Un reciente estudio publicado en el Oxford Journal of Archaeology ha revelado un aspecto poco explorado del arte antiguo: el uso de perfumes y sustancias aromáticas en esculturas greco-romanas. Esta investigación, liderada por la arqueóloga Cecilie Brøns, plantea una nueva forma de comprender el arte clásico, desafiando la tradicional concepción de la escultura como un arte puramente visual.

El arte greco-romano ha sido estudiado desde hace siglos bajo el prisma de su apariencia visual. Sin embargo, la investigación de Brøns subraya que estas esculturas no solo eran policromadas y adornadas con textiles y joyas, sino que también podían estar impregnadas de fragancias.

Esta práctica, documentada en textos literarios y epigráficos, sugiere que la experiencia sensorial de los antiguos espectadores era mucho más rica de lo que se pensaba.

Estatuas griegas romanas perfumes
Busto de la reina Berenice II de Egipto, en el Musee Royal de Mariemont, Bélgica. Crédito: Romaine / Wikimedia Commons

La investigación se apoya en una serie de textos clásicos que describen cómo se perfumaban estatuas de dioses y personajes ilustres. Por ejemplo, el orador romano Cicerón menciona la costumbre de ungir con perfumes la estatua de Artemisa en Segesta. Del mismo modo, el poeta Calímaco describe en un epigrama que la estatua de Berenice II, reina de Egipto, estaba húmeda de perfume.

Los perfumes no solo eran usados para embellecer las esculturas, sino que también cumplían una función ritual. En la antigua Grecia y Roma, los dioses eran honrados con fragancias exóticas y aceites perfumados. En el santuario de Delos, inscripciones epigráficas detallan los costos y la composición de los perfumes utilizados para la kosmesis (adornamiento) de las estatuas de Artemisa y Hera. Estos incluían aceites de oliva, cera de abejas, natrón (carbonato de sodio) y perfumes de rosas.

Uno de los hallazgos más fascinantes de la investigación es la conexión entre los talleres de perfumes descubiertos en Delos y la práctica de perfumar estatuas. Se han encontrado instalaciones que sugieren la producción local de fragancias, confirmando que los perfumes utilizados en los rituales podían haber sido elaborados en la misma isla.

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Putti fabricando perfumes en un fresco romano de la Casa de los Vettii en Pompeya. Crédito: Yair Haklai / Wikimedia Commons

La aplicación de perfumes en esculturas se realizaba mediante técnicas específicas como la ganosis, que consistía en la aplicación de ceras y aceites para preservar y embellecer la superficie de las estatuas. Vitruvio y Plinio el Viejo mencionan en sus escritos el uso de cera póntica y aceites especiales para evitar la decoloración de las esculturas y dotarlas de un brillo particular.

Por otro lado, la kosmesis incluía el uso de textiles, joyas y fragancias en las estatuas, una práctica que reforzaba la idea de que estas imágenes divinas eran tratadas como seres vivos. En este sentido, Pausanias relata que la estatua de Zeus en Olimpia era untada con aceite de oliva para proteger su marfil del clima húmedo.

Si bien el tiempo ha borrado la mayor parte de las fragancias aplicadas en la Antigüedad, algunos vestigios han sobrevivido. Un caso notable es el retrato de la reina Berenice II, una escultura ptolemaica del siglo III a.C., donde se han identificado restos de cera de abejas en su superficie, lo que indica que pudo haber sido tratada con un baño de perfumes.

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La terraza de los leones, en la isla de Delos. Crédito: Ggia / Wikimedia Commons

Otro ejemplo es el uso de flores y guirnaldas para adornar las estatuas, lo que añadía una dimensión olfativa temporal pero significativa. Fiestas como las Floralia en Roma incluían la decoración de esculturas con guirnaldas de rosas y violetas, impregnando el ambiente de una fragancia festiva.

Esto cambia drásticamente nuestra visión de la escultura greco-romana. Tradicionalmente, las estatuas han sido estudiadas desde un punto de vista formalista, enfocándose en la técnica y la composición visual. Sin embargo, el hecho de que estas esculturas fueran también concebidas para ser olfateadas sugiere que el arte clásico apelaba a una experiencia multisensorial más rica y compleja.

El uso de perfumes y fragancias en el arte antiguo no era meramente decorativo; formaba parte de un lenguaje simbólico y religioso que dotaba a las esculturas de una presencia más tangible. Esta dimensión sensorial podría explicar por qué algunas imágenes religiosas eran tan veneradas y por qué su conservación y embellecimiento eran considerados actos de devoción.


FUENTES

Brøns C. (2025) The Scent of Ancient Greco-roman Sculpture, Oxford Journal of Archaeology, doi:doi.org/10.1111/ojoa.12321.


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