En 1081, estando el Imperio Bizantino sumido en un caos sucesorio, Roberto Guiscardo, duque normando de Apulia-Calabria, quisó sacar provecho y emprendió su conquista. Para cubrir las apariencias, no la desarrollaba en su propio nombre sino en el de Miguel VII Ducas, emperador depuesto, sólo que éste se había retirado a un monasterio y quien acompañaba al invasor no era él sino un misterioso impostor que ha pasado a la posteridad como Pseudo-Miguel o Raiktor. La intervención fue efímera y el farsante desapareció de la Historia sin dejar rastro en cuanto dejó de ser útil.

No fue fácil el reinado en Bizancio del verdadero Miguel. Hijo de Constantino X y Eudoxia, no sucedió a su padre en el trono porque éste fue ocucupado por su madre como regente y poco después ella contraía segundas nupcias con el general Romano IV Diógenes, quien se convirtió en nuevo emperador. Cuando por fin Miguel alcanzó el poder, gracias a un levantamiento organizado por su tío, el césar Juan, y al debilitamiento del ejército de Romano tras una derrota en Mancicerta ante los selyúcidas -en la que el general Andrónico, primo de Miguel e hijo de Juan, mostró una falta de belicosidad sospechosa-, se encontró con un panorama turbulento.

El Imperio Selyúcida estaba en expansión, los pechenegos y cumanos hacían incursiones cada vez más frecuentes, los húngaros se mostraban hostiles, brotaron los acostumbrados intentos de usurpación y la inflación devaluó la moneda hasta hundir la economía imperial, haciendo ganarse a Miguel el apodo de Parapinaces, es decir, «menos un cuarto».

Roberto Guiscardo monje impostor imperio bizantino
Un joven Miguel rodeado por sus padres, Constantino X y Eudoxia, en una miniatura bizantina del siglo X. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Finalmente, en enero de 1077, Nicéforo Brienio, que era magistros (equivalente a magister officiorum) y dux de Dirraquio, se autoproclamó emperador en Adrianópolis casi al mismo tiempo que su primo Nicéforo Botaniates, strategos del thema Anatólico, hacía lo mismo en Asia Menor.

Miguel, al que además le estallaron de pronto varias insurrecciones sin que sus tropas -en buena parte mercenarias- movieran un dedo porque no cobraban, no pudo sofocar tanto incendio: abdicó en 1078 y se refugió en el monasterio de Studion, cerca de Propóntide (antiguo nombre del mar de Mármara). Quedaban dos gallos en el corral para hacerse con el trono y se impuso Botaniates, cuyo principal general, Alejo Comneno, venció a Brienio. Siguiendo la tradición, el perdedor fue cegado pero se guardó una jugada maestra: su hijo homónimo, militar e historiador, famoso por su belleza y sabiduría, se casaría con Ana Comneno, historiadora también… e hija del hombre que le había derrotado.

Y es que ese hombre, el mencionado Alejo Comneno, no tardó mucho -tres años- en alzarse contra el nuevo emperador y derrocarlo. Botaniates, que a su vez había tomado como esposa a María de Alania, la ex de Miguel VII, se había mostrado incapaz de poner orden en el imperio y encima indignó a toda la nobleza, perdiendo su apoyo, al mandar castrar a los hijos de María. Consecuentemente estallaron varias rebeliones. La primera, a cargo del protopoedro Nicéforo Basilakes; la segunda, de la Guardia Varega; la tercera la protagonizó Constantino Ducas, uno de los vástagos de Miguel y María, que había sido co-emperador durante cuatro años junto a su progenitor.

