Un estudio publicado en Scientific Reports revela que los grupos humanos de la Gran Dolina explotaban manadas enteras sin agotar la población
Hace más de 400.000 años, mucho antes de que surgieran las primeras civilizaciones agrícolas o incluso de que el Homo sapiens pisara Europa, los grupos humanos que habitaban la sierra de Atapuerca ya desarrollaban estrategias de caza que, sin proponérselo, mantenían un equilibrio con su entorno.
Un equipo multidisciplinar de investigadores españoles ha descubierto que los habitantes de la cueva de la Gran Dolina, en Burgos, cazaban bisontes de forma sostenible evitando el colapso de las poblaciones de estos animales a pesar de aprovechar manadas completas en eventos de caza comunal.
El estudio, liderado por Guillermo Rodríguez-Gómez, de la Universidad Complutense de Madrid, y Antonio Rodríguez-Hidalgo, del Instituto de Arqueología de Mérida (CSIC-Junta de Extremadura), ha analizado los restos de al menos 60 bisontes encontrados en el nivel TD10.2-BB del yacimiento, una capa arqueológica excepcional que conserva evidencias de actividad cinegética organizada.
Los resultados, publicados en la revista Scientific Reports, aportan información sobre las estrategias de subsistencia de los primeros europeos y plantean preguntas sobre cómo las sociedades prehistóricas interactuaban con su ecosistema sin agotarlo.
Caza comunal, no selectiva
A diferencia de lo que ocurre en muchas sociedades cazadoras-recolectoras posteriores donde se priorizaba la captura de individuos jóvenes o enfermos para preservar las poblaciones, los grupos de la Gran Dolina llevaban a cabo lo que los investigadores denominan una mortalidad catastrófica: matanzas masivas en las que caían bisontes de todas las edades, desde crías hasta adultos maduros. No había selección, lo que indica que se trataba de eventos de caza comunal en los que se abatían manadas enteras, explica Rodríguez-Hidalgo.
Esta estrategia, lejos de ser aleatoria, estaba sincronizada con los ciclos estacionales. Los análisis sugieren que las cacerías ocurrían al final de la primavera y principios del otoño, momentos en los que la carne y la grasa de los bisontes podían alimentar a grupos de hasta 30 personas durante semanas.
La clave de su éxito, según el estudio, radicaba en que la población de bisontes no solo no disminuía, sino que seguía creciendo. No hay indicios de sobreexplotación. Los humanos aprovechaban el recurso sin agotarlo, señala Rodríguez-Gómez.
Para llegar a estas conclusiones los investigadores recurrieron a un arsenal de técnicas zooarqueológicas y modelos demográficos. El desgaste dental de los fósiles permitió estimar la edad de los bisontes al morir, mientras que las tablas de vida —herramientas estadísticas que simulan la evolución de una población— confirmaron que la caza no alteraba el equilibrio ecológico. Además, mediante cálculos alométricos, el equipo reconstruyó la masa corporal de los animales y la energía que aportarían a los humanos: un bisonte adulto podía superar los 700 kg, proporcionando una cantidad enorme de proteínas y grasas.
La sostenibilidad de esta práctica no parece haber sido el resultado de una planificación consciente. Más bien fue consecuencia de una relación estable y prolongada entre humanos y bisontes en un entorno con recursos abundantes, apuntan los autores. Es decir, la presión cinegética no superaba la capacidad de recuperación de las manadas, algo que contrasta con el declive de especies como los neandertales, cuyas estrategias de caza menos flexibles pudieron contribuir a su vulnerabilidad.
El hallazgo enriquece el conocimiento sobre los homínidos de la Gran Dolina —asociados a la especie Homo heidelbergensis, antepasada de los neandertales—, y también cuestiona ideas preconcebidas sobre la sostenibilidad en sociedades antiguas. Estos grupos manejaban un conocimiento profundo de su entorno, aunque no en términos ecológicos modernos, reflexiona Rodríguez-Hidalgo.
El estudio ha contado con la participación de miembros del Equipo de Investigación de Atapuerca de diversas instituciones, como el Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES-CERCA), el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).
Queda por resolver cómo se organizaban exactamente aquellas partidas de caza o qué herramientas empleaban —el yacimiento ha proporcionado abundantes utensilios de piedra—, pero una cosa es clara: mucho antes de que existieran leyes ambientales o conceptos como «conservación», los humanos de Atapuerca demostraron que era posible vivir de la naturaleza sin destruirla.
FUENTES
Universidad Complutense de Madrid Rodríguez-Gómez, G., Rodríguez-Hidalgo, A., Saladié, P. et al. Ecologically sustainable human exploitation of the Gran Dolina TD10.2 bison (Sierra de Atapuerca, Spain). Sci Rep 15, 23178 (2025). doi.org/10.1038/s41598-025-01928-w
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