Todo el mundo debería tener la posibilidad de visitar alguna vez el Vaticano para extasiarse ante los frescos de la Capilla Sixtina, tanto los de la bóveda como los de la pared del Juicio Final, pintados por Miguel Ángel a caballo entre finales del siglo XV y principios del XVI. Pero si no se puede viajar hasta Roma, quizá sí quede más a mano Valencia, donde hay una alternativa igualmente espectacular: la iglesia de San Nicolás de Bari y San Pedro Mártir.
Las pinturas que recubren sus techos y paredes con horror vacui ofrecen al espectador una visión impresionante, especialmente ahora que acaba de terminarse el proceso de limpieza y restauración a que han estado sometidas desde hace tres años por un equipo de especialistas de la Universidad Politécnica, siguiendo un encargo de la Fundación Hortensia Herrero.
Un trabajo lento por su minuciosidad, que requirió, por ejemplo, cuatro meses sólo para los estudios previos y la colaboración de Gianluigi Colalucci, director de la restauración de los frescos de la Capilla Sixtina.
De hecho, el presupuesto ascendió a 4,7 millones de euros empleados en costear la labor de un centenar de expertos y el uso de avanzadas tecnologías que incluían el uso de láser, clonación digital para sustituir imágenes perdidas, nanopartículas de cal e incluso la insólita aplicación de bacterias que devoran la suciedad y dejan la pintura. De paso también se llevaron a cabo algunas obras de consolidación de la estructura, arreglos en las vidrieras y capillas y retoques en la fachada.
La iglesia de San Nicolás de Bari y San Pedro Mártir fue uno de los primeros templos parroquiales cristianos erigido (sobre una mezquita musulmana) tras la conquista cristiana de la ciudad. Fundada en el siglo XIII con una planta de nave única, cabecera poligonal y seis capillas entre contrafuertes, del edificio original no queda nada porque fue rehecha entre 1419 y 1455. Hoy presenta la típica amalgama de estilos sucesivos, siendo uno de los ejemplos más armónicos de convivencia entre dos tan opuestos como el gótico -la bóveda, la puerta con arquivoltas y el rosetón, del siglo XV- y el barroco -decoración y pinturas, del XVII-.
Esa bóveda gótica, de crucería simple, fue recubierta dos siglos más tarde con otra falsa atribuida a Juan Bautista Pérez Castiel. Es la que, junto con paredes, pilares y arcos, se ornamento con frescos diseñados por Antonio Palomino y realizados por su discípulo Dionís Vidal.
El tema elegido, lógicamente, fue la vida de los dos santos que dan nombre a la iglesia. En total, 1.904 metros cuadrados de superficie pictórica (la Sixtina sólo tiene 800) capaces de epatar a cualquiera; algunos aparecieron insospechadamente tras retirar una capa de cal que los ocultaba al pie del altar.
Se puede decir que, metafóricamente hablando, se ha hecho la luz en este templo, hasta ahora oscuro por el ennegrecimiento acumulado al paso de los años. En 1981 se lo declaró Monumento Histórico Artístico Nacional; ahora, con más razón. Está en el número 35 de la calle Caballeros pero si tampoco ir a Valencia les viene bien, pueden hacer un recorrido virtual en la página web oficial de la parroquia, en el enlace adjunto.
Web oficial: Parroquia de San Nicolás
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