Durante mucho tiempo, el Rub’ al-Khali —conocido como “El Cuarto Vacío”— ha sido sinónimo de aridez extrema, dunas interminables y un clima implacable que convierte a esta vasta extensión del sur de la Península Arábiga en uno de los territorios más inhóspitos del mundo. Con una superficie de cerca de 650.000 kilómetros cuadrados, abarcando principalmente Arabia Saudita, este desierto ha sido visto como un dominio de arenas eternas. Sin embargo, un reciente estudio científico ofrece una visión sorprendente: hace varios milenios, esta región fue un ecosistema verde y fértil, modelado por lagos profundos y sistemas fluviales.

La investigación, publicada en la revista Communications Earth & Environment, es fruto del trabajo colaborativo de universidades de renombre internacional, entre ellas la Universidad de Ginebra (UNIGE), la Universidad Rey Abdullah de Ciencia y Tecnología (KAUST), el Instituto de Tecnología de California, la Universidad Griffith de Australia y otras instituciones de Canadá y Estados Unidos.

Los científicos lograron reconstruir el paisaje antiguo del Rub’ al-Khali, evidenciando la existencia de una red hidrográfica extinta y la presencia de un gran lago que transformó este desierto en un entorno hospitalario durante varios milenios.

Desierto Arabia rios lago 42 metros
Indicadores geomórficos de inundaciones provocadas por brechas. Crédito: A.S. Zaki et al.

Un lago de 42 metros de profundidad en el corazón del desierto

Según explican los autores, este lago se desarrolló en el marco de un periodo climático conocido como Arabia Verde, caracterizado por un régimen de lluvias intensas que tuvo lugar entre aproximadamente 11.000 y 5.500 años atrás, al final de la era Cuaternaria. Las precipitaciones, impulsadas por la expansión hacia el norte de los monzones africanos e indios, dieron origen a un ecosistema sorprendentemente fértil.

Los investigadores estiman que este lago, cuya existencia se infiere a partir del análisis de sedimentos y formas del terreno a lo largo de más de mil kilómetros, llegó a cubrir una superficie de unos 1.100 kilómetros cuadrados, casi el doble que el actual lago Lemán. Alcanzó una profundidad de hasta 42 metros y, en su punto máximo de expansión, desbordó sus márgenes, generando una inundación que esculpió un impresionante valle de 150 kilómetros de longitud en el suelo del desierto.

Nuestro estudio pone en evidencia no solo la existencia de este lago, sino también de un complejo sistema fluvial y una gran cuenca hidrográfica moldeada por el agua, señala Abdallah Zaki, autor principal de la investigación y actualmente investigador posdoctoral distinguido en la Universidad de Texas. Zaki destaca cómo estos elementos configuran una narrativa paleogeográfica que contradice la imagen actual del Rub’ al-Khali como territorio desolado.

Desierto Arabia rios lago 42 metros
Niveles de paleolagos inferidos a partir de observaciones geomorfológicas. Crédito: A.S. Zaki et al.

La transformación ecológica del desierto tuvo consecuencias significativas para las poblaciones humanas que habitaron o transitaron esta región. La presencia de agua en abundancia, unida a la aparición de sabanas y pastizales, propició el asentamiento de grupos humanos dedicados a la caza, la recolección y, más tarde, al pastoreo. Las evidencias arqueológicas halladas en diversos puntos del Rub’ al-Khali —incluyendo herramientas líticas y vestigios de ocupación— respaldan esta hipótesis.

La conformación de este paisaje lacustre y fluvial habría sido fundamental para facilitar la expansión de grupos humanos nómadas en zonas que hoy resultan totalmente inhabitables, explica Michael Petraglia, profesor en el Centro Australiano de Evolución Humana de la Universidad Griffith. No obstante, este florecimiento fue efímero: hace unos 6.000 años, un drástico cambio climático marcó el fin de este periodo húmedo. Las lluvias cesaron, los lagos se secaron y el desierto volvió a imponer su dominio, obligando a las poblaciones a migrar hacia regiones más benignas.

Los hallazgos de este estudio no solo permiten reconstruir con precisión episodios climáticos del pasado, sino que también ofrecen una valiosa lección sobre la estrecha relación entre el clima y las dinámicas humanas. Los ciclos de humedad y sequía, en este caso vinculados a variaciones orbitales de la Tierra, tuvieron un impacto directo sobre el paisaje y los patrones de asentamiento.

Comprender cómo los cambios climáticos del pasado moldearon tanto el entorno físico como la distribución de las poblaciones humanas resulta esencial para interpretar los desafíos del presente, añade Sébastien Castelltort, profesor de dinámica de superficies terrestres en la UNIGE y coautor del estudio. Según él, el relato que queda inscrito en las rocas y los relieves del Rub’ al-Khali podría servir como advertencia ante los efectos del cambio climático contemporáneo.


FUENTES

Université de Genève

Zaki, A.S., Delaunay, A., Baby, G. et al. Monsoonal imprint on late Quaternary landscapes of the Rub’ al Khali Desert. Commun Earth Environ 6, 255 (2025). doi.org/10.1038/s43247-025-02224-1


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