AVE NOBILIS DUX, ITERUM FACTUM EST. Ésta es la leyenda grabada en una placa redonda de latón que decora una pared del Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda y que como adorno complementario tiene una corona de laurel en la que se enmarcan una nao del siglo XVI, dos delfines enfrentados a la torreta de un submarino y los años 1519-1960. La frase significa «Salve, noble capitán; se ha hecho otra vez» y, junto con las fechas adujntas, alude al comienzo de la expedición que dio la primera vuelta al mundo y a la que repitió la gesta casi tres siglos y medio después pero bajo el mar, la que ha pasado a la Historia como Operación Sandblast.

La placa en cuestión fue entregada al consistorio español por John Davis Lodge, entonces embajador estadounidense en España, en nombre de la tripulación del USS Triton, el submarino estadounidense que protagonizó la nueva gesta y que había hecho una escala en Cádiz durante el regreso. El capitan de esa nave, Edward L. Beach, siempre tuvo como referencia para su misión el viaje iniciado por Magallanes y terminado por Elcano, hasta el punto de que siguió el mismo itinerario.

Beach era un neoyorquino nacido en 1918 que inició su carrera naval en 1939, coincidiendo con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Su primeras misiones como oficial en varios en varios buques consistieron en escoltar convoyes por el Atlántico Norte, pero en 1941, con la entrada de Estados Unidos en la contienda, se pasó al arma submarina sirviendo a bordo del USS Trigger durante la batalla de Midway y el USS Tirante en el ataque a puertos japoneses. Recibió su primer mando, el del USS Piper, apenas dos meses antes del final de la contienda, por lo que no pudo demostrar su pericia como capitán, aunque ya había ganado una decena de condecoraciones.

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El capitán Edward L. Beach en 1960, a bordo del USS Triton. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Comenzó entonces la Guerra Fría, en la que se estrenó con el USS Amberjack antes de que el general Omar Bradley, nombrado presidente del Estado Mayor conjunto, le eligiera como asistente naval. A Beach se le entregó luego el mando del segundo USS Trigger, que fue el primer submarino de la clase Tang, completamente nueva. Entre 1953 y 1957 fue ayudante naval del presidente Eisenhower. Fue en ese período cuando Estados Unidos botó su primer submarino nuclear, el USS Nautilus. Empezaba una nueva era y Beach fue designado capitán del quinto de la serie, llamado también USS Triton; si el Nautilus se hizo un nombre por ser el primero a cruzar el Polo Norte sumergido, el otro lo sería por completar la circumnavegación global.

El Triton entró en servicio en 1959 como submarino-radar, algo que le dejaría obsoleto en un par de años por la invención del avión Grumman WF-2 Tracer, por lo que en 1962 se lo reconvirtió en submarino de ataque, con seis tubos lanzatorpedos, pasando a ser el buque insignia de la flota atlántica submarina de Estados Unidos. Era el sumergible más grande (136,40 metros de eslora por 11,28 de manga) y potente construido hasta la fecha, con la particularidad de que funcionaba no con uno sino con dos reactores nucleares. Pese a todo, fue retirado del servicio pronto, en 1969, y tras permanecer veinticuatro años en la reserva acabó desguazado, conservándose su vela (torreta) en el USS Triton Submarine Memorial Park de North Richland (Washington).

La idea para la Operación Sandblast surgió pronto, impulsada por el reciente éxito (1958) del Nautilus. De hecho, una de las propuestas que manejó el capitán de éste, Evan P. Aurand, fue precisamente dar la vuelta al mundo bajo el mar, si bien al finmal se optó por la travesía polar. Ahora bien, hacía falta una nueva demostración por una razón propagandística: Eisenhower y Khruschchev iban a reunirse en París en mayo de 1960 y convenía acudir habiendo demostrado la capacidad de los submarinos nucleares estadounidenses, a dos de los cuales ya los estaban equipando con misiles balísticos Polaris: el USS George Washington y el USS Patrick Henry.

