En lo alto del yacimiento arqueológico de Creuzier-le-Neuf, en la región de Auvernia-Ródano-Alpes, un equipo del Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas (Inrap) ha sacado a la luz una extensa necrópolis fechada en la Edad del Hierro. A pesar de que las características del suelo han impedido la conservación de los restos humanos, el lugar ofrece un panorama valioso sobre las prácticas funerarias y los objetos de prestigio asociados a las élites de la época.

El área de inhumación, que ocupa aproximadamente 650 metros cuadrados, se configura como un recinto cuadrangular rodeado por un amplio foso. En su interior, los arqueólogos han registrado más de un centenar de tumbas, dispuestas mayoritariamente en orientación norte-sur. La envergadura del enclave funerario permite establecer paralelismos con otros cementerios coetáneos hallados en regiones como Champaña, el Bassin parisino o Borgoña, lo que sugiere una estructura social comparable y prácticas rituales compartidas entre diversas comunidades de la Galia prerromana.

Una peculiaridad que ha marcado la investigación ha sido la imposibilidad de realizar estudios antropológicos, debido a la elevada acidez del terreno, que ha disuelto por completo los restos óseos. Esta circunstancia no ha impedido, sin embargo, identificar elementos significativos sobre el estatus de los individuos enterrados, gracias a la preservación de ajuares metálicos y otros objetos depositados junto a los difuntos.

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Espada corta totalmente decorada con empuñaduras de antenas hallada en el enterramiento 782. Crédito: Flore Giraud / Inrap

Entre las sepulturas destaca una única cremación, que se diferencia del resto tanto por su rito como por los objetos que la acompañan. Junto a las cenizas se halló un pequeño vaso, cuidadosamente trabajado, decorado con motivos punzonados alternados con franjas pintadas. Este objeto, de manufactura delicada, testimonia una atención ritual específica y permite deducir la existencia de prácticas funerarias diversificadas dentro del mismo espacio sagrado.

Uno de los hallazgos más reveladores lo constituyen los elementos de adorno metálico hallados en cerca de la mitad de las tumbas. Abundan los brazaletes, tanto individuales como en pares, elaborados en aleaciones de cobre. Algunos presentan un diseño simple —varillas enrolladas—, mientras que otros están finamente trabajados, con motivos decorativos y sistemas de cierre disimulados que denotan un cierto grado de sofisticación técnica. Una de las tumbas ha ofrecido un par de brazaletes en excelente estado de conservación, ornamentados con círculos concéntricos (ocelos) y curvas alargadas, elementos recurrentes en el arte céltico.

Asimismo, se han documentado 18 fíbulas —broches utilizados para sujetar prendas—, la mayoría fabricadas en hierro o aleaciones de cobre. Aunque muy deterioradas al momento de su extracción, han sido restauradas con éxito en el laboratorio CREAM de Vienne. Una de ellas presenta un motivo decorativo similar al de los brazaletes mencionados, lo que sugiere una coherencia estilística. Otra destaca especialmente por su riqueza ornamental: incluye un cabujón con un disco en bajorrelieve, recubierto por una hoja de plata trabajada al repujado. Por sus características, esta pieza se puede fechar entre finales del siglo IV y comienzos del III antes de nuestra era.

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Objetos metálicos descubiertos en el enterramiento 990: peroné, anillos de cinturón y espada. Crédito: Flore Giraud / Inrap

Las dos sepulturas más llamativas, sin embargo, son aquellas que han conservado espadas completas aún en sus respectivos estuches. La primera de ellas, hallada en la tumba 782, contiene un arma excepcional. Su vaina, ricamente decorada con motivos en espiral y ocelos, estaba pensada para ser llevada al costado. La empuñadura y la placa frontal están elaboradas en aleaciones de cobre y presentan cabujones incrustados, algunos de los cuales incluyen decoraciones en forma de esvástica y, posiblemente, fragmentos de pasta vítrea. Las radiografías han revelado además símbolos en la punta de la hoja: un círculo y una media luna, separados por una línea, detalles que apuntan a una elaboración a inicios del siglo IV a.C.

La segunda espada, procedente de la tumba 990, posee aún los anillos de suspensión que permitían su uso ceñido al cuerpo. Aunque más sobria en cuanto a ornamentación —salvo por una pareja de ocelos discretamente situados en la parte superior del estuche—, conserva restos de tejido adheridos a la oxidación de la vaina. Estos fragmentos textiles podrían pertenecer al ropaje del difunto, a un sudario o a una funda protectora. Su tipología y dimensiones también permiten situarla cronológicamente en el transcurso del siglo IV a.C.

El conjunto funerario ha sido excavado bajo la dirección científica de Benjamin Oury y con la supervisión de Vincent Georges, ambos miembros de Inrap, en el marco de un proyecto de ordenación impulsado por Vichy Communauté y bajo el control del Servicio Regional de Arqueología.



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