A veces no hace falta inventar nada nuevo, tan solo basta con que algo funcione para que cambie la vida de mucha gente. En buena parte de la España interior, donde la despoblación avanza más deprisa que las soluciones, la posibilidad de acceder a estudios universitarios sigue siendo un lujo para muchos jóvenes. Y no es ni mucho menos por falta de talento, es porque falta infraestructura. Y ahí, desde hace más de cinco décadas, la UNED cumple una función que muchas veces pasa desapercibida, la de acercar la universidad donde ninguna otra llega.

En este sentido, la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), creada en 1972, y sus centros asociados han permitido estudiar a quienes no pueden desplazarse a una ciudad universitaria.

Cuando la universidad más cercana está a dos horas

La llamada “España vaciada” es algo más que un concepto político. Es una realidad que se toca, se mide y, sobre todo, se sufre. En muchas zonas del interior, como Teruel, Soria o Zamora, acceder a la universidad implica recorrer decenas de kilómetros o incluso mudarse, porque la oferta académica no siempre llega a los municipios más pequeños. Y no todos pueden hacerlo, ya no solo por el coste económico, que ya es alto, sino también el emocional, dejando a la familia, abandonando el arraigo, adaptándose a una ciudad lejana.

Ahí es donde la UNED ha sido una puerta abierta gracias a un modelo híbrido, basado en formación online y apoyo presencial en centros repartidos por todo el país que ha permitido que miles de estudiantes puedan seguir formándose sin dejar su lugar de origen. En muchos casos, es la única universidad accesible sin necesidad de emigrar.

Y no es una opción de segunda, ya que la oferta académica de la UNED es extensa y sólida, con más de 30 grados, 75 másteres oficiales y un sinfín de cursos de formación continua. Desde Derecho hasta Ingeniería, pasando por Psicología, Antropología o Ciencias Ambientales, con flexibilidad horaria y exámenes presenciales que permiten organizarse en función de las circunstancias de cada cual.

Centros que no son solo centros

Quien haya pisado alguna vez un centro asociado de la UNED sabe que no se trata simplemente de aulas con ordenadores. En muchos municipios pequeños, son uno de los pocos espacios vivos de formación permanente. Ofrecen tutorías, bibliotecas, atención administrativa, pero también algo más difícil de medir, la compañía intelectual con actividades culturales, conferencias, cineforums, talleres. En definitiva, presencia humana alrededor del conocimiento.

En pueblos donde apenas quedan institutos, la existencia de un centro de la UNED funciona como un ancla que permite estudiar sin irse y da motivos para quedarse, y eso es algo que no muchas instituciones logran. Hay ejemplos por todo el país, desde la Montaña Palentina, en Barbastro, en Valdepeñas, en Ponferrada… territorios que, gracias a estos centros, han podido seguir respirando un poco de universidad.

Además, el profesorado asociado y el personal que trabaja en estos centros suele tener un conocimiento muy arraigado del territorio. Eso facilita que la educación se adapte al contexto, que se escuche a los estudiantes, que se personalice la experiencia. Un estudiante de la UNED en un pueblo no es un número, es alguien con nombre, con historia, con necesidades concretas.

Una universidad con más de un perfil

No todo el alumnado que forma parte de la UNED son jóvenes de 18 años que no pueden permitirse mudarse. De hecho, uno de sus grandes éxitos ha sido abrir la puerta a otros perfiles, como personas que trabajan, que crían, que cuidan, que interrumpieron sus estudios y quieren retomarlos. En muchas zonas rurales, son mujeres adultas quienes más aprovechan esta vía como forma de ganar independencia, optar a un puesto público o simplemente realizarse.

También hay quien cursa una segunda carrera, o quien prepara unas oposiciones mientras estudia. En territorios donde el empleo escasea, acceder a un título universitario marca la diferencia entre quedarse o irse, fortaleciendo el capital humano local, un recurso tan valioso como olvidado.

En un país donde la desigualdad territorial se traduce en trenes que no pasan, hospitales lejanos o institutos en decadencia, que exista una universidad pública y sólida que llegue a todos es, sencillamente, imprescindible.

Por eso, hablar de la UNED no es solo hablar de educación, es hablar de equilibrio territorial, de cohesión, de futuro. Cuando se plantea cómo luchar contra la despoblación, la formación superior debería estar en el centro del debate. No basta con incentivos fiscales o con promesas de conectividad, ya que, sin acceso real a la educación, ningún proyecto de vida se sostiene.

Quizás, entre todas las medidas imaginadas para revitalizar la España rural, ninguna sea tan poderosa como la de permitir que alguien pueda estudiar una carrera sin tener que abandonar su pueblo. Y en eso, la UNED lleva décadas abriendo camino.


  • Compártelo en:
  • facebook-logo
  • x-logo
  • whatsapp-logo
  • bluesky-logo

Descubre más desde La Brújula Verde

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Something went wrong. Please refresh the page and/or try again.