Imagen: PublicDomainPictures en Pixabay

¿Poliagua? ¿Nueva forma de agua? ¿Es que hay maś de una? El caso es que así lo pensó un grupo de científicos en la segunda mitad de los años sesenta, y no de forma meramente teórica sino después de haber conseguido producirla en condiciones de laboratorio. Y, sin embargo, se equivocaban.

Todo empezó en la URSS, cuando unos científicos obtuvieron por condensación de agua pura congelada unas gotas viscosas que no se congelaban a cero grados sino que necesitaban ser sometidas a menos de cuarenta grados bajo cero para solidificarse formando una especie de pasta vítrea de color marronáceo. Tan fantástico descubrimiento remitía a trabajos de décadas anteriores del químico Walter A. Patrick y su pupilo León Shershefsy, a los que siguieron otros de los rusos K.M. Chmutov y Nicolai Fedyakin, en los que se verificaba la posibilidad de hacer el agua más resistente a la evaporación si se la condensaba en un fino tubo de vidrio.

El resultado de esos experimentos fue una sustancia oleosa diez veces más viscosa que el agua normal, un 40% más densa y que no se expandía al congelarse. El responsable de la prueba definitiva fue Fedyakin pero en aquella época el sabio más importante de la URSS era Boris V. Deryagin, que prácticamente se apropió de la autoría para presentarla oficialmente a la comunidad científica internacional, ante la Sociedad Faraday de Inglaterra. Corría el año 1966 y ya había un nuevo concepto para la química: Poliagua, agua polimerizada.

Por supuesto, hubo muchos que se mostraron escépticos cuando no abiertamente en contra. Pero en plena Guerra Fría nadie estaba dispuesto a quedarse atrás en inventos revolucionarios, así que EEUU también empezó a hacer sus experimentos. Robert R. Stromberg y Warren Grant siguieron el método empleado por los soviéticos condensando agua en una serie de tubos ultrafinos y dejándola reposar dieciocho horas para encontrar unas pequeñas de poliagua en su interior. Cuidadosamente extrajeron el material con una jeringuilla, gota a gota, y en el transcurso de los meses, acumularon un par de gramos que sirvieron para confirmar las características de la sustancia en viscosidad, densidad, punto de congelación y punto de fusión.

Fue todo un acontecimiento. La revista Popular Science publicó un artículo titulado Cómo hacer su propio Polywater, la oficina de investigación Naval organizó un simposio sobre el tema y un nuevo científico, Ellis Lippincort, químico, se asoció a Stromberg y Grant para analizar el polímero con un espectómetro. Lo que encontraron les sorprendió. El espectro de luz absorbida por el poliagua no coincidía con ninguno de una base de datos de aproximadamente cien mil sustancias. También realizaron una espectroscopia Raman, un láser de argón ara medir el espectro de luz que emite después. De nuevo obtuvieron una lectura única.

Medios de comunicación, revistas especializadas y público en general se sintieros subyugados por el poliagua. La industria contactó con el equipo inquiriendo sobre posibles aplicaciones como anticongelante o en desaladoras marinas, el Gobierno de EEUU creó y financió un laboratorio para producirla en masa e incluso un episodio de la serie Star Trek trató el tema. Asimismo se habló del Nobel para los implicados.

A cambio, también surgieron los inevitables rumores sobre su presunta peligrosidad, en el sentido de que se podría polimerizar todo el agua de la Tierra, a pesar de que hasta entonces -decían sus defensores- no había ocurrido nada así. Hubo quien teorizó sobre que ése era el origen de la arcilla y no faltó una novela (La cuna del gato, de Kurt Vonnegut) en la que se planteaba la cuestión pero a la inversa: una sustancia llamada Hielo 9 con capacidad para congelar todo un océano por simple contacto.

Al final, los propios científicos que habían trabajado tanto en ello empezaron a tener dudas y fue el postdoctorado Dennis Rousseau, actual presidente del Departamento de Fisiología de la Facultad de medicina de Einstein, quien terminó zanjando la cuestión al realizar un análisis para el sodio y encontrar este elemento, junto con calcio, potasio y cloro, en todo el poliagua producida hasta entonces. Era la misma combinación del sudor, que de alguna manera había contaminado las muestras, como confirmaron los mismos Stromberg, Grant y Lippincort poco después tras nuevas pruebas.

La revista Science publicó estos resultados en 1971 y se puso fin a la historia del poliagua. Los datos eran correctos pero se interpretaron de forma errónea. Y claro, no hubo premio Nobel.

Vía: Slate

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