El monumento más conocido de Berlín es, sin duda, la Puerta de Brandeburgo. Pero uno de los lugares más estremecedores se encuentra justo en uno de los laterales de la misma, en Pariser Platz. Se trata de la Sala del Silencio o Raum der Stille.

Muchos turistas pasan de largo sin acceder a ella, la mayoría ignorando incluso su propia existencia. Vienen de visitar los restos del muro que dividió la ciudad durante 28 años, o de la sobrecogedora extensión laberíntica del monumento en memoria de los judíos. Pasan frente a la puerta que pone Silencio y siguen adelante.

Pero para experimentar Berlín en su totalidad hay que atreverse a traspasar esa puerta que pone Silencio. Una vez dentro nos encontramos una sala desnuda, con unas pocas sillas y un tapiz realizado por Ritta Hager que quiere representar a la luz penetrando en la oscuridad. Y experimentamos el silencio más profundo que hayamos conocido mientras reflexionamos sobre todo lo que hemos visto en Berlín. Os aseguro que se trata de una experiencia irrepetible.

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La Sala del Silencio se creó en 1994 tomando como modelo la sala de meditación instalada en 1954 por el secretario general de la ONU Dag Hammarskjöld para sus colaboradores en el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York. Representa, para los berlineses y para el mundo, un lugar de tolerancia independiente de cualquier religión o ideología política. Un lugar absolutamente neutral, de encuentro y exhortación pacífica contra la violencia y la xenofobia. Un lugar que sólo podría existir en Berlín.

La Raum der Stille abre todos los días de 11 de la mañana a 6 de la tarde, salvo en noviembre (de 11 a 5 de la tarde) y en diciembre y enero (de 11 a 4 de la tarde).

Gracias a IberiaExpress (que tiene tres vuelos semanales de Madrid a Berlín desde 128 euros ida y vuelta) por acercarme a la Sala del Silencio y a Berlín.

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