Durante siglos el origen de la llamada peste de Justiniano —la epidemia que asoló al mundo mediterráneo en el siglo VI de nuestra era— ha sido objeto de debates e hipótesis tan extensas como inciertas. Ahora un nuevo estudio firmado por Frantz Grenet y Kyle Harper y publicado en la revista Journal of Interdisciplinary History, plantea una respuesta contundente a una de las grandes preguntas de la historia de las enfermedades: ¿de dónde vino realmente el agente que causó aquella pandemia?
La investigación defiende que el origen geográfico más probable del brote inicial no fue África como se pensó durante décadas, sino la región situada entre las montañas del Tian Shan y el lago Issyk Kul, en Asia Central, hoy parte de Kirguistán, el oeste de China y el este de Kazajistán.
Hasta hace poco la teoría predominante proponía que la bacteria causante de la peste —Yersinia pestis— había emergido desde un reservorio animal en África oriental, y que luego habría llegado al Mediterráneo a través del mar Rojo. Esta visión se sustentaba en fuentes escritas de la época que situaban los primeros brotes en regiones como Etiopía, Kush o Egipto.
Pero el análisis genético de ADN antiguo extraído de esqueletos de víctimas de la peste ha transformado por completo el enfoque del problema. Hoy en día está claro que Asia Central desempeña un papel fundamental en la evolución de las pandemias históricas de peste, afirman los autores. En efecto, los árboles genealógicos del microbio construidos a partir de cientos de genomas modernos y antiguos sitúan el punto de partida más diverso y primitivo de la bacteria en los roedores silvestres del entorno del Tian Shan.
El Imperio de los Hunos blancos, clave del rompecabezas
El estudio no se limita a trazar mapas genéticos. A través de un minucioso trabajo interdisciplinar Grenet y Harper incorporan también datos históricos, arqueológicos y geográficos. Su tesis central es que la peste se trasladó desde sus reservorios en Asia Central hasta los puertos del océano Índico gracias a una estructura política muy concreta: el Imperio Heftalita o de los llamados “Hunos blancos”.
Este imperio, que dominaba desde el noreste de Afganistán hasta el norte de la India en el siglo VI, actuó como puente terrestre entre las estepas centroasiáticas y los puertos de Gujarat en la costa occidental de la India. Desde allí, según el modelo defendido por los autores, la bacteria habría viajado por mar hacia el mar Rojo y luego al Imperio romano de Oriente y a su capital bizantina de Constantinopla.
El argumento se refuerza al considerar que la única estructura política y militar que alguna vez vinculó las estribaciones de Tian Shan con los puertos marítimos del subcontinente existió precisamente en las décadas anteriores a la peste justinianea. Esta coincidencia cronológica, aunque circunstancial, es altamente sugestiva.
La clave de la investigación está en el ADN. En concreto, en la posición que ocupa la llamada “línea de la Primera Pandemia” dentro del árbol evolutivo de Y. pestis. Esa línea, que incluye tanto la peste de Justiniano (541-544 d.C.) como los brotes posteriores hasta el siglo VIII, aparece entre dos ramas bien conocidas del árbol genético: 0.ANT1 y 0.ANT2. Estas dos variantes modernas se encuentran principalmente en roedores del norte de China y de Kirguistán.
De forma especialmente reveladora, se ha encontrado ADN de Y. pestis en los restos de un individuo enterrado cerca del lago Issyk Kul, datado entre los siglos II y III de nuestra era. Este hallazgo, afirman los autores, confirma aún más que esta zona representa el reservorio de la línea de la Primera Pandemia.
La bacteria causante de la peste no puede vivir indefinidamente en humanos sino que necesita hospedadores animales como marmotas o ardillas de tierra. Por eso, la pregunta clave no es solo dónde se propagó la enfermedad, sino desde qué ecosistema natural surgió. En este sentido, los datos genéticos apuntan a un brote único —no repetido— que salió del reservorio asiático, lo cual explicaría la unicidad y potencia del brote justinianeo.
Dos hipótesis enfrentadas
Hasta ahora existían dos teorías principales sobre cómo la peste llegó al mundo romano: el modelo de estancia en África defendía que la bacteria salió de Asia Central siglos antes y se instaló en África oriental, donde habría vivido “dormida” en un nuevo reservorio hasta su reactivación en el siglo VI. Y el modelo de salida reciente desde Asia Central que sugiere que la bacteria abandonó su hogar original solo unas décadas (o incluso años) antes de aparecer en Egipto.
Grenet y Harper sostienen esta segunda opción. Según confirmó Kyle Harper a La Brújula Verde por email: Nuestro principal aporte es demostrar que existe un contexto convincente para este tramo del viaje de la peste, refiriéndose al trayecto terrestre desde las montañas de Tian Shan hasta la costa india, que luego habría sido seguido por un viaje marítimo hasta el mar Rojo.
La historia escrita de la peste ofrece pistas pero también contradicciones. Autores como Procopio de Cesarea y Juan de Éfeso relataron la pandemia desde perspectivas distintas.
Procopio, testigo de los efectos de la peste en Constantinopla, escribió que comenzó entre los egipcios que habitan en Pelusio, una ciudad del delta del Nilo. Sin embargo, no explicó cómo llegó hasta allí. Para los investigadores modernos, su testimonio es compatible con una entrada marítima a través del mar Rojo.
Más interesante aún es la versión de Juan de Éfeso. Este obispo sirio-miafisita, que vivió en Egipto y luego en Constantinopla, escribió: Comenzó al principio entre los pueblos del interior que están en las regiones del sudeste de la India, es decir, los kushitas y los himyaritas y otros. Esta descripción coincide notablemente con el recorrido propuesto por el nuevo modelo: de Asia Central a India, y de allí al mar Rojo a través del océano Índico.
A pesar de los avances, los autores advierten que no existe “una prueba irrefutable”. Faltan hallazgos arqueológicos que confirmen el paso exacto del microbio a lo largo de las rutas propuestas. No obstante, Grenet y Harper concluyen que, en vista de las evidencias actuales, la hipótesis más sólida es la salida reciente de Asia Central: Aunque es posible (incluso probable) que tales pruebas nunca lleguen, el intento de determinar el contexto más probable del movimiento de la peste en el espacio y el tiempo tiene un valor indiscutible.
Con esta investigación, el centro de gravedad del debate sobre la peste de Justiniano se desplaza hacia el este. El foco ya no está solo en el mar Rojo ni en las tierras del cuerno de África, sino en los caminos comerciales, políticos y naturales de Asia Central. Allí, en las estribaciones del Tian Shan, podría haber nacido una de las catástrofes más devastadoras de la historia de la humanidad.
FUENTES
Frantz Grenet, Kyle Harper, Was the Hephthalite Empire in Central Asia the Cradle of the Justinianic Plague? The Journal of Interdisciplinary History, vol.56, issue 1, Summer 2025. doi.org/10.1162/jinh.a.1
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