Persas, espartanos, Leónidas, Jerjes, Efialtes… A todo el mundo le suenan estos nombres y sabe situarlos -más o menos- en el siglo V a.C., cuando se libró aquella batalla de las Termópilas que fue uno de los momentos clave de las Guerras Médicas porque , junto con las de Salamina y Platea, libró a Grecia de una invasión por parte del Imperio Aqueménida. Pero pocos saben que, 2.421 años más tarde, las Termópilas volvieron a ser el escenario de otro combate durante la Segunda Guerra Mundial: Aliados y alemanes se enfrentaron y esta vez los griegos, alineados con los primeros, no pudieron impedir que su país cayera en manos enemigas. De hecho el ejército heleno ni siquiera participó en la batalla.
Era el el 28 de octubre de 1940 cuando fuerzas de la Italia fascista comenzaron la la invasión de Grecia. Lo hicieron desde Albania, que habían ocupado en abril del año anterior, basándose en la idea de Mussolini de que el sur de Europa debía quedar bajo su órbita de influencia y, viendo la facilidad con que se había apoderado tanto del territorio albanés como de otros norteafricanos, consideró que podría repetir éxito y emular las conquistas imparables de Hitler. No fue así y el primer ministro griego, Ioannis Metaxas, rechazó su últimatum para que le dejaran paso libre, lo que actualmente se conmemora como el Epétios tu Oji, es decir, el Día (o Aniversario) del No.
Las tropas italianas cruzaron el río Kalamas y marcharon hacia la ciudad de Yanina, pero los griegos contraatacaron y en sólo tres semanas empujaron al invasor hacia el punto de partida, pasando a la ofensiva allende sus fronteras. Italia volvió a la carga en marzo de 1941, estrellándose otra vez contra la denodada resistencia de los helenos, que permitió a éstos adueñarse de Albania. Eso sí, a costa de quedar rehenes de su propio éxito y de un agotamiento que aprovechó Hitler para lanzar la Operación Marita a través de Rumanía y Bulgaria, intentando así expulsar a los británicos del Mediterráneo, ya que habían enviado ayuda a Grecia y ocupado Creta con su permiso.

Finalmente, frente a las veinticuatro divisiones germanas que cruzaron el Danubio, Churchill únicamente pudo enviar una división australiana, otra neozelandesa y una blindada británica que sumaban cincuenta y ocho mil hombres, en lo que se denominó Operación Lustre. Se contaba con turcos y yugoslavos, pero los primeros terminaron optando por la neutralidad y los segundos, tras un golpe de estado, se sumaron al Eje. Por tanto, sólo quedaba confiar en la resistencia que pudieran ofrecer la Línea Metaxás (veintidós fortificaciones que aprovechaban las montañas Ródope) en la frontera búlgara y la Línea Haliacmón en la de Yugoslavia.
La primera cayó en dos días tras intensos bombardeos aéreos y un asalto con lucha cuerpo a cuerpo; la segunda fue superada por los panzers. El ejército griego de Alexandre Papagos era remiso a retirarse, como le insistían sus aliados, y no aceptó hasta el 1 de abril. Para entonces ya tenía encima a los alemanes, que incluso lo rebasaron y envolvieron obligándolo a redirigirse hacia Metsovo y Yanina. El día 18 fue trágico: se quitaba la vida el primer ministro Alexandros Korizis y los griegos, mal equipados para luchar contra blindados, eran finalmente embolsados; tuvieron que rendirse, aunque por el valor demostrado se autorizó a los soldados a volver en libertad a sus casas.
Entretanto, como decíamos, aquella incontenible marea teutona obligó a las tropas aliadas de la Commonwealth a abandonar sus posiciones montañosas para retirarse al río Haliacmón, estableciendo una nueva línea defensiva en las Termópilas. Se esperaba que el difícil terreno ayudara a defender el paso, como ocurrió en el 480 a.C., y allí se atrincheró la 2ª División de Infantería del Ejército neozelandés, que estaba al mando del teniente general Bernard Freyberg. Otro punto estratégico, el pueblo de Bralos, fue encomendado el mayor general Iven McKay, de la 6ª División de Infantería australiana.

