Aunque la relación entre plantas y polinizadores ha sido estudiada durante décadas, no se ha prestado demasiada atención a los sonidos que emiten los insectos al volar, posarse o revolotear cerca de las flores, zumbidos que son casi imperceptibles en comparación con otros tipos de vibraciones presentes en el entorno natural.
Ahora un equipo internacional liderado por la profesora Francesca Barbero, zoóloga de la Universidad de Turín, ha demostrado que las plantas perciben estos estímulos acústicos y que responden a ellos de una manera activa, modificando su fisiología y su expresión genética.
Barbero, junto con un equipo interdisciplinar de entomólogos, ingenieros acústicos y fisiólogos vegetales de España y Australia, realizó una serie de experimentos empleando grabaciones de zumbidos producidos por Rhodanthidium sticticum, una especie de abeja conocida popularmente como “abeja de concha de caracol”, polinizadora habitual de las flores de boca de dragón (Antirrhinum litigiosum).

Reprodujeron las grabaciones en las inmediaciones de plantas en crecimiento para observar su reacción, y el resultado fue sorprendente: al oir los zumbidos las flores aumentaron su producción de néctar y azúcar activando genes específicos implicados en el transporte de azúcares y en la biosíntesis del néctar. Esto indica que la planta posee una capacidad evolutiva refinada para reconocer y responder a señales acústicas clave, una estrategia dirigida a mejorar la fidelidad del polinizador y prolongar su permanencia dentro de la flor.
Durante mucho tiempo, la coevolución entre plantas y polinizadores se ha estudiado centrándose en señales visuales y olfativas. No obstante, cada vez hay más evidencia de que tanto insectos como plantas son capaces de generar y percibir señales vibroacústicas, explicó Barbero. La capacidad de una planta para distinguir entre polinizadores eficientes y otros visitantes que le son menos útiles o incluso perjudiciales, como los ladrones de néctar, es una ventaja adaptativa significativa.
La hipótesis es que las plantas pueden haber desarrollado mecanismos auditivos rudimentarios capaces de “decodificar” la calidad del polinizador que se aproxima, modulando así su respuesta fisiológica en función del estímulo recibido.
El estudio también apunta la posibilidad de que esta comunicación no sea unidireccional. Aunque aún no han podido confirmarlo, Barbero plantea la hipótesis de que los sonidos emitidos por las propias plantas podrían influir igualmente en el comportamiento de los insectos. Si esto es así abriría la puerta a aplicaciones prácticas como el uso de estímulos acústicos específicos para atraer polinizadores a cultivos de interés agrícola, para mejorar la productividad sin recurrir a métodos invasivos.
El abanico de formas en que las plantas pueden percibir tanto factores bióticos —como insectos beneficiosos o dañinos, e incluso otras plantas vecinas— como condiciones abióticas, como la temperatura, la sequía o el viento, es realmente asombroso, concluyó Barbero.
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