Chipre, 1961. Una noche, Eve Dray, esposa del arqueólogo James Stewart, aprovechó que su marido estaba ausente en una campaña de excavaciones de la necrópolis de Karmi para ordenar las olvidadas pertenencias de su difunto padre. Grandes pilas de papeles se amontonaban como legado de Thomas Dray pero encontró algo más que llamó su atención. La casa había pertenecido antes a William Scoresby Routledge un viejo amigo de la familia que, al fallecer en 1939, se la había dejado en herencia a Dray y resultó que parte de aquella documentación era suya. O, para ser exactos, de su esposa Katherine, fallecida cuatro años antes que él en penosas circunstancias. Lo que tenía Eve entre manos era un auténtico tesoro cultural.

Efectivamente, allí había mapas topográficos, bocetos levantados a mano, tarjetas con datos antropológicos, fichas de vocabulario, bosquejos de árboles genealógicos, ajadas fotografías y unos cuantos objetos personales más, todo ello relacionado con el viaje de investigación que Katherine y su marido realizaran en 1914 a la isla de Pascua. Eve no tenía conocimiento de aquel tema pero le pareció que podía ofrecer interés académico, así que recogió todo y se lo remitió a la secretaria de su marido, quien a su vez envió el lote a la Royal Geographical Society. La sorpresa fue mayúscula en la institución, pues todos los estudios realizados hasta entonces sobre aquel pedazo de tierra en medio del Pacífico no habían podido incluir aquel material por desconocer su existencia.

Katherine Pease nació en 1866 en Darlington, Inglaterra, hija de una familia cuáquera. Graduada en Historia Moderna por el Sommerville Hall de Oxford, viajó a Sudáfrica tras la Segunda Guerra Bóer como miembro de un equipo que debía estudiar el traslado y establecimiento de mujeres solteras inglesas en aquellas latitudes. Fue allí donde conoció a William, médico, etnògrafo y antropólogo, que pertencecía a diversas sociedades de estudios, y con quien se casó en 1906, pasando a llamarse Katherine Routledge. El matrimonio emprendió una vida aventurera cuya primera etapa fue en el mismo continente negro pero un poco más al norte, en lo que entonces era el África Oriental Británica, estudiando in situ las costumbres de los kikuyu. Katherine se convirtió en la primera mujer blanca que asistía a los rituales iniciáticos, documentando de primera mano la circuncisión (la masculina y la femenina) y recogiendo multitud de leyendas orales. Todo ello quedó plasmado en un libro que se publicó en 1910 con el título With a prehistoric people (Con gente prehistórica).

La goleta Mana / foto dominio público en Wikimedia Commons

La siguiente estación estaba mucho más lejos y aislada: una isla chilena del Pacífico llamada Pascua, a donde iban a investigar en lo que llamaron la Expedición Mana, en alusión a la goleta de veintisiete metros de eslora que construyeron y bautizaron con ese nombre; Mana era la palabra que los nativos del lugar usaban para referirse a un espíritu o poder sobrenatural que actúa sobre todo. Acompañados de una tripulación y un capitán de la Royal Navy zarparon de Falmouth el 25 de marzo de 1913 rumbo al Océano Pacífico, arribando un año después (incluso pasaron por Canarias, donde dedicaron un tiempo al estudio de los guanches). Una vez en Pascua levantaron dos campamentos, uno en Mataveri y otro en Rano Raraku, donde estaba la cantera de los moais.

Si esos emblemáticos gigantes de piedra volcánica constituían el interés inicial de aquella empresa, poco a poco éste fue derivando hacia los nativos. Es cierto que se excavaron más de una treintena de moais pero el verdadero valor del trabajo estaba en la atención prestada a la memoria viva, mediante una recopilación de leyendas y mitos que los aborígenes transmitían por tradición oral, tal cual había hecho antes con los kikuyu. Con la ayuda de Juan Tepano, un pascuense, Katherine -que apenas chapurreaba español- pudo analizar la misteriosa escritura rongorongo y compararla con los tatuajes de los aborígenes, hablar con los ancianos, visitar una colonia de leprosos e investigar el culto a Tangata Manu (el Hombre Pájaro, el vencedor de una curiosa competición ritual) y las historias acerca de Hotu Matua (el legendario primer colonizador de Rapa Nui, presuntamente procedente de las Islas Marquesas), separando lo real de lo que consideraba una tendencia de los nativos a fantasear.

Retrato tardío de Katherine Routledge / foto dominio público en Wikimedia Commons

Esta ardua y entusiasta labor la llevó a cabo Katherine en solitario, ya que su marido tuvo que ausentarse a causa del estallido de la Primera Guerra Mundial y la presencia en Pascua de buques de guerra alemanes. Ésa fue una de las razones por las que su trabajo no fue tomado demasiado en serio en los círculos antropológicos académicos; ella no tenía esa titulación, como tampoco la de Arqueología (aunque era historiadora) pero, sobre todo, se trataba de una mujer y por eso tampoco faltaron rumores entre los propios isleños sobre una presunta relación -inexistente, que se sepa- con el citado Juan Tepano. Sin embargo, el libro que publicó en 1919 narrando la experiencia, The Mystery of Easter Island: The Story of an Expedition, tuvo cierto éxito pero se trataba más que nada de un relato de la aventura; Katherine explicó que sacaría una segunda parte centrada en el aspecto científico pero no llegó a hacerlo.

La razón principal fue que desarrolló una esquizofrenia grave, que derivó en paranoia delirante y la llevó a montar monumentales discusiones con su marido y protagonizar escándalos públicos, como cuando arrojó la ropa de él por la ventana de su domicilio londinense para luego atrincherarse dentro. La genética debió tener que ver porque también su hermano padecía esa enfermedad, aunque la familia le echaba la culpa a Angata, una hechicera a la que conoció en Rapa Nui, o a la afición a la moda espiritista que había practicado en Oxford durante sus años de estudiante. En cualquier caso, el problema fue creciendo y en 1929, después de que el matrimonio se quebrase al retirarle William el control sobre las cuentas y contestarle ella con una campaña en los medios de comunicación, Katherine tuvo que ser recluida en un hospital.

Allí murió en 1935 y William donó todas sus notas y papeles a la Royal Geographical Society, de la que era miembro, renunciando a publicar ese material por su cuenta. Aquella colección fue ampliada una década después con la adquisición de centenar y medio de negativos fotográficos, mientras otras instituciones, como el British Museum, también iban incorporando otras piezas. El descubrimiento de Eve Dray en 1961 terminó devolviendo a Katherine el mérito pionero que le correspondía.


Fuentes

Routledge, Katherine: The mistery of Easter Island / Easter Island Statue Project / Van Tilburg, Jo Anne: Among Stone Giants: The Life of Katherine Routledge and Her Remarkable Expedition to Easter Island / Wikipedia


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