Roma, año 533 d.C. La Ciudad Eterna, otrora capital del Imperio, ahora bajo el dominio de los ostrogodos, se prepara para recibir a un nuevo pontífice. Pero este no será un papa cualquiera, pasará a la historia como el primer obispo de Roma en cambiar su nombre al ascender al trono de San Pedro.
Su elección no estuvo exenta de polémica. En una época en que la simonía —la compraventa de cargos eclesiásticos— corrompía las elecciones papales, su llegada al solio pontificio marcó un antes y un después. ¿Por qué decidió abandonar su nombre pagano? ¿Qué desafíos enfrentó durante su breve pero significativo pontificado?
Nacido en Roma hacia el año 470, Mercurius era hijo de un tal Praeiectus y sirvió como presbítero en la basílica de San Clemente, en el monte Celio. Su nombre, inspirado en el dios romano Mercurio, resultaba chocante para un líder cristiano, por lo que, al ser elegido papa el 2 de enero de 533, decidió adoptar el nombre de Juan II, iniciando una tradición que perdura hasta hoy.

En una época en que el cristianismo todavía luchaba por consolidarse frente a las viejas creencias paganas, un papa llamado como un dios romano hubiera sido impensable. Aun así, las inscripciones en la basílica de San Clemente aún conservan su nombre original: «Presbyter Mercurius».
La muerte del papa Bonifacio II en 532 dejó un vacío de poder de más de dos meses, durante los cuales se vendieron objetos sagrados y se negociaron influencias para elegir a su sucesor. El escándalo llegó hasta el Senado romano y la corte del rey ostrogodo Atalarico en Rávena.
Indignado, el Senado emitió su último decreto conocido (Senatus Consultum) contra la simonía en las elecciones papales. Atalarico ordenó grabarlo en mármol y colocarlo en el atrio de la antigua basílica de San Pedro. Además, estableció que cualquier disputa electoral debía resolverse con una multa de 3.000 sólidos de oro, destinados a los pobres.

Una vez elegido papa, el emperador bizantino Justiniano I le envió a Juan II una profesión de fe que incluía una polémica frase:
«Unus ex Trinitate crucifixus est»
(«Uno de la Trinidad fue crucificado»)
Esta fórmula, destinada a conciliar a las facciones cristianas, había sido rechazada años antes por el papa Hormisdas. Sin embargo, Justiniano la revivió, enfrentándose a los monjes acemetas (literalmente los que no duermen, ya que realizaban turnos para que la comunidad estuviese rezando ininterrumpidamente), una secta ascética bizantina que la consideraba herética. Juan II condenó a los acemetas y respaldó la ortodoxia, informando de su decisión a Atalarico en marzo de 534.
Uno de los episodios más llamativos del pontificado de Juan II fue el caso de Contumelioso, obispo de Riez (en la Provenza francesa), acusado de adulterio. Y es que, hasta la reforma gregoriana del siglo XI, muchos obispos estaban casados o tenían concubinas. Juan ordenó a los obispos de la Galia que confinasen a Contumelioso en un monasterio.

Pero los problemas de su papado no terminaron ahí. En el Concilio de Cartago en 535 d.C., 217 obispos plantearon una pregunta crucial: ¿Podían los obispos que habían caído en el arrianismo recuperar su rango tras arrepentirse, o debían ser reducidos a laicos?
Juan II no vivió para dar una respuesta definitiva. Murió el 8 de mayo de 535, siendo su sucesor, Agapito I, quien resolvería el dilema. Fue enterrado en la antigua basílica de San Pedro, como correspondía a un pontífice de su tiempo. Su reinado, aunque breve (solo dos años y cuatro meses), dejó huella:
Fue el primer papa en cambiar de nombre, iniciando una tradición que sigue viva. Combatió la simonía, reforzando la integridad de la Iglesia. Mantuvo el equilibrio entre el poder ostrogodo y la autoridad papal. Y defendió la ortodoxia frente a las controversias teológicas de Oriente.
FUENTES
Mann, H. (1910), Pope John II, In The Catholic Encyclopedia
Henry Wace, William C. Piercy, eds., Joannes II. Mercurius, bishop of Rome. Dictionary of Christian Biography and Literature to the End of the Sixth Century
Wikipedia, Juan II (papa)
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