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La vela del USS Triton, conservada y expuesta en North Richland (Washington). Crédito: Charles Clark / Wikimedia Commons

Así que se retomó el plan de la vuelta al mundo, al que se bautizó temporalmente Project Magellan (Proyecto Magallanes) y que recibió el visto bueno del almirante Arleigh Burke, jefe de operaciones navales, después de que un informe encargado ad hoc concluyese que era factible. La ruta del marino portugués, decía, podía replicarse en 56 días navegando a una velocidad de 20 nudos o en 75 a 15 (la velocidad máxima del barco era de 30 nudos, 27 en inmersión). El siguiente paso era elegir el barco y se impuso el Triton, que estaba operando en el norte de Europa, gracias a sus dos reactores nucleares.

Su capitán, Beach, ya había propuesto realizar alguna proeza con él, y circumnavegar el globo era la más obvia, aunque él imaginó un itinerario distinto, pasando por debajo de los dos polos. El 4 de febrero de 1960 fue llamado al Pentágono y se le informó de la nueva misión, rebautizada Operación Sandblast a sugerencia del propio Beach (al parecer porque al estar tanto tiempo sumergido se llenaría de arena el casco del submarino), y que empezaría inmediatamente para poder completarla a tiempo de la cumbre parisina: el día 16 del mismo mes. Fueron doce jornadas intensas de cálculos, estudios, ajustes y entrenamientos.

Aunque la misión incluía investigación geofísica y oceanográfica (recopilación de datos hidrográficos, pluviométricos, gravimétricos e incluso psicológicos), para lo cual se embarcaró una plantilla de científicos especialistas en esos campos, lo más importante era testar la nave de cara al nuevo tipo de guerra submarina, que requeriría largos periódos de navegación sin salir a la superficie y movimientos sin ser detectado, aplicables a las naves portamisiles. Sin olvidar, por suspuesto, el efecto publicitario que ensalzaría a la marina de Estados Unidos de cara a la reseñada reunión de líderes políticos.

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El capitán Beach dirigiéndose a la tripluación en su alocución del 17 de febrero. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Durante aquellos doce días se cargaron a bordo unos treinta y cinco mil kilos de alimentos (congelados, carne enlatada, café, patatas…) que debían alimentar a los ciento cincuenta y nueve miembros de la tripulación durante el trayecto, si bien había suficiente para prolongar éste hasta las ciento veinte jornadas. Y así, tal como estaba previsto, el Triton zarpó de New London (Connecticut) el 16 de febrero de 1960. Al amanecer, el capitán se dirigió a sus hombres para informarles del objetivo de la misión, hasta entonces secreto. Lo hizo en un tono distentido, buscando no tensarlos mentalmente al enterarse de que iban a pasar casi dos meses sin ver la superficie; por esa misma razón se implantó un plan laboral diario que los mantenía ocupados.

La actividad más común fue recoger y deshacerse de la basura, pues al parecer se generaba muchísima y había que expulsarla por los tubos lanzatorpedos todos los fines de semana. Durante las labores de rutina surgieron algunas anomalías técnicas de menor importancia que fueron debidamente subsanadas y no alteraron el calendario previsto; la más grave fue una alarma que saltó por una fuga en el reactor, aunque la cosa no pasó a mayores. En general, aquella situación de no poder subir a la superficie (lo más cerca era cuando se sacaba el esnórquel para recargar oxígeno) se superó bien.

La primera tierra que avistó el Triton, el 24 de febrero, fue el archipiélago brasileño de San Pedro y San Pablo. A continuación, pasó el ecuador -celebrado con la clásica ceremonia- y entró en el Atlántico sur, donde surgieron nuevos problemas. Primero, un oficial sufrió un cólico nefrítico y luego se estropeó el fatómetro, un instrumento que, mediante eco, avisa de rocas sumergidas. Respecto a lo segundo, no hubo peligro porque eran aguas muy profundas, pero es que además hubo que apagar un reactor por mal funcionamiento. Finalmente se repararon las averías y la singladura continuó rumbo a las Malvinas.

