Istria es una región de Croacia que se extiende a lo largo de 430 kilómetros de costa mediterránea e incluso se interna, en su parte norte, en Eslovenia. Un clima benigno y su ubicación como punto de encuentro entre las rutas orientales y occidentales hicieron de ella un lugar estratégicamente interesante y así lo supieron ver los romanos, que en eso eran los maestros.

Por supuesto, por allí habían pasado anteriormente otras culturas y pueblos, como Hallstatt o lo propios istrios que le dejaron su nombre, y después sería el Sacro Imperio Romano-Germánico y los venecianos quienes dominarían la región.

Pero seguramente fue Roma la que dejó la huella monumental más profunda, especialmente en la que se puede considerar la ciudad más importante -aunque no es muy grande- de la zona, Pula. Quizá porque, al igual que la capital del imperio, se alzaba sobre siete colinas.

Interior del Coliseo de Pula / foto Shutterstock
Interior del Coliseo de Pula / foto Shutterstock

El casco histórico de Pula aún conserva numerosos restos romanos, desde el Arco de los Sergios a la Puerta de Hércules, pasando por el Teatro y la Puerta Gémina. También numerosas piezas más pequeñas (mosaicos, lápidas, estatuas y similares, buena parte de ellas procedentes de la antigua Nesactium, otra ciudad romana vecina) que se conservan en el Museo Arqueológico. Pero creo que si hay un monumento que destacar es el impresionante anfiteatro, conocido como Arena, uno de los más grandes del mundo hasta el punto de que se sitúa fuera del perímetro de las murallas.

Un simple vistazo a la foto basta para darse cuenta del notable parecido que guarda con el Coliseo; al fin y al cabo son de la misma época, pues ambos fueron mandados construir por Vespasiano en el siglo I d.C. para sustituir al anterior de tiempos de Claudio que, a su vez, se erigió sobre uno de madera de la etapa de Augusto. De forma elíptica, con 132 metros de longitud por 105 de ancho y 32 de alto, está construido con piedra caliza, presenta 72 arcos y tenía aforo para 20.000 espectadores que asistían entusiasmados a las luchas de gladiadores.

Exterior del Coliseo de Pula / foto Shutterstock
Exterior del Coliseo de Pula / foto Shutterstock

Curiosamente, en la Edad Media no cambió de uso como otros, al menos no completamente, ya que se utilizó para celebrar torneos y justas de caballeros.

Como es lógico, hoy sí se usa para otros fines menos violentos. Culturales para más señas, pues si las gradas acogen espectáculos musicales y cinematográficos (el festival de cine más importante del país), los pasadizos subterráneos por donde antaño se movían los combatientes y fieras son ahora galerías para una exposición permanente sobre los cultivos de la vid para la producción de vino y de la aceituna, dos de las fuentes de riqueza locales heredadas de la antigüedad.

No es la única herencia de otra época porque incluso más atrás en el tiempo se sitúa el origen mítico de Pula, en una preciosa leyenda según la cual fue fundada por unos guerreros que, persiguiendo a Jasón para recuperar el Vellocino de Oro sin éxito, no se atrevieron a regresar a Cólquida y optaron por establecerse en el lugar.


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