Bad Homburg es una rica ciudad alemana cuya prosperidad económica se debe a que su cercanía a Frankfurt hace que muchos de los directivos empresariales de ésta la hayan elegido como lugar de residencia, atraídos por un ambiente principesco cuyo origen se debe a que allí hay un balneario y spa de aguas minerales, así como un casino. Pero esa oferta turística se extiende a un tipo de visitante más común al que puede atraerle contemplar el legado arqueológico romano vecino, donde destaca especialmente el fuerte de Saalburg, el más grande y mejor reconstruido de cuantos castella se conservan.

Castellum era el diminutivo que empleaban los romanos para referirise a un castrum o campamento militar y del que es fácil deducir que deviene la palabra española castillo, ya que generalmente se emplea para referirse a un fortín, una construcción arquitectónica de madera o piedra que solía erigirse en una muralla fronteriza para su vigilancia. En el caso que nos ocupa, el Limes Germanicus, una cadena de fortificaciones que protegían la frontera norte del Imperio Romano separándolo de los territorios bárbaros en Germania, a menudo coincidiendo con el curso del Rin.

El castellum de Saalburg estaba ubicado también junto a una calzada que discurría paralela a dicho limes y lo comunicaba con Wehrheim, urbe que se encuentra a una decena de kilómetros y que entonces era un asentamiento habitado desde la Edad del Bronce.

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Vista aérea del fuerte romano de Saalburg. Crédito: Archaecopteryx / Wikimedia Commons

En esa zona operaba una cohors quinquagenaria peditata, es decir, una cohorte de infantería compuesta por unos cuatrocientos ochenta soldados que no tenían la ciudadanía romana a las órdenes de un praefectus cohortis al que ayudaban seis centuriones, cada uno asisitido a su vez por un optio (lugarteniente), un tesserarius (oficial de seguridad) y un signifer (portador del estandarte).

Estas unidades, originalmente asignadas a legiones concretas, empezaron a ser destinadas a la frontera en tiempos del emperador Claudio. Lo hacían además de forma permanente, alojadas ad hoc en fortines (castellum cohortis) que solían presentar cierta similitud constructiva: planta rectangular con muro perimetral y cuatro puertas, el principia (cuartel general y oficinas) en el centro, el pretorium a los lados de éste, más media docena de barracones y horrea (almacenes), sumándose en la parte exterior una instalación termal en torno a la cual iba creciendo el vicus o aldea para los civiles.

Saalburg se situó en un lugar de importancia estratégica, controlando los pasos del Taunus. Es ésta una cordillera boscosa que atraviesa los estados de Hesse y Renania-Palatinado, desde la que se dominaba la Lindenweg o Linienweg, una ruta comercial existente desde el Neolítico y que empezaba en la desembocadura del río Nidda, coincidiendo más o menos con el trazado de la actual carretera Bundesstraße 456. Los romanos construyeron allí el fuerte en el contexto de la campaña que Domiciano emprendió contra los catos entre los años 81 y 96 d.C.

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Entrada principal y murallas del fuerte romano de Saalburg, Alemania. Crédito: Holger Weinandt / Wikimedia Commons

Los catos eran un pueblo germánico que habitaba esa región y había resistido tenazmente la invasión romana aliándose con los queruscos de Arminio. Después de desastre de Teutoburgo, Germánico arrasó sus tierras y decidió proteger el limes construyendo fortificaciones. Según cuenta Tácito en su obra Germania, eran muy disciplinados y, al contrario que otras tribus, cavaban trincheras y hacían un aprovisionamiento previo al partir a la guerra. Fueron ellos los que, irónicamente, destruyeron a sus antiguos aliados queruscos, aunque también sufrieron la escisión de los bátavos.