El londinense Bernard Cyril Freyberg era un noble -barón- nacido en 1889 y emigrado con su familia a Nueva Zelanda que dejó de lado sus estudios de medicina -dentista, para ser exactos- para abrazar la vida militar, participando en la Revolución Mexicana y en la Primera Guerra Mundial (ganó una medalla en el desembarco de Gallípoli y la Cruz Victoria en el Somme), tras la que inició una carrera política en el Partido conservador que tuvo que interrumpir al estallar la nueva contienda. Fue destinado a la campaña norteafricana, a Egipto, pero se decidió enviarlo a Grecia ante el inminente inicio de la citada Operación Marita.
Por su parte, el galés Iven Giffard Mackay era un profesor de física de la universidad de Sidney que también combatió en Gallípoli antes de pasar al Frente Occidental europeo. Luego retomó su trabajo docente hasta que en 1940 le entregaron el mando de la 6ª División para la Operación Compass (el contraataque a los italianos en Libia), en la que logró la victoria en inferioridad numérica, lo que le sirvió para incrementar su confianza en él de cara a intentar frenar también a los alemanes en Grecia. Seguramente no imaginaba que, al mando de la llamada Mackay Force, iba a convertirse en el único general australiano en enfrentarse a las Waffen SS.
Freyberg contaba con dos brigadas (4ª y 5ª) y una tercera de reserva (la 6ª), mientras que Mackay disponía de dos batallones de la 19ª, si bien luego fue reforzado con otros tres procedentes de la 16ª, la 17ª y la 19ª. Eran fuerzas escasas y no muy animadas al haber tenido que retroceder, de ahí que los dos mandos intentasen levantar el espíritu asegurando que no volverían a retirarse; sin embargo, ambos eran conscientes de la imposibilidad de cumplir esa promesa y el propio Mackay pensaba que no podrían resistir más de un par de semanas. De hecho, los aviones de reconocimiento alemanes informaron el 21 de abril de que sólo veían fortificaciones muy incipientes.

También dijeron que el enemigo estaba siendo trasladado a la isla de Salamina porque, en efecto, se consideró demasiado precaria aquella situación, ordenándose la retirada. Para hacerla con seguridad, se dejarían guarniciones protegiendo la retaguardia en las Termópilas (paso litoral) y Bralos (paso interior): la 6ª Brigada de Nueva Zelanda, dirigida por el brigadier Harold Eric Barrowclough y la 19ª de Australia, que mandaba el brigadier George Alan Vassey. El primero era un abogado reconvertido en militar por las circunstancias y con amplia experiencia en la Primera Guerra Mundial. El segundo, varias veces condecorado en la misma contienda, tenía fama de lacónico, algo muy apropiado para luchar en las Termópilas.
Más aún, Vassey dejó algunas frases para la posteridad. Una de ellas hacía referencia precisamente a su situación ante lo que se les iba a venir encima inminentemente. Decidido a mantener aquella posición el tiempo que hiciera falta para permitir al resto de tropas una retirada en las mejores condiciones, dijo a sus oficiales: «Aquí están malditamente bien y aquí, maldita sea, se quedan. Y si algún maldito alemán se interpone entre su puesto y el siguiente, dénle la vuelta a su maldita Bren [una ametralladora ligera] y dispárenle en el culo». En otras palabras, no pensaba ceder un metro de terreno hasta que le confirmasen que los demás estaban a salvo.
Y los alemanes llegaron, por supuesto. Un kampfgruppe de la 6ª Gebirgs-Division (División de Montaña). Se llamaba kampfgruppe (grupo de combate) a una formación creada específicamente para una misión concreta bajo las órdenes de un comandante que destacase por su agresividad y audacia, capaz de obtener la victoria en condiciones difíciles y con cuyo nombre solía bautizarse dicha unidad. En este caso se trataba del mayor general Johannes Ferdinand Schörner, un muniqués nacido en 1892, licenciado en Filosofía y también veterano de la Primera Guerra Mundial que en 1938 tomó parte en el Anchluss de Austria, en 1939 en la invasión de Polonia y en 1940 en la batalla de Francia.

Nazi convencido, pese a su fama de servilismo hacia Hitler, era un mando muy eficaz que había transformado las Waffen SS, haciendo que pasaran de ser una organización paramilitar a una unidad de élite, y que luego, en 1944, demostraría ser capaz de manejar grandes masas de soldados en el Frente Oriental.
De momento, a media mañana del 24 de abril irrumpió en las Termópilas apoyado por otro kampfgruppe de la 5ª Panzer-Division que mandaba el general Gustav Fehn, bávaro y de la misma edad, encontrándose con la feroz resistencia que había prometido Vassey. Pese a su débil fortificación, la artillería neozelandesa bombardeó a los germanos desde diversos ángulos cerca de Lamia y dos panzers resultaron destruidos en su intento de romper la línea.
La lucha continuó a lo largo de la jornada y hubo un segundo asalto contra la 6ª Brigada neozelandesa, llevado a cabo por tropas de infantería transportadas en camiones escoltados por cuatro blindados; finalmente, los teutones fueron repelidos por los cañones antitanque QF de dos libras y los QF de campo de veinticinco libras, sufriendo la pérdida de una quincena de carros de combate y cuantiosas bajas humanas. No obstante, estaba claro que los defensores no podrían aguantar mucho más y, valorando que el grueso de su ejército ya se hallaba a salvo, se ordenó un nuevo repliegue hacia Tebas.

