¿Es posible que una misteriosa señal, que al final provenía de un simple microondas, haya mantenido en la intriga a los astrónomos australianos durante diecisiete años nada menos? El título parece una especie de broma o exageración pero es real: todo empezó en 1998 y hasta hace muy poco no pudieron resolver el enigma.
En honor a la verdad hay que decir que el asunto tampoco les quitaba el sueño porque tenían acotado el origen de la emisión en un radio aproximado de cinco kilómetros, lo cual descartaba esas teorías a las que enseguida se abonarían los macgufos. Pero no dejaba de resultar incómodo tener un problema y no poder resolverlo.
La alarma saltó en el observatorio de Parkes, cuando se detectó una señal de 1,4 GHz y muy corta duración, unos 250 ms. Conocidas técnicamente como perytons, este tipo de registros sonoros de origen terrestre suelen atribuirse a fenómenos atmosféricos, generalmente relacionados con los relámpagos. Es decir, se producen de una forma aleatoria distribuida a lo largo de la jornada. Pero en este caso eran cíclicos, produciéndose de forma periódica a determinadas horas del día, siempre las mismas, y dentro de un radio demasiado próximo al observatorio.
Con esos datos se deducía que eran los propios seres humanos quienes las provocaban de alguna manera pero ¿cuál? Seguramente de haber sido algo importante se hubiera dedicado más atención al asunto pero dada su inocuidad nadie insistió en estudiar el asunto; si acaso, alguno de los científicos aventuró que la causa sería un aparato con mal funcionamiento, aunque ninguno trabaja allí directamente, estando las instalaciones a cargo de simples operarios. Además, para ello hubiera hecho falta orientar ad hoc el radiotelescopio y éste tiene misiones más importantes.
Por fin, a principios de este año consiguieron un detector de interferencias con el que arrojaron luz definitivamente y solucionaron el misterio. No había un culpable sino dos y una explicación sencilla, prosaica, casi cómica: eran un par de microondas, bastante antiguos por cierto, que estaban en la cocina del propio complejo y que, cuando se abrían antes de tiempo sin que el contador llegase a cero, emitían esa pequeña señal. Es decir, el magnetrón, que es el dispositivo que produce las microondas del horno para calentar las cosas, seguía funcionando un breve tiempo al abrir la puerta.
Uno de los elementos que añadió confusión fue que las emisiones de los microondas suelen ser de 2,4 GHz, no de 1,4 como en este caso. Asimismo, la escasa cantidad de emisiones, con un total de 46 perytons en todos estos años, despistaba bastante. Y eso que la franja horaria coincidía sospechosamente con la llegada del almuerzo.
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