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El Monumento a Magallanes en Mactán. Crédito: Ipepot / Wikimedia Commons

Las alcanzaron el 3 de marzo. Para evitar incidentes diplomáticos y evacuar al enfermo, el Triton se abarloó junto a otro argentino dejando la torreta sobre la superficie pero el casco debajo para no incumplir la misión. Terminadas las operaciones, siguieron hasta el Cabo de Hornos -que el capitán permitió ver a todos los marineros por el periscopio- y el 7 de marzo entraban en el océano Pacífico; a partir de ahí iban a estar 2.500 millas náuticas sin avistar tierra, siendo la isla de Pascua la última -de nuevo se permitio a todos echar un vistazo- antes de seguir hacia Guam.

Como el fatómetro volvió a fallar, los ingenieros se las arreglaron para improvisar uno -combinando otros dos sistemas de detección- que dio buen resultado. Lo mismo pasó con un compresor, para sustituir al cual se usaron una olla de cocina, unas varillas de acero y unos cables de cobre, lo que dejó maravillado al capitán. Lo sabemos porque éste, aficionado a escribir (publicó tres novelas ambientadas en submarinos -una de ellas, Run silent, run deep, adaptada al cine con Clark Gable y Burt Lancaster-, además de varios libros de historia naval y muchos artículos), dejaría un relato contando su experiencia bajo el título Around the World Submerged: The Voyage of the Triton («Alrededor del mundo sumergido. El viaje del Triton»).

El 20 de marzo pasaron ante Pearl Harbor, celebrándolo todos con un luau (una fiesta tradicional hawaiana), y del 23 al 24 cruzaron la línea de fecha internacional, perdiendo un día en el calendario. El 27 fue especialmente emotivo porque se asistió a un servicio religioso y se efectuaron unas salvas al llegar al punto donde en 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, se había perdido misteriosamente el primer USS Triton, casi seguro que hundido por una carga de profundidad japonesa. Al día siguiente vieron Guam y pusieron rumbo a Filipinas, que alcanzaron el 31 de marzo cubriendo así la mitad del viaje.

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Rufino Barin, el pesacador filipino que se topó con el USS Triton, visto por el periscopio. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

A la mañana siguiente, Beach no quisó perderse el monumento en honor a Magallanes que hay en Mactán, la isla en la que el navegante portugués murió combatiendo a la tribu de Lapulapu. Tuvo que observarlo por el periscopio, claro, pero dejó anotadas unas reflexiones sobre su muerte: «Tal era el apogeo de su fervor religioso que se esperaba la intervención divina como algo natural. Dios, después de haberlo traído tan lejos, no lo abandonaría ahora. Así debió de pensar Magallanes en el apogeo de su exaltación, olvidando por completo que Dios no está obligado por las convenciones del pensamiento humano».

Ese mismo día, un joven pescador filipino -posteriormente identificado como Rufino Barin- que remaba en una pequeña canoa se convirtió en la única persona no autorizada en saber del viaje del Triton, al pasar a medio centenar de metros. Irónicamente, era el April’s Fool Day (la versión anglosajona del Día de los Inocentes, que cae el 1 de abril) y el capitán también dedicó unas líneas a la anécdota: «En un extremo del periscopio, una canoa de estabilizador impulsada por los brazos musculosos de su constructor; en el otro extremo, un submarino de cien millones de dólares, el más nuevo, más grande y poderoso del mundo, en un viaje histórico ¡Qué abismo, qué siglos de desarrollo científico, se encuentran entre él y yo!».

El 2 de abril se averiaron los giróscopos estabilizadores y la nave empezó a dar sacudidas en una zona peligrosamente cerca de arrecifes de coral. Por suerte, la carga estaba bien estibada y no se soltó, de manera que el submarino pudo ser estabilizado y dejar aquellas aguas para entrar en el océano Índico tres días más tarde. El brusco cambio en la salinidad marina, que afecta a la densidad del agua, provocó que el Triton ascendiera abruptamente 38 metros en 40 segundos. Solventada la situación, prosiguió su rumbo y el 17 de abril ya estaba doblando el cabo de Buena Esperanza para regresar al Atlántico.

