Tumba de los atenienses/Imagen: Marco Prins en Wikimedia Commons

Una de las cosas que me gustaba imaginar cuando estuve en Grecia era los ejércitos persas chocando contra los hoplitas locales en los sitios históricos reales en los que habían combatido. El problema es que muchos de esos campos de batalla resultan irreconocibles hoy en día por los cambios geológicos ocurridos. Esto es especialmente sangrante en las Termópilas pero no tanto en Maratón.

En el año 490 a. C, un ejército persa de unos 20.000 hombres mandados por Artafernes había desembarcado en la playa de Schinias, en la región del Ática, para llevar a cabo una expedición de castigo contra los griegos por su apoyo a la sublevación de Jonia. Los atenienses enviaron a detenerlo un contingente de 10.000 efectivos al que apoyó un millar de platenses pero nadie más; Esparta, intuyendo un desastre, evitó colaborar con la misma excusa que tiempo después dejaría solo a Leónidas: la fiesta religiosa de la Carneia, durante la que se interrumpían las guerras.

Vista de Maratón en la actualidad / foto Tomisti en Wikimedia Commons

El enfrentamiento tuvo lugar en una llanura junto al mar de unos 3 kilómetros de ancho. Desde las montañas circundantes, el stratego Milcíades comprobó que la poderosa caballería persa no estaba (no se sabe por qué: quizá aún no había desembarcado) y aprovechó aquella gran oportunidad. Para ello redujo de 8 a 4 las filas de hoplitas del centro de la falange, reforzando las alas con las sobrantes; luego se lanzó al ataque cuesta abajo recorriendo el kilómetro y medio que le separaba del enemigo a paso ligero para exponerse el menor tiempo posible a sus flechas.

Recreación moderna de hoplitas en Maratón / foto Phokion en Wikimedia Commons

La carga, con los guerreros entonando su peán (himno de batalla), se aceleró a paso de carga en los últimos 200 metros (y eso que la armadura hoplita pesaba unos 20 kilos) hasta llegar al choque. La táctica funcionó y las alas de la falange envolvieron a los persas, masacrándolos (6.400 bajas). El soldado Filípides, cuenta una improbable leyenda, corrió hasta Atenas para informar de la victoria y dio origen así a la prueba de atletismo más importante de la actualidad. Pero lo que es más sorprendente, todo el ejército griego, una vez conseguida la victoria, se dio la vuelta encaminándose a Atenas, a donde llegaron a tiempo de defenderla de la flota persa.

El campo de batalla es hoy un museo al aire libre en el que los elementos más destacados son el túmulo donde yacen los 192 atenienses muertos (mide 8 metros, está cubierto de hierba y a su lado se alza un monolito de piedra esculpido), las estatuas de Milcíades y Filípides, y una maqueta en la que se explica la batalla. Un camino arbolado separa este lugar de la cercana ciudad, en la que también hay un muro en cuyos resquicios se depositan papelitos con mensajes y peticiones, además de un museo dedicado a la carrera deportiva.

Otra vista de Maratón en la actualidad / foto afromusing en Wikimedia Commons

La visita se puede hacer desde Atenas en autobuses municipales que salen de la estación de los Jardines Pedion. Son, evidentemente, 42 kilómetros.

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