En las orillas de un antiguo lago en lo que hoy es el centro de Alemania un grupo de neandertales convirtió un paisaje lacustre en lo que los arqueólogos no dudan en calificar como una fábrica prehistórica de grasas.
Hace 125.000 años durante un período interglaciar con temperaturas similares a las actuales, estos homínidos fracturaban huesos para acceder al tuétano —algo ya documentado en nuestros ancestros africanos—, y los trituraban hasta reducirlos a miles de fragmentos, sometiéndolos luego a un proceso de calentamiento en agua para extraer hasta la última gota de grasa ósea, un recurso calórico clave en entornos donde la supervivencia dependía de maximizar cada recurso disponible.
El yacimiento de Neumark-Nord 2, excavado entre 2004 y 2009 por un equipo internacional liderado por el MONREPOS (Leibniz Zentrum Archäologie) y la Universidad de Leiden (Países Bajos), en colaboración con la Oficina Estatal de Gestión del Patrimonio y Arqueología de Sajonia-Anhalt (Alemania), ha proporcionado evidencias de una estrategia alimentaria hasta ahora considerada exclusiva de humanos modernos.
Los restos analizados incluyen más de 172 grandes mamíferos —ciervos, caballos y uros, entre otros— cuyos huesos fueron seleccionados, transportados y procesados de manera sistemática en un área específica junto al lago, donde se concentran también herramientas de piedra y martillos percutores.
Esto no fue casual, sino intensivo, organizado y estratégico, subraya el Dr. Lutz Kindler, autor principal del estudio. Los neandertales no solo comprendían el valor nutricional de la grasa, sino que diseñaron un método para extraerla de forma eficiente, lo que probablemente implicaba almacenar partes de las presas en otros puntos del paisaje para su posterior traslado al lugar de procesamiento. La producción de grasa ósea requiere un volumen considerable de huesos para que el esfuerzo merezca la pena. Cuantos más huesos se reunían, mayor era el rendimiento, añade la coautora Prof. Sabine Gaudzinski-Windheuser.
La magnitud de la operación es reveladora: los cálculos indican que, solo en esta pequeña zona excavada, se procesaron restos de al menos 172 animales en un lapso muy breve. Pero Neumark-Nord es solo una pieza de un paisaje más amplio donde los neandertales dejaron huella. En yacimientos cercanos como Rabutz, Gröbern o Taubach —este último con marcas de corte en 76 rinocerontes y 40 elefantes de colmillos rectos—, se repite el mismo patrón de aprovechamiento intensivo de herbívoros. Estamos ante la punta del iceberg de su impacto en las poblaciones animales, especialmente en especies de reproducción lenta, advierte el Prof. Wil Roebroeks, de la Universidad de Leiden.
Lo que hace único a Neumark-Nord —descubierto en los años 80 por el arqueólogo Dietrich Mania— es la preservación de todo un ecosistema interglaciar. Las excavaciones revelaron áreas diferenciadas, zonas de caza y despiece mínimo de ciervos, otras dedicadas al procesamiento exhaustivo de elefantes (cuyos cadáveres de 13 toneladas podían proporcionar 2.000 raciones diarias) y ahora este espacio especializado en la extracción de grasas. Incluso hay indicios del uso de plantas, algo raramente conservado.
Vemos una gama de comportamientos que redefine su cultura, explica Roebroeks. El empleo del fuego para gestionar la vegetación, la selección de presas y la logística para transportar y procesar cadáveres reflejan una complejidad que desafía viejos estereotipos sobre los neandertales. Eran capaces de planificar a largo plazo y explotar su entorno con una sofisticación que subestimábamos, coincide el Dr. Fulco Scherjon, responsable de datos del proyecto.
La escala de estas actividades indica que los neandertales no eran meros oportunistas y que alteraban activamente su ecosistema. La caza reiterada de grandes herbívoros —incluidos elefantes, cuyas poblaciones tardan décadas en recuperarse— plantea preguntas sobre su posible impacto en la fauna local. Durante el último interglaciar, su presión sobre estas especies pudo ser significativa, señala Roebroeks.
Con solo una fracción del yacimiento explorada los investigadores confían en que Neumark-Nord seguirá aportando datos sobre cómo los neandertales adaptaron su dieta y organización social a los cambios climáticos. Tenemos la rara oportunidad de estudiar su interacción con el medio en un nivel de detalle sin precedentes para esta época, concluye Scherjon. Un laboratorio al aire libre donde, hace 125 milenios, la grasa era tan valiosa como el oro.
FUENTES
Lutz Kindler et al., Large-scale processing of within-bone nutrients by Neanderthals, 125,000 years ago. Sci. Adv. 11, eadv1257(2025). DOI:10.1126/sciadv.adv1257
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