A escasos pasos del centro de Tikal, una ciudad maya con más de 2400 años de antigüedad ubicada en el corazón de la actual Guatemala, un equipo internacional de investigadores —entre los que se encuentran académicos de la Universidad de Brown— ha desenterrado un altar que podría ofrecer claves reveladoras sobre un periodo enigmático y convulso de la historia mesoamericana.
El altar, cuya construcción se remonta aproximadamente a finales del siglo IV d.C., se encontraba oculto bajo tierra y presenta una rica decoración compuesta por cuatro paneles pintados en tonos rojos, negros y amarillos.
En ellos se observa la figura de una persona ataviada con un elaborado tocado de plumas, flanqueada por escudos u otros emblemas rituales.

El rostro de la figura se caracteriza por ojos almendrados, una barra nasal y una doble orejera, rasgos que guardan una notable similitud con representaciones conocidas de una deidad del centro de México, comúnmente identificada como el Dios de la Tormenta.
El hallazgo, detallado en un estudio publicado en la revista Antiquity, ha sido interpretado por los investigadores como una muestra clara de la influencia de Teotihuacán —la poderosa ciudad-estado ubicada a unos 1.000 kilómetros al oeste, en las cercanías de lo que hoy es Ciudad de México— en el corazón mismo del mundo maya.
Lejos de atribuir la autoría del altar a artistas mayas locales, los autores del estudio sostienen que la pieza fue elaborada por un artesano de notable destreza, formado en las técnicas y estilos propios de Teotihuacán. Esta interpretación se apoya tanto en los elementos iconográficos como en la calidad del trabajo pictórico, que difiere de las convenciones artísticas mayas tradicionales.

Stephen Houston, profesor de ciencias sociales, antropología e historia del arte y la arquitectura en la Universidad de Brown, y uno de los coautores del artículo, subraya la importancia del descubrimiento en el contexto histórico y político del periodo.
Según Houston, cada vez resulta más evidente que este fue un periodo extraordinario de turbulencias en Tikal. En ese sentido, el altar constituye una prueba tangible de que líderes adinerados provenientes de Teotihuacán no solo visitaron Tikal, sino que replicaron en suelo maya instalaciones rituales semejantes a las que existían en su ciudad de origen.
Para los investigadores, esta presencia material de Teotihuacán en Tikal trasciende el mero intercambio cultural o comercial. El altar no solo encarna una estética foránea, sino que también sugiere un ejercicio deliberado de poder simbólico, mediante el cual la élite teotihuacana habría buscado afirmar su influencia en un territorio ajeno a través de la instauración de sus propios códigos rituales.

La ubicación del altar —enterrado en las proximidades del núcleo central de Tikal— refuerza esta hipótesis, al sugerir que no se trató de una manifestación periférica o marginal, sino de un acto centralizado y posiblemente sancionado por las autoridades locales de la época.
El hallazgo plantea, además, nuevas preguntas sobre la naturaleza de las relaciones políticas y religiosas entre Teotihuacán y los centros mayas del periodo Clásico, en especial durante una época marcada por conflictos internos, reorganizaciones sociales y redefiniciones del poder regional.
El estudio, elaborado en colaboración con especialistas de diversas instituciones académicas de Estados Unidos y Guatemala, abre así una ventana singular hacia una época en la que los vínculos entre dos de las grandes civilizaciones mesoamericanas no se limitaban al comercio de bienes o el intercambio de ideas, sino que alcanzaban también los ámbitos de la representación ritual y el control simbólico del espacio sagrado.
FUENTES
Román Ramírez E, Paiz Aragón L, Bass A, et al. A Teotihuacan altar at Tikal, Guatemala: central Mexican ritual and elite interaction in the Maya Lowlands. Antiquity. 2025;99(404):462-480. doi:10.15184/aqy.2025.3
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