El archipiélago ártico de Svalbard, perteneciente a Noruega, es famoso porque allí se ha ubicado el Banco Mundial de Semillas y porque de un tiempo a esta parte se ha perfilado como un destino turístico en el que contemplar auroras boreales, osos polares, el sol de medianoche… Pero aunque satisfacer las vacaciones de la gente se ha convertido en un nuevo nicho para la economía, la parte del león de ésta se basa en la minería de carbón debido a la riqueza de su subsuelo.
Eso fue lo que, durante la Segunda Guerra Mundial, hizo pensar a los Aliados que podría atraer una invasión alemana, razón por la cual decidieron destruir las minas y evacuar a la población, en lo que se denominó Operation Gauntlet («Operación Guantelete»).
El suelo de Svalbard está cubierto por la tundra, un bioma helado compuesto por musgos y líquenes, sin vegetación arbórea y bastante pantanoso, lo que lo hace propicio para la formación de turberas. Su carbón lo extraen, desde principios del siglo XX, empresas noruegas y rusas: las primeras en Longyearbyen, que es el asentamiento humano más septentrional del mundo, y las segundas en Barentsburg. Un tratado firmado en 1920, cuando todavía se llamaba Spitsbergen (nombre que le puso su descubridor en 1596, el neerlandés Willem Barentsz, y que hoy se usa sólo para la isla principal) regulaba el reparto a esa explotación junto con la pesquera, otorgando un estatus de neutralidad a las islas.

La forma más habitual de trabajar era mediante la llamada minería a la deriva, es decir, accediendo a los yacimientos por galerías excavadas desde la superficie por encima del nivel del mar que siguen la veta en vez de cruzarla. Estaban conectadas con la costa usando vagones movidos por cables elevados y, si por el viento o cualquier otra causa el carbón caía del contenedor, no era recogido de inmediato sino que se esperaba al deshielo estival.
Así vivían las aproximadamente tres mil personas establecidas en Svalbard en 1939 (el nombre se cambió en 1925), siendo la producción entonces de unas quinientas mil toneladas (actualmente es mucho mayor, de varios millones de toneladas).
En junio de 1941, tras haber ocupado Noruega un año antes, Hitler acometió la Operación Barbarroja, es decir, la invasión de la Unión Soviética. La alianza entre ésta y Gran Bretaña implicaba que la Royal Navy enviara convoyes de ayuda por el océano Glacial Ártico, pero para eso resultaba necesario asegurar el control de esas aguas, algo que, obviamente, la Kriegsmarine trataría de impedir.

Y para ello, apoderarse del archipiélago Svalbard parecía estratégicamente interesante, máxime teniendo en cuenta que no habría resistencia y de paso se accedería al carbón. Es más, el crucero Admiral Hipper estuvo navegando por la zona ese verano para intentar asaltar -sin éxito- los buques carboneros británicos que operaban con el puerto soviético de Péchenga.
Consecuentemente, el Gabinete de Guerra de Londres ordenó a su Almirantazgo organizar una escuadra, la Force K, para destinarla al Ártico y envió al almirante Philip Vian a analizar las condiciones defensivas del óblast de Múrmansk, donde estaba Péchenga, casi limítrofe con una Finlandia que hacía poco que había librado la conocida como Guerra de Invierno contra la Unión Soviética y ahora permanecía neutral, aunque su gobierno simpatizaba con la Alemania nazi, que le proporcionaba material bélico de cara a un posible rebrote de la contienda. En junio de 1941, Finlandia se unió a la Operación Barbarroja en lo que allí se denomina Guerra de Continuación, abocando al país a enfrentarse con Gran Bretaña.
Los británicos volvieron entonces a considerar la situación de Svalbard, potencialmente en peligro y encima con una estación meteorológica que emitía partes radiados sin codificar, de los que se aprovechaba el enemigo, pero también la de Péchenga, de cuyas defensas redactó un informe negativo el almirante Vian antes de visitar Svalbard y desaconsejar una base allí por dos problemas. Uno era su cercanía a Noruega, que estaba en manos germanas, recordemos, y de hecho los aviones de reconocimiento de la Luftwaffe incluso descubrieron la presencia de sus dos barcos (los cruceros HMS Nigeria y HMS Aurora), aunque no los atacaron. El otro, el adverso clima, que dificultaría su abastecimiento.

La conclusión fue que era preferible abandonar el archipiélago, para lo cual se formó la Force 111, integrada por dos batallones canadienses de infantería. Tenían la misión de abrir una base temporal desde la que, durante cuatro meses, procederían a organizar el cierre y destrucción de todas las instalaciones mineras y portuarias, además de las estaciones de comunicaciones; también evacuarían a la población. Esa fuerza fue adiestrada en Escocia. Concluido el período preparatorio, embarcaron en el RMS Empress of Canada (un transatlántico reconvertido en transporte de tropas) y, escoltados por los dos cruceros reseñados antes más los destructores HMS Anthony, HMS Antelope y HMS Icarus, arribaron a Svalbard sin novedad el 24 de agosto.
Fondearon en el asentamiento soviético de Barentsburg y empezaron a trabajar para efectuar el traslado de los aproximadamente dos mil mineros soviéticos a Archangelsk, tarea que se desarrolló con lentitud porque sus autoridades exigían llevarse primero la maquinaria. Finalmente, el Empress zarpó protegido por el Nigeria y los destructores mientras el resto de la fuerza se repartía por la isla para continuar la misión. El carbón fue incendiado para que los alemanes no pudieran aprovecharlo (casi medio millón de toneladas) mientras que miles de litros de combustible seguían el mismo destino o eran vertidos al mar. Además, se destruyeron las instalaciones mineras.
Entretanto las estaciones de comunicaciones continuaron enviando sus partes para simular normalidad, aunque difundiendo que había niebla para evitar la curiosidad del enemigo. Fue hasta el 1 de septiembre, fecha en la que la escuadra dejó Svalbard llevándose a ochocientos trabajadores noruegos, quince perros esquimales y casi dos centenares de soldados franceses que habían huido de sus captores germanos y buscado refugio en la URSS, que los recluyó allí esperando el momento de pasarlos a Gran Bretaña. Únicamente se quedó -escondido- un escandinavo objetor de conciencia llamado Anders Halvorssen, que temía ser incorporado a su ejército en el exilio, ya que setenta de sus compatriotas evacuados decidieron alistarse.

