Puede que más de uno se asombre si digo que los mayas aún viven pero así es. Ya no forman el imperio precolombino descentralizado que llegó a ocupar la península del Yucatán pero en la actualidad buena parte de la población de Guatemala (Honduras y México en menor medida) desciende directamente de ellos y se muestra orgullosa de su pasado.
Conservan vestidos tradicionales, danzas, música y otros elementos del folklore, además de estar muy de moda últimamente por el apocalipsis que vaticina su calendario para 2012. ¿Qué pasaría si se hiciera realidad y el mundo tuviera que empezar de nuevo? La mejor forma de saberlo sería recurrir a un curioso libro llamado Popol Vuh, considerado la Biblia de aquella cultura.
El ejemplar más antiguo conocido está escrito en pergamino y no en el sistema de escritura clásico maya, pictográfico, sino en caracteres latinos, por obra de un misionero español llamado fray Alonso de Portillo de Noreña que lo transcribió en 1542. En 1701 sería otro religioso, fray Francisco de Jiménez, el encargado de traducirlo al castellano.
El libro permaneció guardado en el convento guatemalteco de Santo Domingo y luego en la Universidad de San Carlos hasta que el austríaco Charles Scherzer lo redescubrió y publicó en Europa en 1857. Más tarde, el abad francés Charles Etienne Brasseur de Bourbourg se lo llevó, traduciéndolo al francés y dándole el título de Popol Vuh que aún conserva (significa algo así como «Libro de la comunidad»). El original pasó por diversos avatares y terminó en una biblioteca de Chicago, la Newberry, donde aún se conserva.
El Popol Vuh es un compendio de religión, historia y costumbres que está dividido en tres partes: la primera cuenta el origen del mundo; la segunda cuenta la lucha de dos semidioses llamados Hunahpú e Ixbalanqué contra sus hermanos Hunbatz y Hunchowen, que intentan asesinarles y terminan convertidos en monos; la tercera es una crónica de los pueblos quichés, que formaban parte del grupo maya.
El grado de verosimilitud del libro es hoy objeto de polémica porque los expertos detectan demasiado parecido con la forma de narrar cristiana, didáctica y pedagógica, con una equivalencia con el Génesis más que evidente. Probablemente las traducciones efectuadas en los primeros tiempos por religiosos fueron demasiado libres y orientadas. Aún así se trata de una joya bibliográfica.
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