El emperador bizantino Alejo I Comneno
El emperador bizantino Alejo I Comneno. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

La decisiva fue dirigida por Alejo Comneno, que se puso de acuerdo con Juan Ducas (tío de Miguel VII) para sitiar Constantinopla forzando la renuncia de un Botaniates falto de efectivos y cuya intención era abdicar a favor del general Nicéforo Meliseno. Pero el mensaje que le envió fue interceptado por Jorge Paleólogo, uno de los mandos de Alejo, y el emperador no tuvo más remedio que ceder; refugiado en Santa Sofía, terminó haciéndose monje y murió ese mismo año de 1081. El sucesor fue, evidentemente, Alejo Comneno, que iniciaba así tanto un resurgimiento bizantino como una nueva y duradera dinastía.

Fue entonces cuando regresó el fantasma de la anterior, la Ducas, irónicamente de la mano de un impostor que originó así uno de esos casos históricos de lo que se dado en llamar sebastianismo. Se le conoce como Pseudo-Miguel o Raiktor y era un monje ortodoxo que había alcanzado el arzobispado de Constantinopla durante aquel tormentoso período de enfrentamientos internos, proclamaciones y derrocamientos.

Su verdadera identidad es desconocida, aunque es posible que se tratase del pinkernes (copero) del ex-emperador Miguel VII. En cualquier caso, él se hacía pasar por su antiguo señor y eso le vino muy bien a un pariente de éste que se disponía a invadir el imperio.

Roberto Guiscardo monje impostor imperio bizantino
Roberto Guiscardo en un retrato imaginario de Merry-Joseph Blondel. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Se trataba de Roberto Guiscardo, señor del Ducado de Apulia y Calabria, un estado normando fundado como condado en 1042 pero elevado de rango por el papa Nicolás II diecisiete años más tarde. Roberto, sexto hijo de Tancredo de Hauteville (Guiscardo era un apodo que significaba «ingenioso o zorro») se había ganado el favor papal por su apoyo ante el emperador germánico Enrique IV y en 1080 se opuso a otro emperador, en este caso el bizantino Alejo, porque al fin y al cabo se consideraba pariente de Miguel VII: éste había propuesto en 1074 casar a su hijo Constantino con Olimpia, la hija de Roberto.

La boda no llegaría a celebrarse por la abdicación de Miguel, que llevó a la cancelación del acuerdo cuatro años después. En primer momento, María y Constantino se retiraron al monasterio de Petrion, pero luego ella se convirtió en la esposa de Botaniates, tras la mediación realizada por Juan Ducas. Éste intentó incluir a Constantino en el pacto, sugiriendo que fuera nombrado co-emperador o al menos sucesor. Botaniates no quiso y el compromiso entre los dos jóvenes quedó roto definitivamente. Como vimos, el nuevo emperador no duró mucho y fue sustituido por Alejo Comneno; no obstante, eso no detuvo a Roberto Guiscardo.

Una década antes ya había expulsado a los bizantinos del sur de Italia y ahora se disponía a arrebatarles la mismísima Constantinopla con un ejército normando-lombardo que embarcó para Grecia en mayo de 1081 en nombre del retornado Miguel VII. Poco antes había presentado en su corte de Salerno, ante toda la nobleza reunida, a Raiktor, el hombre que aseguraba ser el emperador depuesto y solicitaba ayuda para recuperar el trono. En una carta leída públicamente, aquel individuo narraba cómo el usurpador Botaniates no sólo le había robado el cargo sino también a su esposa y sus propiedades, obligándole a tomar los hábitos para apartarle definitivamente del poder.

Bohemundo de Antioquía
Retrato imaginario de Bohemundo I por Merry-Joseph Blondel (1843). Según Ana Comneno, era de piel blanca con tintes rojos en la cara, pelo rubio y corto, ojos azules y no llevaba barba. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

En realidad, Roberto sabía que Raiktor no era el emperador. La princesa historiadora Ana Comneno se hace eco de dos versiones sobre el asunto en su obra La Alexiada: en una, el duque se habría encargado de buscar en Crotona a un monje que interpretara la farsa; en la otra, el propio copero imperial se ofreció a ello. Sea como fuere, el duque normando le acogió y le dispensaba tratamiento imperial, reconociéndole como Miguel y anunciando que le devolvería lo que era suyo por derecho. Obviamente, no todos se dejaron engañar porque, si bien en aquellos tiempos era normal que la mayoría de la gente no conociese el aspecto de su gobernante, siempre había gente que sí.

