En el artículo dedicado a los mardaítas, los montañeses cristianos que mantuvieron su autonomía entre Bizancio y el Califato, hicimos referencia a los Akritai (o Akritoi), unos soldados de infantería ligera que custodiaban los límites orientales del Imperio Bizantino y eran reclutados entre los campesinos de las provincias fronterizas. Hoy vamos a ver con un poco más de detalle las características de este cuerpo militar que constituyó la punta de lanza contra los enemigos exteriores entre los siglos IX y XI.

Aunque a veces aparece castellanizado como Acritas, el nombre deriva de la palabra griega akron (en plural akra), que significa frontera. Es decir, se trata de un término análogo al de Limitanei, que es como se denominaba a las tropas destinadas en el Limes durante el período tardorromano (también conocidas popularmente como ripenses, o sea, ribereños, debido a que dicho limes solía coincidir con un curso fluvial).

Normalmente se hallaban a las órdenes de los duces (el dux era una especie de gobernador militar) y no está claro quién fue su creador, si Diocleciano o Constantino, ya que la primera alusión documental es posterior, del año 365 d.C.

Akritai fronteras bizantinas
El imperio en tiempos de Justiniano. Crédito: Tataryn / Wikimedia Commons

Los Limitanei ejercían tanto de vigilantes como de guardias aduaneros y si bien al principio eran profesionales, a partir del siglo V pasaron a ser simples milicias y al siguiente Justiniano los privó incluso de remuneración, dado que tenían sus propias granjas.

Eso les daba una capacidad militar más bien escasa, dado que llevaban una vida cotidiana integrada en el resto de la sociedad de los lugares donde habitaban, de ahí que su función principal soliera reducirse a enfrentarse a las incursiones menores, debiendo evacuar a la gente y contener a los enemigos de mayor importancia sólo el tiempo necesario para que acudieran los comitatenses, tropas móviles mejor adiestradas.

Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, los Limitanei sólo pervivieron en el de Oriente. Sin embargo, su nombre pasó a ser meramente descriptivo porque se sustituyó por el de Akritai al recuperarse el griego como lengua oficial; de hecho también se usaba Apelatai, expresión alusiva a alguien lejano. Pero su función era la misma, proteger los límites imperiales de los enemigos externos, por eso se los reclutaba entre los campesinos de la región siempre que fueran de origen heleno; también armenios, pues se sabe que muchos pertenecían a esa Iglesia cristiana.

Akritai fronteras bizantinas
La frontera bizantino-musulmana en Anatolia, custodiada por los Akritai. Crédito: Cplakidas / Wikimedia Commons

Es decir, se trataba de hombres libres que, como decíamos antes, cultivaban las granjas que se les habían dado, al igual que otros soldados de los thémas (provincias). Una visión alternativa los identifica más bien como rentistas de esas tierras; por tanto, no las trabajarían personalmente sino que tenían personal para ello, hasta el punto de que algunos llegaron a reunir latifundios y se les podría considerar antecedentes de los señores feudales. En ese sentido cabe añadir que los oficiales se designaban entre la aristocracia local.

Al contrario que los Limitanei de los primeros tiempos, que tenían unidades de infantería ligera y pesada, así como caballería de ambos tipos e incluso escuadras fluviales, los Akritai disponían de un equipamiento exclusivamente ligero a base de jabalinas, arcos y flechas, con poca protección individual, y eran complementados por la Tasinarioi o Trapizetai, una caballería diferente a la de los catafractos porque era también ligera. Esa parquedad en armamento se debía a que su forma de operar era similar a la de los auxiliares, hostigando al enemigo desde zonas montañosas, cubriendo las marchas del ejército regular y tendiendo emboscadas a los jinetes adversarios.

Así lo atestigua la fuente documental más importante que se conserva al respecto: De velitatione bellica. Se trata de un tratado militar escrito en torno al año 970 d.C. y del que se desconoce su autoría, considerándose probable que fuera un oficial de alto rango más o menos próximo a la familia imperial, quizá Leo Focas (se ha sugerido incluso al propio emperador, Nicéforo Focas). Está redactado en griego (se conservan tres copias manuscritas, una de ellas en el Monasterio del Escorial) y estructurado en veinticinco capítulos, cada uno dedicado a un aspecto del oficio bélico: tácticas, movimientos, espionaje, intendencia, asedios, combate nocturno, etc.

Akritai fronteras bizantinas
Guerrero griego, posiblemente un armatole, pintado en 1861 por Carl Haag. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Puesto que también practicaban el bandidaje, en los Balcanes se identificaría a los Akritai con chonsaroi (ladrones, en búlgaro) y actualmente están considerados los predecesores de los kleftes y los armatoloi, siendo los primeros los bandoleros montañeses que devinieron en guerrilleros contra el invasor otomano y los segundos unos soldados cristianos al servicio del sultán creados en el siglo XVI para luchar contra los anteriores (en el XIX ambos grupos apartaron su enemistad y se unieron en la Guerra de la Independencia Griega).

Los Akritai vivieron su mayor momento de gloria, frenando el empuje de los sarracenos e interviniendo en los conflictos políticos internos de la periferia, entre los siglos VII y X. A partir de este último empezaron a declinar debido a que el emperador Miguel Paleólogo, necesitado de dinero para poder pagar a su ejército regular (buena parte del cual era mercenario), suprimió aquellas instituciones exentas de impuestos. Además, la expansión bizantina hacia el este obligó a reestructurar la división administrativa con un mayor número de thémas defendidos por tropas profesionales, las tagmata, mandadas por duces.

Como durante la primera mitad del siglo XI se vivió un período de calma en la parte oriental, se relajó su vigilancia militar y eso lo aprovecharon los turcos selyúcidas para expandirse por Asia Menor. Muchos antiguos akritai, carentes ya de motivación, se mostraron indiferentes mientras que otros, indignados con su licenciamiento, se unieron a los invasores. La situación se tornó tan peligrosa que, en el XII, Manuel Comneno I, restableció a los Akritai con sus privilegios tributarios y entrega de tierras para defender el tramo occidental de Asia Menor, que había logrado reconquistar.

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Los thémas del Imperio Bizantino en el siglo XI. Crédito: Cplakidas / Rowanwindwhistler / Wikimedia Commons

Continuaron con esa misión durante la breve etapa del Imperio de Nicea, uno de los tres estados sucesores del Imperio Bizantino (junto con el Imperio de Trebisonda y el principado latino de Acaya), al que los cruzados francos habían convertido en el Imperio Latino. La familia Láscaris reinó en Nicea de 1204 a 1261, pero después el usurpador Miguel VIII Paleólogo consiguió restablecer el antiguo imperio, los nicenos perdieron el suyo y los Akritai, estrechamente vinculados a la dinastía lascárida, se unieron a la rebelión que brotó contra el nuevo emperador en 1262, después de que mandase cegar al legítimo Juan IV, que sólo tenía diez años.

Dominada la insurrección, Miguel VIII anuló los privilegios fiscales de los Akritai e incorporó a ese cuerpo al ejército regular, dejando de existir de facto. La conquista otomana relegó su recuerdo a las llamadas canciones ácritas, es decir, los poemas épicos que narraban sus hazañas.

De todas ellas, la más importante es Digenis Acritas, escrito en griego medieval por un autor anónimo del siglo XII, que cuenta la vida de uno de esos soldados cerca del río Éufrates: se trata de Digenis, un héroe de aspecto imponente hijo de un emir sirio y una patricia romana, que combate a los musulmanes, a las amazonas y a criaturas fantásticas. Curiosamente, los griegos actuales siguen llamando akritai a quienes viven en zonas fronterizas.



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