Los treinta mil de Wavell podría parecer el título de una obra teatral sobre una herencia o premio de lotería, pero nada más lejos de la realidad: se trata del apodo que recibieron las tropas de Archibald Percival Wavell, el general en jefe del Comando de Oriente Medio británico entre 1939 y 1941. La razón de ese nombre fue la enorme inferioridad numérica que sufrían ante el ejército italiano que invadió Egipto, a pesar de lo cual contratacaron y terminaron por derrotarlo contundentemente en varias batallas. Un episodio de la Segunda Guerra Mundial que ha pasado a la historia con el epígrafe genérico de Operación Compass.

Como hijo de militar -su padre fue mayor general en la India- Wavell, nacido en Colchester en 1883, parecía abocado a seguir los pasos de su progenitor y estudió en la Academia de Sandhurst, siendo luego destinado a un regimiento de la Black Watch escocesa para combatir en la Segunda Guerra Bóer primero y contra los pastún de las montañas de Peshawar después.

También estuvo un año de observador en el Ejército Ruso, antes de participar en la Primera Guerra Mundial -perdió el ojo izquierdo en Ypres- y, a su término, ascender a teniente coronel, convirtiéndose en uno de los mandos más jovenes del ejército británico.

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Los generales Richard O’Connor y Archibald Wavell en la Cirenaica (Libia). Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

En 1918 estuvo en Palestina, a donde, tras una serie de destinos menores y el ascenso a general, regresó en 1937 para reprimir una revuelta de fedayines (combatientes nacionalistas). Dos años más tarde fue puesto al mando del Comando de Oriente Medio, que incluía también Oriente Próximo y cuya base principal estaba en Egipto.

Allí estaba cuando, el 13 de septiembre de 1940, el 10º Ejército Italiano avanzó desde la Cirenaica (región este de Libia) y pasó la frontera egipcia buscando hacerse con el control del Canal de Suez sin que nadie pudiera detenerlo, ya que contaba con casi un cuarto de millón de hombres.

Ya hacía un año que Europa estaba inmersa en la Segunda Guerra Mundial y Mussolini les había declarado la guerra en junio de 1940, arrebatándoles Somalilandia (un protectorado en el norte del Cuerno de África). Pero aunque parecía que eso colmaba sus ambiciones coloniales, la nueva campaña obligó a los británicos a retroceder sin que el general Richard O’Connor tuviera tiempo de enviar, como se había previsto, a la 7ª División desde Palestina como refuerzo.

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La invasión italiana de Egipto. Crédito: MacMoreno / Wikimedia Commons

En cambio, los italianos disponían de la unión de dos ejércitos, el 5º del general Italo Gariboldi (en Tripolitania, región noroeste libia) y el 10º del general Mario Berti (en Cirenaica), puesto a las órdenes del mariscal Rodolfo Graziani.

Graziani, nacido en Filettino en 1882, era un militar de carrera con experiencia en combate en la contienda contra Turquía, la Primera Guerra Mundial -fue el coronel más joven del ejército- y la pacificación de Libia; en esta última se ganó el apodo de Carnicero de Fezzan, por ordenar bombardear a la población con gases químicos, como luego repitió en Abisinia. En junio de 1940 volvió a Libia como gobernador en sustitución de Italo Balbo, fallecido por fuego amigo y que no confiaba demasiado en sus propias fuerzas por estar mucho menos motorizadas que las británicas.

Graziani también se llevó una pobre impresión en ese sentido, pero aun así tenía el equivalente a cuatro cuerpos, con 150.000 soldados, 1.600 cañones, 600 tanques y 331 aviones. Enfrente, Wavell contaba con sus citados Treinta mil (para ser exactos eran 36.000, aunque parte de ellos no estaban en Egipto) más 120 cañones, 275 tanques y 142 aviones. Los italianos bautizaron Operazione E. a su ataque, que penetró por el oeste egipcio obligando a sus adversarios a retirarse y ganando un centenar de kilómetros en apenas tres días, llegando más allá de Sidi Barrani.

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El mariscal Rofolfo Graziani en campaña, en 1940. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Graziani ordenó entonces detenerse porque la zona era completamente desértica y eso favorecía a los blindados británicos, así que optó por asegurar lo conquistado mediante la construcción de una serie de campamentos fortificados. Se trataba de Maktila, Tummar Este, Tummar Oeste y Nibeiwa (además del citado Sidi Barrani), que se extendían a lo largo de la carretera militar Via della Vittoria, extensión ésta de la Litoranea Balbo (la que recorría la costa libia de extremo a extremo, construida durante el período mussolianiano) y para los que esperaba recibir refuerzos y suministros.

Wavell no era del agrado de Churchill, con quien se había enfrentado al negarse a aceptar el plan del primer ministro de armar a la población judía para someter la revuelta palestina, razón por la que éste le consideraba antisemita y demasiado pasivo (¡encima escribía poemas!). La pérdida de Somalilandia, con 260 bajas, y el intento del general de solicitar ayuda al rey egipcio Faruk y al emperador etíope Hailie Selassie -exiliado en Jartum ese momento- empeoró la relación y estuvo a punto de ser destituído, librándose sólo gracias a la intercesión de Anthony Eden, secretario de Estado de Relaciones Exteriores (y futuro primer ministro en 1955), cuya opinión repetaba mucho el líder conservador.

