Hasta ahora los investigadores pensaban que la ciudad de Amarna (nombre árabe de la antigüa ciudad de Ajetatón), fundada por el faraón Akenatón en el año 1370 a.C., había sido abandonada para siempre después de su caída. Sin embargo un estudio reciente publicado en Minia Journal of Tourism and Hospitality Research revela que Amarna no solo sobrevivió sino que se transformó en un floreciente centro de vida cristiana durante los períodos romano y bizantino.

Amarna fue construida por Akenatón, el faraón que impuso el culto al dios Sol, como su nueva capital. Estaba ubicada estratégicamente entre las antiguas capitales de Tebas y Menfis y durante su breve periodo de esplendor llegó a albergar numerosos templos, palacios y talleres. Pero cuando el joven Tutankamón decidió abandonar Amarna para regresar a Tebas quince años después de la fundación de la ciudad, los historiadores asumieron que la ciudad había quedado en el olvido.

Esta investigación demuestra que Amarna no fue abandonada por completo, sino que experimentó una segunda vida, explican los autores del estudio.

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Reconstrucción de la antigua ciudad de Amarna. Crédito: Joan lalucat y Adrià Turina / Wikimedia Commons

Monjes entre las tumbas

El hallazgo más sorprendente es la presencia de comunidades cristianas que entre los siglos V y VI d.C., convirtieron las antiguas tumbas y cuevas de los acantilados norte de Amarna en viviendas, iglesias y monasterios.

Los monjes no reutilizaron los grandiosos templos faraónicos, sino que prefirieron los espacios austeros de las tumbas y el desierto, señala el estudio. Estas construcciones, hechas con piedras locales y techos de hojas de palma, muestran una vida sencilla pero organizada. En la tumba de Panehsy (Tumba 6), los arqueólogos descubrieron una iglesia con un ábside decorado con cruces rojas, palomas e incluso un águila, símbolos del cristianismo primitivo.

El proceso es claro: los monjes construyeron nuevas estructuras en el borde del desierto y modificaron tumbas existentes, usando materiales locales, concluye el informe.

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Amarna en la actualidad. Crédito: Mary Shepperson-The Amarna Project

Las excavaciones revelaron miles de fragmentos de cerámica, incluyendo ánforas usadas para almacenar vino y aceite, procedentes de lugares tan lejanos como Túnez, Siria e incluso Alejandría. Esto indica que los habitantes de Amarna mantenían contactos comerciales con otras regiones, explican los investigadores.

Entre los objetos cotidianos encontrados hay ollas de cocina, telares y nichos tallados en las paredes de las tumbas, que servían como almacenes o espacios de trabajo.

¿Por qué eligieron Amarna los monjes?

Los investigadores descartan que la elección fuera casual o ideológica. No hay indicios de que estos grupos huyeran de persecuciones paganas, aclara el texto. En cambio, el desierto ofrecía un refugio espiritual.

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El ábside, con la cornisa de la falsa puerta original en la parte superior, ventana posterior en el muro trasero y aljibe en el suelo. Crédito: Pyke 2008, EA 32,8

Desde los primeros días del monacato, el desierto era visto como un lugar de retiro y batalla espiritual, donde los monjes enfrentaban sus demonios internos.

La ubicación elevada de los asentamientos en cuevas y acantilados pudo tener un significado simbólico: crear una «barrera espiritual» entre el valle del Nilo y el desierto, considerado un territorio peligroso y habitado por fuerzas oscuras.

La zona no fue simplemente reutilizada, sino reimaginada como un paisaje cristiano sagrado, subrayan los autores.


FUENTES

Ahmed Fathy Saddik, Samar Mostafa Kamal, Walaa Mohamed Abdekhakim, Life at Amarna during the late Roman Period. Minia Journal of Tourism and Hospitality Research, vol.19, no.2, June 2025. DOI: 10.21608/mjthr.2025.383481.1199


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