El egiptólogo francés Jean-Guillaume Olette-Pelletier, profesor en la Universidad Paris-Sorbonne y en el Instituto Católico de París, ha descubierto una serie de inscripciones ocultas en el obelisco de la Plaza de la Concordia. Estos textos, hasta ahora inadvertidos, revelan información inédita sobre el reinado de Ramsés II, el faraón que ordenó erigir este monumento a la entrada del templo de Luxor en el siglo XIII a.C.

Olette-Pelletier se ha convertido en el primer egiptólogo desde Champollion en subir a la cima del obelisco, una hazaña que ha permitido descifrar mensajes cifrados en sus jeroglíficos. El monumento, un regalo del virrey de Egipto Mehmet Ali a Francia en 1828 durante el reinado de Luis Felipe, ha guardado secretos durante casi dos siglos.

La historia de este descubrimiento parece sacada de una novela de aventuras. En 2020, durante el confinamiento por la pandemia, Olette-Pelletier, especialista en criptografía jeroglífica, aprovechaba sus paseos diarios para estudiar el único vestigio egipcio en un radio de un kilómetro: el obelisco de Luxor, ubicado en el corazón de París.

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Detalle del obelisco de Luxor en la Plaza de la Concordia de París. Crédito: Mariordo Mario Roberto Duran Ortiz / Wikimedia Commons

Vivía en el distrito 8 en esa época, así que caminaba hasta el obelisco y leía los jeroglíficos para relajarme, recuerda el epigrafista. En un momento dado, noté algo inusual: la dirección de los jeroglíficos señalaba hacia la entrada del pórtico del templo de Luxor. Pero eso era solo el principio.

Intrigado, Olette-Pelletier investigó en la literatura científica y descubrió que nadie había documentado antes estas diferencias. Armado con sus herramientas de trabajo, incluyendo unos prismáticos, regresó al obelisco y confirmó su sospecha: el monumento contenía una criptografía jeroglífica múltiple, es decir, mensajes ocultos dentro de los propios jeroglíficos.

Solo seis egiptólogos en el mundo son capaces de leer estos cripto-jeroglíficos, una forma de escritura secreta descubierta en los años 50 por el canónigo Étienne Drioton. Si algunos egipcios podían leer jeroglíficos, solo una élite entendía los mensajes ocultos, considerados el lenguaje de los dioses, explica Olette-Pelletier.

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El egiptólogo en el andamio de la DRAC en 2021. Crédito: J-G. Olette-Pelletier

En 2022, el investigador publicó un artículo en el Bulletin de l’Institut français d’archéologie orientale (BIFAO) sobre un «cripto-texto» en el trono del niño Tutankamón, demostrando que ciertos mensajes se leen en tres dimensiones. Cuando el joven rey se sentaba en el trono, su cuerpo completaba una frase oculta: sus brazos y piernas se convertían en jeroglíficos, detalla.

Para confirmar su teoría sobre el obelisco, Olette-Pelletier necesitaba estudiar las inscripciones en su parte superior, a 30 metros de altura. La oportunidad llegó en 2021, cuando la Dirección Regional de Asuntos Culturales (DRAC) instaló andamios para restaurar el monumento de cara a los Juegos Olímpicos de 2024. Tras obtener permiso, el egiptólogo ascendió y pasó días recopilando datos.

Sus hallazgos arrojan luz sobre los primeros años de Ramsés II, un faraón que buscó legitimar su reinado. Al nacer antes de que su padre, Seti I, ascendiera al trono, Ramsés no podía reclamar un origen divino directo. En su segundo año de reinado, modificó su nombre de Usermaatra («el poderoso y justo de Ra”) a Setepenra («elegido de Ra”), vinculándose así al dios sol.

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Un posible punto de vista de la cara oeste del obelisco, que ahora da al Sena. Crédito: J-G. Olette-Pelletier

Esta modificación está grabada en el obelisco, lo que permite datar su tallado en dos fases: una antes del año 2 de su reinado y otra después, explica Olette-Pelletier.

El investigador identificó siete niveles de criptografía en el obelisco. Uno de los más llamativos está en la cara superior, orientada originalmente hacia el Nilo. Solo era visible desde un ángulo de 45 grados, probablemente para los nobles que llegaban en barco durante la fiesta de Opet, explica. En esa cara, Ramsés aparece con el pschent, la corona que simboliza la unión del Alto y Bajo Egipto, un mensaje claro de su poder absoluto.

Además, combinando jeroglíficos de distintas caras, se forman frases rituales. Por ejemplo, en la cara este (hacia el desierto en Luxor, hoy hacia el norte de París), las astas de toro ocultas en la corona de Ramsés forman la palabra ka («fuerza vital»). Junto a otros símbolos, la inscripción secreta dice: «Apacigua la fuerza-ka de Amón«, recordando la necesidad de ofrendas para calmar a los dioses.

Estos hallazgos nos recuerdan que, para los egipcios, el texto y la imagen eran una misma cosa, concluye Olette-Pelletier, cuyos descubrimientos se publicarán próximamente en la revista ENIM.



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