No se trata de una especie de ave a punto de desaparecer; en este caso, hablamos de pelirrojos humanos. Resulta que un equipo científico del Scotlands-DNA Center ha realizado un estudio cuya conclusión es que el cambio climático podría tener un nuevo y nefasto efecto adverso: reducir la variedad actual de nuestro color capilar al hacer desaparecer el pelo rojizo.
Ese peculiar tono cromático, escaso en España, tiene origen genético: una mutación de la proteína MC 1R causada por el cromosoma 16 y cuyo origen se remonta ya a la Prehistoria (se empezó a dar entre los neandertales) y que, junto con la piel clara, las pecas y los ojos azules, triunfó evolutivamente por favorecer la adaptación al clima frío de la última glaciación. Ello se debió a que esas características físicas facilitan un mayor aprovechamiento de la vitamina D que llega a través de los rayos de sol, entonces escasos.
Los pelirrojos abundan especialmente en Reino Unido, donde hay unos 20 millones de ellos en países como Inglaterra, Irlanda y, sobre todo, Escocia, donde forman el 13% de la población (unas 650.000 personas) frente a un 1-2% del resto del mundo. Además, se calcula que el 40% de lo escoceses (1,6 millones aproximadamente) es portador del gen; es decir, lo pueden transmitir a sus descendientes aunque ellos no tengan ese tono de pelo. Algo que en el sureste escocés, en torno a Edimburgo, alcanza a la mitad de la población.
Pues bien, resulta que ese gen mutante que ha permitido perpetuar el peculiar color del cabello u el azul de los ojos es recesivo y podría resultar ya innecesario y, en consecuencia, ir reduciéndose de forma natural poco a poco hasta desaparecer. O sea, que se extinguirían los pelirrojos, igual que antaño lo hicieron los neandertales, y por causas similares: un exceso de adaptación que queda obsoleto al cambiar las condiciones ambientales.
Lo explica el doctor Alistair Moffat, director del citado centro escocés: «Si el clima está cambiando y habrá más sol y menos nubes, esto afectará al gen; habrá menos personas que sean genéticamente portadoras». Asimismo, hay que tener en cuenta que ese tipo de gente es más sensible a la luz y, por tanto, más propensa al cáncer. La buena noticia es que no sería algo inmediato y harían falta cientos de años, así como una alteración climática importante y mantenida en el tiempo.
Vía: The Independent
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