Los dos primeros fuertes que mandó construir Domiciano eran de tierra apisonada. Hoy se conocen como Schanzen A y B, conservándose algunos restos. Muy cerca se levantó, ya en el 90, el nuevo castellum, cuyas paredes eran de madera y mampostería. Posteriormente, a mediados del siglo II d.C., se sustituyeron por otras de piedra y mortero, asentadas sobre un terraplén de tierra y rodeadas por un doble foso.

Al principio alojaba a los efectivos de la Cohors II Raetorum Civium Romanorum, que como indica su nombre eran tropas reclutadas en Raetia (una provincia romana que iba desde el lago Constanza hasta el río Eno y tenía su capital en Augusta Vindelicorum, es decir, Augsburgo).

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El interior de Saalburg, reconstruido. Crédito: Holger Weinandt / Wikimedia Commons

Esa cohorte estaba adscrita a la Legio XXII Primigenia, una legión creada por Calígula en el 39 d.C. para aquella campaña contra Germania y Britania que nunca llegó a realizar, que después apoyó la candidatura imperial de Vitelio en el año de los cuatro emperadores. A continuación combatió a los bátavos defendiendo de dos ataques su cuartel de Mogontiacum (Maguncia), a donde había sido trasladada desde sus esentamientos anteriores: el primero en Aquea Mattiacorum (lo que hoy es Wiesbaden, la capital del estado federal de Hesse) y el segundo en el fortín de Butzbach.

Ahora bien, originalmente el Saalburg no estaba dirigido a alojar a toda la cohorte sino a un simple numerus, una unidad irregular auxiliar equivalente a dos centurias, o sea, ciento sesenta soldados. No ha podido identificarse con seguridad, pero el registro arqueológico apunta a que podría tratarse de un numerus Brittonum que integraban guerreros celtas reclutados en Britania. Por eso las dimensiones del fuerte primigenio eran menores que el posterior, ampliado a más de tres hectáreas hacia el 135 d.C., en tiempos de Adriano, para albergar a la Cohors II Raetorum Civium Romanorum.

Ahora tenía una misión extra: proteger Nida (actual Hedderheim), una ciudad de la Civitas Taunensium que hoy queda dentro del área urbana de Frankfurt y entonces gozaba de una pujante economía. Un objetivo importante y por eso a los soldados de esa cohorte se les prometía la ciudadanía tras su honesta missio, el final del servicio de veinticinco años para el que se alistaban. A lo largo del tiempo la Cohors también fue conocida con los adjetivos Antoniniana y Severiana, en honor a Caracalla y Alejandro Severo respectivamente, tal como aparecen en algunas inscripciones.

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Pórtico interior de los principia reconstruidos. Crédito: Hartmann Linge / Wikimedia Commons

Además de éstas hay diplomas militares y sellos de ladrillo que informan de esa unidad, todo ello hallado en los lugares arqueológicos. Como en el registro epigráfico no aparecen las palabras miliaria ni equitata, se deduce que no estaba compuesta por un millar de hombres sino la mitad, y que no se trataba de un cuerpo de caballería sino de infantería; un peditata cohors quingenaria de cuatrocientos ochenta hombres divididos en seis centurias de ochenta cada una. Hasta se conocen los nombres de sus mandos y oficiales.

Acorde con la evolución del imperio, la situación en Germania Superior se fue volviendo más difícil e inestable. En el año 213 d.C. Caracalla tuvo que emprender una campaña preventiva contra catos y alamanes, empleando para ello las fuerzas que tenía en Mogontiacum y Raetia. Tuvo éxito y redujo su creciente presión sobre los limítrofes Agri Decumates (Campos Decumanos, una provincia que abarcaba la Selva Negra entre el río Meno y las fuentes del Danubio y el Rin) el tiempo suficiente para reforzar las defensas de Nida con un cinturón amurallado.