La Operación Gauntlet se había realizado con tanto éxito como discreción, sin bajas, sin luchar y sin que los alemanes se enterasen siquiera. Al fin y al cabo, si se mira desde cierta perspectiva cómica, en Svalbard los rifles se usaban sobre todo para protegerse de los osos polares y, por otra parte, nadie imaginaba entonces que poco después de la guerra, en los años cincuenta, las autoridades tendrían que prohibir enterrar a los muertos por una razón algo estrambótica: el permafrost evita la descomposición de los cadáveres y eso llevó a mucha gente a dejar por escrito que se los inhumara allí, al difundirse que Walt Disney había dejado dispuesto que su cuerpo fuera congelado por si se podía revivir en un futuro.
Se podría hablar de dos epílogos a la Operación Gauntlet. El primero, la captura por parte de los barcos británicos que volvían de Archangelsk de un convoy enemigo formado por un rompehielos, un ballenero y un remolcador, al que después se sumó el buque escuela Bremse; dos transportes de tropas, el Barcelona y el Trautenfels, lograron escapar y ponerse a salvo en un fiordo noruego. En esa acción se produjo el único daño registrado, cuando el Nigeria, que acababa de destruir una estación germana en la isla del Oso, quedó con la proa maltrecha; inicialmente se pensó que fue por chocar con un barco naufragado a escasa profundidad, pero al regresar a puerto y analizarse quedó claro que la causa había sido una mina (pudo ser reparado en Newcastle y continuar de servicio en el Mediterráneo y Extremo Oriente).
El segundo epílogo fue la Operación Fritham, con la que los Aliados aseguraron las minas carboníferas. Los alemanes nunca ocuparon Svalbard y, de hecho, no se percataron de su desarrollo. Sin carbón, lo único que les interesaba de ese lugar era la información meteorológica, ya que el Ártico influía en el tiempo de Europa occidental y depender de los datos que proporcionasen submarinos y aviones resultaba insuficiente y poco práctico. Por eso les llamó la atención que, de pronto, las estación meteorológica dejase de emitir y quisieron averiguar el porqué, para lo cual la Luftwaffe puso en marcha la Operación Bansö con el doctor Erich Etienne al frente.

Nacido en Leipzig en 1815 se trataba de un geofísico que había participado en la expedición polar que la Universidad de Oxford -en la que era becario- envió a Groenlandia en 1936 y que al estallar la guerra pasó a ser meteorólogo de vuelo de la fuerza aérea. Se le encomendó la misión de averiguar qué pasaba en Svalbard y en caso de no haber ya nadie, como se imaginaba el mando tras descubrir en un vuelo de reconocimiento que el carbón estaba en llamas y las bases vacías, establecer una estación, tal como estaban haciendo en otras islas septentrionales, para seguir teniendo información del tiempo.
El día 25 de septiembre, cuatro después de la marcha de la Force 111, aterrizó un avión Junkers JU 52 al que se unieron un JU 88 y un Heinkel 111 poco después, gracias a que se improvisó una precaria pista de grava. Aprovecharon las instalaciones abandonadas y encontraron al desertor noruego, quien les explicó lo que había pasado. Sin embargo, no pudieron cumplir su objetivo. Los británicos, que estaban enterados de los movimientos enemigos al interceptar sus comunicaciones por radio, enviaron cuatro dragaminas y los teutones fueron rápidamente evacuados. Regresaron en cuanto se fueron los barcos y, tras treinta y ocho vuelos de suministro, se dispusieron a invernar.
A mediados de octubre, la Kriegsmarine envió a un equipo de media docena de meteorólogos más, lo que alarmó a los Aliados, que para contrarrestarlo pusieron en marcha la Operación Fritham: una fuerza de la Noruega Libre zarpó de Escocia en mayo de 1942 con el plan de invadir la isla, pero fue interceptada por aviones alemanes que hundieron varios barcos. Aún así, se logró desembarcar y, reforzada luego por una segunda operación, la Gearbox, la expedición noruega pudo expulsar a los germanos definitivamente en julio.
FUENTES
Ryan Dean y P.W. Lackenbauer, Conceiving and Executing Operation Gauntlet: The Canadian-Led Raid on Spitzbergen, 1941
Ernest Schofield y Roy Conyers Nesbit, Arctic Airmen: The RAF in Spitsbergen and North Russia 1942
Richard Woodman, Arctic convoys, 1941-194
Life, Spitsbergen British Blow Up Coal Mines on Norway’s Arctic Ocean Island
Wikipedia, Operation Gauntlet
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