En el vasto lienzo del cosmos, donde la luz de las estrellas suele reinar absoluta, existen regiones en las que la oscuridad no solo persiste, sino que domina. Una de ellas es Barnard 68, una nebulosa oscura que, a pesar de su aparente invisibilidad, encierra uno de los secretos más fascinantes del universo: el nacimiento de una estrella.

Ubicada en la constelación meridional de Ofiuco, a unos 407 años luz de la Tierra, Barnard 68 es una de las nubes interestelares más cercanas a nuestro sistema solar. A simple vista —o incluso con telescopios ópticos convencionales—, se presenta como una mancha negra que oculta el fulgor de miles de estrellas que yacen detrás.

Es tan densa que prácticamente no permite que pase la luz visible. En el lenguaje astronómico, es una nebulosa de absorción, también conocida como glóbulo de Bok: una pequeña, densa y fría concentración de gas y polvo que flota en los brazos espirales de nuestra galaxia, la Vía Láctea.

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Otra vista de Barnard 68, a la derecha de la imagen. Crédito: Legacy Surveys / D.Lang (Perimeter Institute) & Meli thev / Wikimedia Commons

Su descubridor, el astrónomo estadounidense Edward Emerson Barnard, la catalogó en 1919 como parte de su trabajo pionero sobre nebulosas oscuras. El catálogo completo fue publicado en 1927 e incluía unas 350 de estas regiones. Desde entonces, Barnard 68 se ha convertido en un objeto de observación clave para comprender las fases más tempranas de la formación estelar.

Con una masa aproximada al doble de la del Sol y una extensión de medio año luz, Barnard 68 es una estructura sorprendentemente bien definida. Sus bordes nítidos y su forma esférica sugieren que se encuentra en un delicado equilibrio: el empuje térmico del gas en su interior se opone a la atracción gravitatoria que busca colapsar la nube hacia un punto más compacto. Este estado se asemeja a una burbuja de jabón suspendida en el aire, oscilando suavemente mientras resiste tanto la expansión como el colapso.

Este tipo de estabilidad, aunque temporal, es un fenómeno raro y precioso. Las observaciones sugieren que esta nube se encuentra en una fase de oscilación, como un globo lleno de agua que tiembla al más mínimo estímulo. Pero la gravedad, como siempre en el universo, es paciente. Los astrónomos predicen que Barnard 68 colapsará dentro de unos 200,000 años, iniciando el proceso que dará lugar a una nueva estrella. Será el momento en que la gravedad supere la presión interna, concentrando el material hasta alcanzar las condiciones necesarias para la fusión nuclear.

A pesar de su opacidad en longitudes de onda visibles, el avance de la tecnología astronómica ha permitido a los científicos observar su interior. Gracias al Very Large Telescope (VLT), ubicado en el Cerro Paranal, en Chile, se han detectado unas 3700 estrellas de fondo cuya luz es filtrada por la nube. Alrededor de mil de estas estrellas solo pueden verse en el espectro infrarrojo, que penetra con mayor facilidad la densa cortina de polvo.

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La nube molecular Barnard 68 vista por el satélite Gaia de la ESA utilizando información de la segunda entrega de datos de la misión. Crédito: ESA / Wikimedia Commons

Estos estudios han permitido mapear con precisión la distribución interna del polvo en Barnard 68. La variación en la cantidad de luz que logra atravesarla brinda pistas sobre la densidad y la forma de la nube. Más recientemente, el observatorio espacial Herschel aportó datos cruciales para entender la temperatura interna y la disposición de las partículas de polvo: una atmósfera extremadamente fría, de tan solo 16 Kelvin (−257 °C), lo que la convierte en uno de los lugares más gélidos conocidos del universo.

La cercanía de Barnard 68 la convierte en un verdadero laboratorio natural para los astrónomos. A diferencia de otras nubes moleculares más lejanas y caóticas, su relativa proximidad y aislamiento permiten un análisis detallado de los procesos físicos que regulan su estabilidad y evolución.

Un estudio de 2006 sugiere que la nube vibra como si algo la hubiera perturbado recientemente, quizás otra nube cercana o una onda de choque estelar. Estas vibraciones podrían ser el preludio del colapso definitivo, el primer paso hacia la gestación de la nueva estrella.

Curiosamente, Barnard 68 ha sido confundida en más de una ocasión con el Vacío de Boötes, una vasta región del universo aparentemente vacía de galaxias. Aunque ambas comparten una estética oscura y enigmática, no tienen relación alguna: una es una nube densa y cercana, y la otra una inmensa zona de baja densidad a escala cosmológica.

Las imágenes de Barnard 68, tomadas con instrumentos avanzados, son inquietantemente hermosas. El contraste entre su negrura total y el fondo estrellado la convierte en un ícono del cielo profundo. Es una paradoja visual: un agujero en el universo que no es vacío, sino rebosante de materia y potencial. Una ausencia que en realidad representa un principio.


FUENTES

Ken Croswell, The Black Cloud

NASA, Molecular Cloud Barnard 68

ESO, How to Become a Star

Wikipedia, Barnard 68


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