Así, Wavell y el teniente general Henry Maitland Wilson trazaron un plan para tomar la iniciativa y recuperar el terreno perdido al que llamaron Operación Compass (Battaglia della Marmarica, para los italianos) y que debía durar cinco días, prolongables si tenía éxito. Irónicamente, al igual que Graziani, tampoco Wavell tenía demasiada confianza en ello, pero decidió seguir adelante y la noche del 7 al 8 de diciembre, ya con los refuerzos de O’Connor, la 4ª División India y la 7ª División Acorazada británica se lanzaron contra los campamentos de Nibeiwa y Maktila apoyadas por bombardeos de la RAF y de dos buques, el monitor HMS Terror y las cañoneras HMS Aphis y HMS Ladybird.

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Desarrollo de la Operación Compass. Crédito: MacMoreno / Wikimedia Commons

Nibeiwa cayó al amanecer, con 818 muertos, 1.338 heridos y dos millares de prisioneros. Los soldados de la brigada india, que llevaron el peso del ataque, únicamente predieron 56 hombres, pero lo mejor fue que se obtuvo un jugoso botín en suministros. Entretanto, los tanques británicos superaron las defensas de Tummar Oeste, abriendo paso a la infantería, y aprovecharon el impulso para continuar hasta Tummar Este. Ambas posiciones fueron tomadas de madrugada, de nuevo con bajas cuantiosas: 1.353 muertos y 836 heridos, a los que hubo que sumar centenares de prisioneros (entre ellos la guarnición rendida de Azziziya).

El 10 de diciembre le llegó el turno a Sidi Barrani, capturada esa misma noche y con ella todas las localidades de los alrededores. Las tropas italianas se retiraron apuradamente para reunirse con el grueso del ejército en Halfaya, dejando atrás 2.184 fallecidos, 2.287 heridos y 38.289 prisioneros.

Esta última cifra constituyó un paradójico problema logístico para los británicos al ralentizar su marcha, pero el día 12 a Graziani ya sólo le quedaban dos posiciones, Sollum y Sidi Omar, habiéndose quedado sin 237 cañones y 73 tanques, frente a las magras 634 bajas enemigas.

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Tanques M13/40 italianos capturados y reaprovechados por los británicos. Crédito: Bundesarchiv, Bild 101I-783-0104-38 / Moosmüller / Wikimedia Commons

Esos escandalosos números siguieron incrementándose en Fort Capuzzo, Castel Benito, Bardia, Benina y El Adem, que fueron cayendo en las semanas siguientes. El 5 de enero de 1941 la 4ª División India fue relevada por la 6ª Australiana, que al mando de O’Connor se encargó de mantener la persecución. El 8 de enero conquistaron Tobruk, estratégica victoria por su puerto marítimo, haciendo otros 25.000 prisioneros más.

Poco después, apoyándose en un envío de 120 tanques, el general Giuseppe Tellera intentó un contraataque intentando aliviar el cerco que se iba cerrando sobre Derna; tuvo éxito inicial, pero los australianos se rehicieron y terminaron tomando la localidad.

Como decíamos, aquello ya era una persecución en toda regla con el 10º Ejército Italiano corriendo por la Litoranea Balbo. En uno de sus tramos, el comprendido entre el mar y las Jebel Akhdar (Montañas Verdes), el terreno se estrechaba tanto que constituía una oportunidad para atraparlos si se conseguía llegar antes a Bengasi, cerrándoles el paso y limitando mucho su capacidad de movimiento en la angosta franja. Fue lo que hizo la 7ª División Acorazada atravesando el desierto campo a través en una acción tan audaz que sus miembros pasaron a ser apodados las Desert Rats (Ratas del Desierto).

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Tanque británico modelo Matilda camino de Tobruk con una bandera italaiana capturada. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

La arena dificultaba su avance, por lo que, pese al esfuerzo, no pudieron impedir que los italianos alcanzaran Bengasi; eso sí, sólo se trató de una demora porque éstos quedaron copados allí y el 7 de febrero se rindieron tras haber perdido 107 tanques y 93 cañones.

De ese modo, 25.000 prisioneros más redondearon una catástrofe consumada en marzo con la caída de los oasis de Giarabub, Kufra, Murzuk, Jebel Uweinat y Wadi Halfa, parte de ellos a manos de tropas galas de la Francia Libre. O’Connor se disponía a continuar hacia El Agheila cuando le llegó una orden de Churchill para que se detuviera: los alemanes habían entrado en los Balcanes y eran necesarias tropas para proteger Grecia de una invasión.

Las pérdidas totales italianas en la Operación Compass fueron de 5.500 soldados muertos -entre ellos el general Pietro Maletti-, 10.000 heridos, 133.298 solados capturados, 420 cañones y 845 carros de combate. En contraste, las cifras de las fuerzas británicas fueron muy inferiores: medio millar de muertos, 1.373 heridos y 55 desaparecidos, más 26 aviones derribados. Graziani fue destituido mientras las alarmas se disparaban en el Eje ante el panorama de que los aliados ocuparan la Tripolitania -Mussolini tuvo que retirarse también ante los griegos-, por lo que Hitler decidió tomar cartas en el asunto iniciando la Operación Sonnenblume: el envío de fuerzas -el Afrika Korps– a África.



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