Hace unos días publicamos aquí un artículo sobre la enorme inscripción trilingüe de Behistún en la que mencionábamos a un personaje que probablemente fue el primer europeo en reseñar la existencia de la escritura cuneiforme, en la segunda mitad del siglo XV. Se llamaba Giosafat Barbaro y en su azarosa vida combinó las actividades de político, diplomático, viajero, comerciante y escritor.
Venecia tiene un buen puñado de iglesias históricas que concentran la atención de los visitantes. Y aunque la de San Francesco della Vigna no tenga la fama de las de Santa María della Salute, San Juan y San Pablo o San Simeón y San Judas (no digamos ya de la Catedral de San Marcos), resulta especialmente interesante por varias circunstancias.
La primera, que su elegante fachada es obra de Andrea Palladio, uno de los mejores arquitectos del Cinquecento; la segunda, que en la decoración de su interior colaboraron artistas de la talla de Tiépolo, Veronés o Bellini; y la tercera, que allí están enterradas algunas de las más ilustres familias venecianas y entre ellas figura la de los Barbaro.
Se dice que este apellido (adoptado en 1121 pues antes era Magadesi) descendía de las gens romanas Catelia y Fabia, aunque era habitual entre los clanes patricios de la Serenísima atribuirse orígenes de ese tipo, a menudo de prófugos de la persecución a los cristianos decretada por Diocleciano. Fuera cierto o no, lo que sí es seguro es que los Barbaro hicieron fortuna en los negocios, fundamentalmente el comercio de sal, y que no se instalaron en Venecia hasta el siglo IX, procedentes de Trieste.
La familia se convirtió en una de las principales de la ciudad y tuvo representantes en casi todos los campos, desde la política al arte, pasando por el ejército, la filosofía, la ciencia y la religión. Giosafat Barbaro, nacido en 1413 en la plaza Campo di Santa Maria Formosa, en pleno centro urbano, fue uno de los miembros más ilustres de ese abolengo.
De su infancia apenas hay datos, aunque se deduce que debió recibir una buena formación, entrando a formar parte del Senado en 1431. Tres años después se casó y tuvo descendencia -tres hijas y un hijo-, pero pronto empezó una vida itinerante como resultado de sus ocupaciones profesionales.
No obstante, en sus viajes solía encontrar momentos para interesarse por la cultura local y la historia de los sitios que visitaba. Así, en 1437 llegó a la ciudad de Tanais, una colonia genovesa situada en la costa norte del Mar de Azov que había sido fundada por griegos en el siglo III a.C., razón por la que en la Antigüedad estaba considerada la frontera entre Europa y Asia. Allí, habiendo oído hablar de un kurgán (túmulo funerario) considerado la tumba del último rey alano, organizó una expedición para excavarlo en busca de tesoros; fracasó porque los arqueólogos actuales consideran que en realidad sólo era una montaña de basura.
Ahora bien, no tuvo tiempo de aburrirse. La Horda de Oro, el gran kanato surgido dos siglos atrás de las conquistas realizadas por Batú Khan, el nieto de Gengis, se había ido debilitando pero aún tenía fuerza y Barbaro tuvo que hacer gala de su habilidad diplomática para conseguir que el amenazador avance de los mongoles sobre Tanais se transformara en una relación mercantil provechosa para ambas partes. Las gestiones le llevaron a conocer muchas ciudades de la región e incluso de Rusia, contra la que la Horda también mantenía una campaña militar.
Entre 1436 y 1452 Barbaro alternó su estancia en Tartaria (una extensa área que abarcaba Siberia, Turquestán, la Gran Mongolia, Manchuria y parte del Tíbet) con retornos periódicos a Venecia.
Durante uno de ellos, en 1446, fue elegido para el Consejo de los Cuarenta, el tribunal supremo veneciano, que acaba de ampliar el número de sus miembros para dividirse en dos, las llamadas Quarantia Civil y Quarantia Penal. Dos años después le nombraron consejero de dos de las colonias venecianas en Grecia, Corone y Modón, orientando cada vez más su carrera a la diplomacia.
Barbaro puso fin a su estancia en Tartaria cuando el Imperio Otomano se hizo con el control del Kanato de Crimea, regresando a la República Serenísima tras rechazar la oferta de ser cónsul en Tanais en 1460 sin que se sepa la razón. En cambio, sí aceptó ser proveditore (proveedor, una especie de gobernador) en Albania, lo que implicó combatir junto a los naturales contra los turcos. Esa etapa albanesa se prolongó hasta 1472, año en que regresó a Venecia para tomar parte -como senador que aún era- en la elección del nuevo Dux, Nicoló Tron.
En esos momentos el gran peligro para el mundo occidental en el Mediterráneo eran los otomanos, así que la República se sumó a la alianza que formaban Nápoles, los Estados Pontificios, el reino de Chipre y los Caballeros de Rodas (los antiguos Hospitalarios,que luego pasarían a ser la Orden de Malta). Paralelamente se iniciaron conversaciones con Persia, que sin comprometerse aceptó recibir embajadores. Dado su conocimiento de Asia, incluyendo algo de las lenguas persa y turca, Barbaro fue elegido para ese cometido en 1472.
