No es necesario que una montaña mida ocho mil metros de altitud para que se convierta en una cima emblemática y lance cantos de sirena hacia escaladores y viajeros. El Kilimanjaro tanzano, el Huayna Picchu peruano, el Teide tinerfeño o el Naranjo de Bulnes asturiano son buenos ejemplos. Y China también tiene los suyos, como es el caso del monte Hua.

El Hua Shan, nombre que significa algo así como Monte Magnífico o Esplendoroso, es una elevación moderada (2.160 metros) que se encuentra en la sierra de Qinling, provincia de Shaanxi, cerca de Huayin y a unos ciento veinte kilómetros de Xi’an (sí, donde están los famosos guerreros de terracota). Está formado por cinco picos de los que la cota más alta es la sur.

Ascender el Hua se ha convertido en una especie de moda turística, tanto para chinos como para visitantes de otras nacionalidades, que tiene su origen en las peregrinaciones que se hacían a los santuarios que lo jalonaban desde el siglo II. Al parecer se pensaba que en las alturas moraba algún dios y colocar allá arriba un templo era una buena forma de ponerse en contacto con él.

Por eso al primero siguieron otros muchos y la montaña pasó a integrar el grupo de cinco montes sagrados del taoísmo. La leyenda dice que nacieron del cuerpo de Pangu, ser primigenio y creador del mundo, y corresponden cada uno a un punto cardinal, no geográfico sino orgánico. Así, el monte Hua correspondería a los pies, el Song al ombligo, los dos Heng a los brazos y el Tai a la cabeza.

Sin embargo, no fue esto lo que llamó la atención de los aventureros sino algo mucho más mundano y excitante: el camino para subir. Consiste en una aparentemente frágil pasarela de madera toscamente construida, con apenas un par de tablones de ancho y sin nada a qué agarrarse, que parece sacada de una película de Indiana Jones. De hecho, no hay que tomarla a broma porque allí dejó la vida mucha gente; tanta que las autoridades se vieron obligadas a tomar cartas en el asunto y dotar a la ascensión de unas medidas mínimas de seguridad.

Entre ellas figura hacer el trayecto con arnés, como si de una escalada se tratase. También se ha habilitado una ruta alternativa, más sencilla, con escalones y barandillas, que permite llegar arriba en tres horas aproximadamente. Y luego están los dos teleféricos, que suben a los picos Norte y Oeste por un precio que oscila entre ochenta y ciento cincuenta yuanes; claro que las colas de espera son como todo en China, desmesuradas.

Por eso, quien prefiera el coche de San Fernando tendrá que salir en tren o autobús desde Xi’an y llegar hasta la entrada del parque (a pie o en micro). Se puede ir y volver en el día, pero si alguien prefiere pernoctar hay alojamientos para ello, hoteles en las faldas de la montaña y pensiones en lo alto.


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