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El USS Triton en su regreso a EEUU, ya en superficie. Crédito: Chief Cryptologic Technician (CTC) William R. Hadley, USN / Dominio público / Wikimedia Commons

Desde que entraron en el Índico no volvieron a emerger para la toma de aire, tirando del almacenado y obligando a los marineros a no fumar para medir su grado de estrés, ya que la armada estaba valorando vetar el tabaco a bordo. Los análisis revelaron que, pese a que la prohibición sólo duró tres joranadas, a la mayoría se le aceleró el pulso y subió la temperatura corporal, reduciendo su estado de alerta, incrementando el insomnio y volviéndose irritables, lo que empezó a repercutir en las relaciones personales. Sin embargo, algunos de estos efectos también se detectaron en los no fumadores y la Armada no proscribiría el tabaco hasta diciembre de 2010.

Terminado el período estipulado, Beach trató de levantar el ánimo con sus atípicas maneras, paseándose por la nave mientras fumaba un puro e invitaba a todos a ello. Efectivamente, las cosas volvieron a su cauce; el 20 de abril cruzaron el Meridiano de Greenwich y solventaron con apuros la rotura de una válvula en lo que fue el último incidente de la singladura. Cinco días después avistaron el archipiélago de San Pedro y San Pablo, todo un símbolo de que estaban a punto de rematar la misión. El 30 de abril pasaron por Tenerife y el 2 de mayo arribaron a Cádiz; no era casualidad, ya que Beach quería homenajear el puerto del que zarpó Magallanes en 1519.

Como vimos al principio allí dejaron la reseñada placa conmemorativa, de la que hay copias en el Mystic Seaport Museum y la Submarine Force Library and Museum (ambas de Connecticut), la Naval History and Heritage Command (Washington) y la Naval Submarine Base (New London). Luego, el Triton retornó a Estados Unidos y el 10 de mayo emergió por fin frente a la costa de Delaware.

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La ruta submarina del USS Triton siguiendo la de Magallanes-Elcano. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Navegando a una velocidad media de 18 nudos, había recorrido 26.723 millas náuticas (49.491 km) en 60 días y 21 horas, cruzando el ecuador cuatro veces para emular a Magallanes (en realidad el submarino estuvo más tiempo sumergido, 83 días y medio). No es de extrañar que el estado del casco fuera descrito como «viscoso».

Los datos recopilados resultaron de gran utilidad, como lo fue comprobar la eficacia de las novedades tecnológicas puestas a prueba y demostrar que los submarinos nucleares podían ser un arma eficaz, ilocalizable y temible. El objetivo propagandístico de cara a la cumbre de París se cumplió sólo a medias porque el evento se suspendió después de que un avión espía de la CIA fuera derribado cuando sobrevolaba la URSS y a su piloto, que sobrevivió, se le condenara a diez años de prisión (no los cumplió; fue intercambiado en un canje de prisioneros en 1962).

Decimos a medias porque los soviéticos, obviamente, se enteraron del éxito del Triton, ya que el impacto mediático alcanzó una dimensión mundial; artículos, reportajes, documentales, sellos, películas (la más célebre, aunque no contaba la historia sino que se inspiraba en la idea, Viaje al fondo del mar)… Beach, como sus marineros y oficiales, fue colmado de honores y laureles; entre ellos figuraron la Legion of Merit (condecoración creada para conductas especialmente meritorias en el desempeño de servicios y logros sobresalientes) y el Magellanic Premium (el galardón científico más importante de EEUU, otorgado por la American Philosophical Society). Se retiró en 1966 y estuvo un tiempo en política por el Partido Republicano. Falleció en 2002.



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