Partió para su misión con tres galeras y por el camino se le unieron representantes de otros estados cristianos. Alcanzaron Chipre, donde colaboraron en la lucha contra los otomanos pese a la apariencias que trataba de mantener el rey Jaime II y a las intrigas de los napolitanos, que no veían con buenos ojos que Venecia extendiera sus tentáculos hasta allí.
La muerte del monarca dejó a los venecianos en una posición muy delicada, con una rebelión abierta instigada contra ellos. Finalmente la insurrección fue aplastada y, en efecto, la isla quedó bajo la órbita del Dux.
Ello dejó las manos libres a Barbaro para continuar su misión. Él y el representante persa se disfrazaron de peregrinos musulmanes y en 1474 viajaron por Asia Menor, desde Cilicia hasta la corte de Uzun Hasán, el turcomano de la dinastía Ak Koyunlu que había fundado un imperio aunando los territorios de lo que hoy son Irán, Irak, Turquía, Azerbaiyán y Armenia. No fue una ruta fácil; fueron atacados por bandidos kurdos que mataron a buena parte de la comitiva (Barbaro escapó herido al galope), incluyendo al emisario persa. Más tarde sobreviviría a un nuevo asalto.
Finalmente pudo reunirse con Uzun Hasán pero no convencerle para que se enfrentara al Imperio Otomano otra vez, en parte porque el hijo del mandatario se alzó en armas tratando de hacerse con el poder. El veneciano aprovechó aquellos problemas internos para acercarse a las ruinas de Persépolis, que tomó por judías, así como a Pasargada, siendo el primer europeo en verla y donde creyó la leyenda local de que la tumba de Ciro el Grande había sido construida para la madre de Salomón (algo que había evitado su destrucción).
Barbaro permaneció en Persia hasta el fallecimiento de Uzun Hasan en 1478, que dio pasó a una guerra civil entre sus hijos. Él aprovechó la confusión para escapar por Siria y arribó a Venecia al año siguiente para encontrarse con una acusación de dejadez en sus funciones, debido al tiempo que había pasado en Chipre.
Superado ese obstáculo, continuó su carrera política como gobernador de la región de Polesine y consejero del dux Agostino Barbarigo, el mandatario que se decantó por la guerra abierta -con resultados adversos- contra un Imperio Otomano que ya era una clara amenaza para la hasta entonces incontestable primacía veneciana.
En aquel inicio de la decadencia, Barbaro también empezaba a notar el paso de los años y antes de que el recuerdo de sus viajes se diluyera decidió plasmarlo en un libro que empezó a escribir en 1485 y terminó en 1487 con el título Viaggi fatti da Vinetia alla Tana in Persia, in India et in Constantinopoli (aunque no se publicaría hasta 1543).
Es una obra importante por cuanto contiene referencias únicas sobre determinados sitios, si bien es difícil de interpretar al no estar narrada cronológicamente.
En cualquier caso ya podía morir tranquilo y lo hizo en 1494. Su sepulcro, que estaba en al claustro de la citada iglesia de San Francesco della Vigna, resultó destruido durante la ocupación napoleónica pero perviven sus palabras, algunas de las cuales son perfectas para cerrar este artículo:
(…) credo dire con verità esser io uno di quelli con ciò che quasi tutto il tempo della gioventù mia et buona parte della vecchiezza habbia speso in luoghi lontani et fra genti barbare et huomini alieni al tutto della civilità et da costumi nostri; in tra i quali o provato he visto molte cose che per non esser usitati de qua aquelli che, per modo de dir, mai furon fora di Venetia, forsi parerian busie, questa é stata principalmente la casone per la qual no men ho mai tropo curato né de scriver quello ho visto, ne etiamdio de parlarne molto. (Creo decir en verdad que casi todo el tiempo de mi juventud y una buena parte de la vejez las pasé en lugares lejanos y entre pueblos bárbaros y ajenos del todo a nuestra civilización y nuestras costumbres; en ellos he visto muchas cosas que no se pueden explicar aquí a aquellos que, por decirlo así, nunca salieron de Venecia, tal vez [lo considerarían] mentiras, y ésta fue principalmente la razón por la que nunca me había preocupado demasiado por escribir lo que vi, no hablo mucho al respecto).
Fuentes
Viaggi fatti da Vinetia alla Tana in Persia, in India et in Constantinopoli (Giosafat Barbaro)/Travels to Tana and Persia. A narrative of italian travels in Persia (Giosafat Barbaro y Ambrogio Contarini)/Dizionario biografico degli italiani (Roberto Almagiá)/Homo viator, homo scribens. Cultura gráfica, información y gobierno en la expansión atlántica (siglos XV-XVII) (Carlos A. González Sánchez)/Wikipedia
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