La ciudad de Arlés en la Provenza francesa alberga un singular legado de la ingeniería romana, un sistema de acueductos que durante siglos abasteció de agua a sus habitantes, los baños públicos y hasta un gran complejo de molinos hidráulicos.
Ahora un equipo de investigadores de las universidades de Maguncia (JGU), Oxford e Innsbruck ha logrado descifrar la intrincada historia de esta red hidráulica gracias a un elemento inesperado: los depósitos de carbonato, cal que se acumula en tuberías y estructuras y que los romanos dejaron atrás como un archivo geológico.
Los hallazgos, publicados en la revista Geoarchaeology, revelan cómo funcionaba el sistema y cómo fue adaptado y mantenido a lo largo de los siglos, convirtiéndose en un ejemplo de sostenibilidad en la Antigüedad.

El estudio, liderado por la geóloga Dra. Gül Sürmelihindi del Instituto de Geociencias de la JGU, se centró en analizar las capas de carbonato que se depositaron en los acueductos, las tuberías de plomo e incluso en fragmentos reutilizados como material de construcción en las Termas de Constantino. A diferencia de investigaciones previas, que solían estudiar acueductos de forma aislada, aquí analizamos todo el sistema de abastecimiento de Arlés, compuesto por múltiples acueductos, una cisterna y estructuras interconectadas, explicó el profesor Cees Passchier, coautor del estudio.
Los resultados confirmaron lo que hasta ahora eran hipótesis, que el sistema comenzó a construirse alrededor del año 3 a.C. con un acueducto que traía agua desde la vertiente sur de las colinas de Alpilles. Casi un siglo después los ingenieros romanos añadieron un segundo acueducto desde el lado norte de las mismas colinas, cuyas aguas se unieron a las del primero en una cisterna que ya formaba parte de la estructura original.
Pero hubo un cambio crucial, el acueducto sur fue redirigido para alimentar el famoso complejo de molinos de Barbegal, una instalación industrial con 16 ruedas hidráulicas que es la mayor concentración conocida de energía mecánica en la Antigüedad, y cuya existencia ya había sido confirmada en un estudio previo del mismo equipo, también mediante el análisis de carbonatos.

Uno de los hallazgos clave fue el papel de la cisterna principal, que inicialmente funcionó como un depósito de decantación donde se sedimentaban arena y otros materiales antes de que el agua continuara su camino por un puente arqueado. Sin embargo, cuando se añadió el acueducto norte, los romanos lo conectaron de manera improvisada como delatan los restos arquitectónicos de su entrada elevada en la cisterna. Se ve claramente que fue una modificación posterior, no parte del diseño original, señaló Sürmelihindi.
El rompecabezas no estaría completo sin un descubrimiento fortuito, fragmentos de carbonato incrustados en el techo derrumbado de las Termas de Constantino construidas en el siglo IV d.C. bajo órdenes de este emperador. Estos fragmentos pertenecían al acueducto norte, lo que indica que, durante la construcción de las termas, el acueducto fue limpiado y los residuos de carbonato se reutilizaron como material de construcción, explicó la investigadora. Este detalle revela que las termas se abastecían del acueducto norte, que seguía en uso y en buen estado al menos hasta esa época, probablemente hasta el siglo V, cuando las invasiones francas y burgundias desestabilizaron la región.
El misterio de las tuberías de plomo del Ródano
Otro enigma resuelto es el de las grandes tuberías de plomo descubiertas en el siglo XIX en el lecho del Ródano. Durante décadas los arqueólogos debatieron si transportaban agua hacia o desde la ciudad. Ahora el análisis isotópico de los carbonatos dentro de estas tuberías demostró que su composición coincidía con la de los depósitos de los acueductos norte y sur, confirmando que formaban parte de un sifón invertido que cruzaba el río para abastecer al barrio de Trinquetaille, en la orilla opuesta.
Uno de los mayores desafíos para los investigadores fue datar los depósitos de carbonato, ya que estaban contaminados con arcilla, lo que invalidaba métodos tradicionales como la datación por radiocarbono. En su lugar el equipo analizó isótopos estables de oxígeno y carbono, comparando sus perfiles para identificar capas depositadas en el mismo período. Fue como leer los anillos de un árbol, pero en la cal de un acueducto, comparó Passchier. Esta técnica permitió establecer no solo cuándo se hicieron modificaciones en el sistema, sino también su longevidad.
Lo más destacable, según los investigadores, es que el acueducto de Arlés no fue una obra estática sino un sistema dinámico, readaptado y mantenido durante siglos. Los romanos no solo lo construyeron, sino que lo optimizaron, repararon y reutilizaron con una eficiencia admirable, subrayó Sürmelihindi.
FUENTES
Johannes Gutenberg Universität Mainz
G. Sürmelihindi et al., The Roman Water Management of Arles as Read in Aqueduct Carbonate Archives, Geoarchaeology, 28 June 2025, DOI: 10.1002/gea.70020
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