Todavía resistieron unas horas más, hasta que la evacuación terminó a medianoche, y entonces Schörner pudo adueñarse tranquilamente de las Termópilas. Desde allí continuó avanzando con el resto del ejército para capturar los puentes sobre el canal de Corinto, de modo que las tropas de la Commonwealth vieran cortada su retirada. Los paracaidistas estuvieron a punto de lograrlo, pero al final los británicos los dinamitaron y eso retrasó a los panzer días suficientes para realizar una segunda evacuación desde Kalamata y otros puertos del Peloponeso hacia Creta y Egipto.
Aunque la Luftwaffe pudo hundir veintiséis barcos de transporte de tropas y la Wehrmacht apresó unos ocho mil soldados, el grueso escapó para engrosar la defensa de Creta… que también caería el 1 de junio. Antes, el 27 de abril, fuerzas motorizadas germanas entraron en Atenas tras una alocución por radio en la que se intentaba compensar la desmoralización general apelando a su orgullo histórico: «Griegos, manteneos firmes, orgullosos y dignos. Os tenéis que mostrar dignos de vuestra historia. La bravura y la victoria de nuestro ejército han sido ya reconocidos. La virtud de nuestra causa será igualmente reconocida».
A pesar del tono, la ausencia de soldados helenos en la batalla de las Termópilas se vivió con gran frustación por lo simbólica que fue. Al acabar la guerra el periodista Aris Velouchiotis, líder del ELAS (Ejército Popular de Liberación Nacional, dependiente del EAM, Frente de Liberación Nacional, una alianza de partidos contra la dominación del Eje y principal sostén de la resistencia griega), lo calificó de «eterna vergüenza». Por desgracia para ellos no fue la única, ni siquiera la más visible. Ese dudoso honor se lo llevó la población ateniense el 27 de abril, con los alemanes ya en la ciudad.

Fue entonces cuando una de las unidades de vanguardia que habían tomado las Termópilas subió a la Acrópolis e izó la bandera con la esvástica; según dice la tradición, el evzón encargado de arriar la griega se negó a entregarla y se arrojó envuelto en ella desde lo alto de la colina, pereciendo en la caída. Poco después, Schörner era condecorado con la Cruz de Hierro por su victoria al superar la Línea Metaxás; la disfrutaría sólo cuatro años, pues en la primavera de 1945, combatiendo todavía en Praga pese a que Alemania ya había firmado la rendición, se rindió a los estadounidenses y éstos se lo entregaron a los soviéticos.
Condenado a veinticinco años de prisión por crímenes de guerra, quedó libre antes, en 1955, pero al volver a Alemania se le juzgó por ejecutar a desertores y, con una tentativa fallida de suicidio de por medio, pasó un lustro más encerrado. Falleció en 1973 como último mariscal de campo del Tercer Reich. También Gustav Fehn, que ganó varias Cruces de Hierro, tuvo un final violento: acabada la Segunda Guerra Mundial quedó prisionero de los británicos, que se lo entregaron a los partisanos yugoslavos y éstos lo fusilaron sumariamente.
En cuanto a sus enemigos, Bernard Freyberg retomó su carrera política y fue gobernador general de Nueva Zelanda, muriendo en 1963. Tres años después falleció Iven Mackay, que había dejado el ejército para ser Alto Comisionado en la India. Por su parte, Harold Barrowclough pasó al escenario del Pacífico y en la posguerra retomó la abogacía, llegando a ser presidente del Tribunal Supremo de Nueva Zelanda y nombrado Caballero de la Orden de San Miguel y San Jorge, muriendo en 1972. Por último, el irreductible Vassey no sobrevivió a la contienda, ya que el avión en el que viajaba sobre Australia en marzo de 1945 se estrelló a causa de un ciclón.
FUENTES
Andrzej Krzak, Operation “Marita”: The attack against Yugoslavia in 1941
George E. Blau, The German campaigns in the Balkans (Spring 1941)
Gavin Long, Australia in the War of 1939–1945
John Carr, The defence and fall of Greece 1940-41
Jeffrey Plowman, War in the Balkans: The Battle for Greece and Crete 1940-1941
Wikipedia, Batalla de las Termópilas (1941)
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