Hoy en día, a la muerte se le da un tratamiento totalmente aséptico. Las funerarias se encargan de todo presentando al difunto como si durmiera plácidamente y, a menudo, ni siquiera se le ve. Lo mismo pasa con la decoración: ayer reseñábamos aquí el Museo de Carrozas Fúnebres de Barcelona y toda esa estética ha desaparecido; hasta los empleados parecen simples conserjes. En la actualidad las funerarias son bastante sobrias y discretas.
Pero hubo un tiempo en que no era así. Siglos atrás -y no tan atrás- la temática mortuoria era habitual, especialmente en el mundo religioso, donde era un referente aquello de que la Muerte nos iguala a todos. Por eso hay muchos casos de capillas adornadas con huesos y calaveras: la Capela nos Ossos de Évora, Santa María de la Concezione de Roma…
Uno de los lugares más fascinantes de Bohemia (República Checa) es el cementerio de Todos los Santos, en el barrio de Sedlec de la localidad de Kutná Hora. Allí hay una capilla que constituye un osario en sí misma, con más de 40.000 esqueletos, que tuvo su origen en el siglo XIII, cuando el abad del monasterio esparció por el cenobio un puñado de tierra del Gólgota que había traído de una peregrinación a los Santos Lugares: ante tal reclamo, media Europa solicitaba ser sepultada allí.
A esta enorme demanda se unieron los estragos de la Peste Negra en el siglo siguiente. Como empezaba a faltar espacio se construyó una iglesia gótica con una cripta donde se fueron alojando los huesos de los enterramientos más antiguos. El edificio fue reformado luego, entre 1703 y 1710, con aditamentos barrocos y, para entonces, un monje ya había hecho una primera ordenación de tanto hueso formando seis pirámides.
Pero al parecer no fue suficiente, así que en 1870 se contrató al escultor Frantisek Rint para que lo ordenara utilizando los restos como elementos decorativos. El resultado parece una obra del artista contemporáneo H.R. Giger. Cráneos, vértebras y demás huesos cubren columnas y custodias, sirven de candelabros, perfilan las nervaduras de las bóvedas formando guirnaldas e incluso componen el escudo de armas de la familia Schwarzenberg, la propietaria del lugar. Hasta el altar es así.
Mención aparte para la impresionante y espectacular lámpara de araña, hecha íntegramente con osamentas de todo el esqueleto humano, así como para algunas figuras realizadas uniendo huesos (capiteles y pájaros, por ejemplo) y, por supuesto, la firma del autor, a base de tibias, fémures y costillas. A muchos les parecerá macabro; a otros, curioso y original.
Foto: BrokenSphere en Wikimedia
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