Sin embargo, únicamente retrasó los siguientes ataques, desatados en el 233, 254 y 260 d.C. aprovechando la precaria situación que habían provocado en Roma la derrota de Valeriano en Persia y la debilidad de su hijo Galieno, quien ni siquiera pudo impedir la secesión parcial de la Galia y Oriente. Era, en suma, la crisis del siglo III, que llevó al abandono de los citados Agri Decumates por la caída del limes en el 260. Fue, al parecer, una evacuación ordenada y sin bajas, quedando atrás aquellos fortines que tan útiles resultaran.

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Los horrea o almacenes son ahora la sede del Saalburgmuseum. Crédito: Gorinin / Wikimedia Commons

Como suele ocurrir, los alamanes utilizaron sus piedras para sus propias construcciones y así se continuó haciendo durante la Edad Media, igual que pasó en la propia Roma; de hecho, así se hizo la iglesia del convento cisterciense de Thron, fundado en 1243 para monjas de clase noble cerca de Wiehrheim. El primero en percatarse de que las ruinas eran de origen romano fue el arquitecto Elias Neuhof, en 1747, despertando en los intelectuales coetáneos el interés por su recuperación y rehabilitación.

Aún así, la sustracción de materiales no sólo continuó sino que el mismo ayuntamiento de Homburg lo declaró cantera; algo que no se pudo parar hasta 1818, cuando el landgrave Federico V promulgó un decreto prohibiendo la rapiña; su sucesor, Fernando VI, compró el sitio dos años más tarde, salvaguardándolo hasta que en 1841 empezó a trabajar en él la Asociación de Antigüedades de Nassau bajo la dirección de Friedrich Gustav Habel, archivero de la Biblioteca Estatal de Wiesbaden. Luego se creó una comisión que llevó a la fundación en 1872 de la Asociación de Saalburg, la cual impulsó las excavaciones arqueológicas y la organización de un museo.

En la última década del siglo XIX se sucedieron al frente de los trabajos el famoso historiador Theodor Mommsen y el arqueólogo Heinrich Jacobi, entre otros; el padre de este último, Louis, convenció al káiser Guillermo I para realizar una reconstrucción del castella tomando como referencia el de la última etapa constructiva, la mejor conservada y documentada. Los trabajos empezaron oficialmente en 1900. Eso convirtió a Saalburg en el fuerte romano más reconstruido que existe, extendiendo la labor a otros que componían el limes, así como a los fosos y empalizadas que se excavaron por el camino.

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Dibujo del aspecto general que debió de tener Saalburg. Crédito: Carole Raddato / followinghadrian.com / Wikimedia Commons

Por eso hoy en día un visitante puede contemplarlo junto a los treinta y dos mil quinientos metros cuadrados que ocupaban las instalaciones ya reseñadas de la Cohors II Raetorum Civium Romanorum (aunque también quedan trazas de las precedentes), a las que se suman el vicus o poblado de civiles (se calcula que había millar y medio): situado al lado de la porta praetoria, tenía una mansio (parada de postas para el cursus publicus, el servicio de correo imperial), unas termas, un mitreo (santuario de Mitra, divinidad muy popular entre los soldados) y dos cementerios.

Todo ello constituye el llamado Saalburgmuseum o Museo Saalburg, que tiene en los horrea (almacenes) una especie de aula didáctica sobre la Germania Superior, incluyendo una exposición de piezas militares romanas y bien nutrida biblioteca especializada, que se complementa con la visita a los rincones reconstruidos: las murallas, el principia, el praetorium, los aedes (santuarios) para los estandartes y dos barracones de la tropa, aparte de los ya mencionado del vicus.

La réplica de una columna de Júpiter encontrada en Maguncia y el Saalburgbahn, una especie de ruta temática por el limes -originalmente en tranvía, ahora en bus- que permite ver tramos de empalizadas, fosos, calzada, torres de vigilancia y otros fortines menores, complementan la experiencia.


FUENTES

Tácito, Germania

August von Cohausen, Louis Jacobi, The Roman Castellum Saalburg

Saalburmuseum, Römerkastell Saalburg

Die Deutsche-Limeskommision, Saalburg

Wikipedia, Saalburg


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