Hay veces en que veces la Naturaleza deja escapar su ramalazo más caprichoso y convierte algo que debería entrar en la categoría de normal en un espectáculo visual que, a la postre, sirve para llamar la atención sobre él y, paradójicamente, protegerlo. Ocurre con algunos seres vivos de esos que podemos considerar raros y también pasa en determinados paisajes.

Es el caso de dos inauditos rincones, uno en China y otro en Perú, en los que parece que se hubiera derramado una gigantesca paleta de pintura cambiando por completo su apariencia.

Basta echar un vistazo a las imágenes para entender la capacidad de epatar que tienen el Parque Geológico Zhangye Danxia y las montañas de Vinicunca, parajes casi gemelos donde la orografía troca el color gris de la piedra, el marrón de la tierra o el verde de la hierba por una sinfonía cromática donde aparecen otros tonos completamente insólitos, como el ocre, el rojo, el amarillo, el azul… Una versión material, palpable y permanente del arco iris.

Parque Geológico Zhangye Danxia/Imagen: YubYub41 en Wikimedia Commons

El parque chino se encuentra en la provincia de Gansu, en la zona noroeste del país. Mide unos 520 kilómetros cuadrados de superficie en los que se asientan las montañas Qilian, bajas y redondeadas por ser ya viejas, de unos 24 millones de años. La erosión ha actuado con fuerza sobre la piedra arenisca, esculpiéndola con curiosas formas. Pero lo más destacado es ese fantástico colorido, fruto del depósito de pigmentos minerales sobre los estratos rocosos, puestos a la vista por la acción orogénica.

En consecuencia, miríadas de turistas se acercan hasta ese sitio -declarado Patrimonio de la Humanidad en 2010- para contemplar en vivo el panorama, siendo necesario el pago de una entrada y hacer el recorrido en un autobús o vehículo, dadas las distancias a recorrer. Hay miradores habilitados en lugares estratégicos, generalmente abarrotados de curiosos cámara en mano.

Pero también Perú tiene un lugar parecido, aunque resulta mucho menos conocido porque el país andino tiene tantos atractivos turísticos que la parte del león se la llevan un puñado de ellos, quedando los demás en un segundo e injusto plano. No entra en esta categoría Cuzco, reconocida como una de las ciudades más bellas de Sudamérica, pero lo cierto es que quienes la visitan bastante tienen con intentar ver todo lo que hay en el casco urbano y, si acaso, extender su radio de acción a los puntos arqueológicos de los alrededores y al Valle Sagrado.

Montañas Arco Iris/Imagen: Michaellbrawn en Wikimedia Commons

En ese plan, casi todos los viajeros pasan por alto la presencia del apu Ausangate, una montaña de 6.372 metros de altitud (la quinta cota del país) situada en la cordillera de Vilcanota, a un centenar de kilómetros de la antigua capital inca. El Ausangate sí que es frecuentado por montañeros pero, incomprensiblemente, pocos saben que en sus inmediaciones tienen el show cromático de Vinicunca, una sucesión de elevaciones que se han hecho acreedoras al sobrenombre extraoficial de Montañas Arco Iris.

Un paseo por esos lares constituye una experiencia muy especial, combinando el hecho de estar a semejantes cotas con el disfrute de una actividad al aire libre y la contemplación de una maravilla visual. Lo de incomprensible, que decía antes, se puede hacer extensible a las autoridades turísticas peruanas, que no promocionan el lugar; quizá por lo que también refería, en cuanto a que están sobrados de atractivos.

De hecho, resulta bastante difícil encontrar información y sólo las empresas locales que organizan rutas de montaña lo mencionan. Viendo el vaso medio lleno, entre eso y que subir por encima de 6.000 metros no está al alcance cualquiera, está garantizada una visita libre de masificación.


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