El periodo comprendido entre el año 180 y el 550 d.C. fue una era de grandes transformaciones en Escandinavia, donde las antiguas sociedades tribales enfrentaron desafíos significativos y comenzaron a consolidarse las primeras formas de reinos organizados. Un nuevo libro publicado por el historiador Dagfinn Skre, basado en seis años de investigación en diversas disciplinas como la arqueología, la numismática, la runología y las ciencias naturales, investiga esta etapa crucial en la historia escandinava.

La expansión del Imperio Romano y sus continuos conflictos bélicos llevaron a la incorporación de guerreros extranjeros en sus filas. Durante la guerra contra los marcomanos en el Danubio, hacia el año 180 d.C., el emperador Marco Aurelio se vio en la necesidad de reclutar mercenarios, organizándolos en unidades auxiliares no ciudadanas (auxilia). Debido a la devastación causada por la peste y las bajas en las campañas contra los persas, un número considerable de estos soldados provenía de tribus germánicas y escandinavas.

Al finalizar la guerra, muchos de estos mercenarios fueron licenciados y regresaron al norte de Europa, estableciéndose en nuevas tierras fértiles que alcanzaban regiones tan septentrionales como Trøndelag en Noruega y Ångermanland en Suecia. Estos veteranos, altamente organizados y con experiencia en la jerarquía militar romana, resultaron ser una fuerza difícil de resistir para las tribus escandinavas.

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Delante del edificio principal de Hove (derecha), se excavaron al menos 800 metros cúbicos de tierra para crear un patio hundido, destinado a elevar y mostrar de forma impresionante las estructuras circundantes. Esta enorme obra se inspiró probablemente en un foro romano. Crédito: Arkikon

Siguiendo el modelo de los campamentos romanos, estos grupos de guerreros se estructuraron en bandas lideradas por un señor con su séquito de leales. Inspirados por su servicio en el ejército imperial, adoptaron elementos de la arquitectura y la vida social romana. Un claro ejemplo es el complejo residencial en Hove, donde se excavó un patio hundido similar a los foros romanos, diseñado para resaltar la grandeza del edificio principal.

Asimismo, surgieron centros estratégicos como Gudme en la isla de Fionia, Uppåkra en Escania y Sorte Muld en Bornholm. En estas localidades, grupos de aproximadamente 50 guerreros formaron comunidades autosuficientes en las que la agricultura fue organizada mediante el trabajo esclavo, al estilo de las villas romanas.

La llegada de estos grupos guerreros generó tensiones con las tribus locales. En regiones menos fértiles, la presencia de estos nuevos señores fue limitada, mientras que en zonas con suelos más ricos, se enfrentaron a la resistencia de algunas comunidades autóctonas. Sin embargo, la violencia no fue la única herramienta utilizada para consolidar su dominio. Con el tiempo, se establecieron acuerdos en asambleas (thing), donde se negociaron derechos sobre la tierra y se establecieron alianzas entre los antiguos habitantes y los recién llegados.

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Los primeros reyes daneses regalaban bracteatos de oro como éste a sus hombres de confianza. Crédito: Bloodofox / Wikimedia Commons

El impacto romano no se limitó a la política y la organización social. También influyó en la cultura material de estos primeros reinos escandinavos. Prueba de ello son los bracteatos de oro, medallones inspirados en las condecoraciones imperiales romanas, otorgados por los primeros monarcas escandinavos a sus seguidores leales. Estos objetos, con inscripciones rúnicas y motivos simbólicos, eran una forma de reafirmar la autoridad del rey y consolidar alianzas entre los distintos clanes.

El declive del Imperio Romano en el siglo V marcó un punto de inflexión. Las redes comerciales y políticas que unían a Escandinavia con Roma comenzaron a desintegrarse, obligando a los líderes escandinavos a buscar nuevas formas de legitimidad. En este contexto, surgieron las primeras estructuras estatales, con monarcas que adoptaron modelos de gobierno inspirados en la organización imperial romana.

El Reino de los Daneses, considerado el primer reino escandinavo, emergió alrededor del año 450 d.C. Su monarquía centralizada se basó en principios heredados del imperio, con un soberano que gobernaba un territorio definido y establecía su linaje como la única fuente legítima de poder. Un estudio reciente basado en análisis de ADN sugiere que este reino se consolidó tras una invasión militar que resultó en la redistribución de tierras entre los soldados y sus familias, desplazando a parte de la población anterior.

Así, el periodo comprendido entre el 180 y el 550 d.C. fue una era de conflictos y cambios que sentó las bases de los reinos escandinavos medievales. La influencia romana no solo transformó la manera en que estos pueblos se organizaban política y militarmente, sino que también dejó una huella indeleble en su cultura y cosmovisión. A medida que la región evolucionó, los modelos heredados de Roma sirvieron como referencia para la construcción de una identidad propia, marcando el inicio de una nueva era en la historia del norte de Europa.



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