Su hija y yerno se dieron inevitable cuenta de la verdad, al igual que Raúl, embajador de Roberto en Constantinopla, que le confirmó que se trataba de un impostor porque había visto personalmente a Miguel en su retiro monástico. Eso provocó que muchos nobles se mostrasen reacios a emprender la campaña, pero el duque normando había dado con un casus belli perfecto al que no estaba dispuesto a renunciar.

Una flota de centenar y medio de barcos que transportaba a treinta mil hombres zarpó de Bríndisi, cruzó el Adriático y arribó a Dirraquio, organizando una pomposa procesión ante las murallas con la que presentó a Raiktor a los defensores para instarlos a rendirse.

El Imperio Bizantino en el siglo XI
El Mediterráneo noreste tras los hechos, justo antes de la Primera Cruzada y con el Imperio bizantino regido por Alejo I Comneno. Crédito: AteshCommons / Spiridon MANOLIU / Rowanwindwhistler / Wikimedia Commons

Los bizantinos no se mostraron impresionados y fue necesario someter la ciudad a asedio. Sin embargo, la noticia de la vuelta del ex-emperador corrió como la pólvora y muchos de sus antiguos adeptos empezaron a unirse a los normandos reivindicando la legitimidad de su señor. Alejo, alarmado, solicitó ayuda a los venecianos, pero cuando éstos estaban acercándose a Dirraquio fueron interceptados por Bohemundo de Tarento, hijo de Roberto al que ya dedicamos un artículo, que les explicó que estaban actuando en nombre de Miguel VII. Luego los invasores derrotaron a las tropas imperiales y se adueñaron de todo el thema.

Y ahí se acaba la historia de Raiktor, pues de pronto desaparece de las fuentes. ¿Qué pudo pasar? En 1083 Guiscardo tuvo que regresar a Italia apresuradamente para ayudar al papa Gregorio VII, que se había visto obligado a atrincherarse en el castillo de Sant’Angelo por Enrique IV. Al mando de la campaña griega dejó a Bohemundo, que no fue capaz de retener las ganancias territoriales de su padre. La baza de Raiktor se había revelado prácticamente inútil e incluso había pasado a ser un problema de cara al futuro, si se difundía que su progenitor había engañado a la gente.

Por lo tanto, lo más probable es que el impostor fuera eliminado por el propio Guiscardo antes de irse, previendo que él retomaría la campaña más adelante. Así ocurrió, en efecto; después de expulsar a Enrique IV retornó junto a su vástago y, con la ayuda de Ragusa, conquistó Corfú, Cefalonia y Durazzo, entre otras ciudades dálmatas.

Unas fiebres acabaron con su vida en el verano de 1085 y sus adversarios políticos aprovecharon para declarar nulo su matrimonio con Alberada de Buonalbergo, lo que convertía en ilegítimo a Bohemundo y era su hermanastro Roger Borsa el que se hacía con el ducado.

Bohemundo se marchó a Tarento y posteriormente se embarcó para la Primera Cruzada, en la que conseguiría ser el primer príncipe de Antioquía. No obstante, hay un curioso epílogo. En 1107 llevó a cabo otro intento de apoderarse de Dirraquio siguiendo la misma táctica de su padre de presentarse como paladín de un nuevo pretendiente al trono bizantino: un supuesto hijo del emperador Romano IV Diógenes, aquel que se había casado con Eudoxia, la madre de Miguel VII. Se le conoce como Constantino Diógenes (o Diógenes Pseudo-Constantino o Diógenes Pseudo-León). Pero ya es otra historia.



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