hotel (así que tampoco habrán visto las pegatinas que señalan la dirección de La Meca para que los huéspedes musulmanes puedan rezar mirando hacia allí, algo que también hay en muchos hoteles). Pero ya digo que depende del sitio; yo recuerdo haberlas visto en algún establecimiento de América Latina y, sobre todo, por lo curioso, en Uganda: más concretamente, en el Hotel Masindi, algo que resulta un tanto divertido porque allí se alojaron John Huston y Humphrey Bogart cuando rodaron La Reina de África y a los que me imagino haciendo cualquier cosa menos leer el libro en cuestión.

He de reconocer, sin embargo, que conmigo tuvieron cierto éxito: leerla no la leí, pero me la traje de recuerdo. Porque no era una biblia cualquiera: estaba en swahili. Si se lo preguntan, Sagrada Biblia se dice Agano Jipya. y en la foto pueden ver algunos versículos.

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