Durante siglos, el complejo monumental de Qaṣr-e Šīrīn, ubicado en la provincia de Kermanshah, Irán, ha sido objeto de estudio por historiadores y arqueólogos. Sin embargo, uno de sus elementos más fascinantes, el Jardín Real, ha recibido relativamente poca atención hasta tiempos recientes. Un análisis minucioso de las excavaciones arqueológicas y las imágenes aéreas revela que este enclave no solo era un lugar de recreo, sino también un espacio multifuncional con connotaciones políticas, religiosas y sociales.

Ubicado en la llanura occidental de la cordillera de los Zagros, Qaṣr-e Šīrīn se extiende a lo largo de aproximadamente 20 kilómetros de este a oeste, con una anchura de entre 5 y 7 kilómetros. Este territorio ha sido habitado desde tiempos prehistóricos, gracias a la presencia de los ríos Quraitu y Alwand, que proporcionaban agua para la vida y la agricultura en la región.

La ciudad moderna de Qaṣr-e Šīrīn, situada en el extremo occidental de la llanura, ha crecido sobre las ruinas del antiguo enclave, lo que ha provocado la desaparición de algunos de sus elementos arquitectónicos.

Jardín Real Sasánida
Trazado del Jardín Real de Qaṣr-e Šīrīn superpuesto sobre imágenes aéreas de Bing Maps. Crédito: Z. Valizadeh and Y. Moradi

El Jardín Real, conocido en persa como «bāḥ», ocupaba una superficie de aproximadamente 147 hectáreas y estaba rodeado por un sistema de acueductos y muros de piedra finamente labrada. Dentro de este espacio, destacaban dos edificaciones monumentales: el Palacio de Cosroes y el templo de fuego de Čahār Qāpū. Ambas estructuras reflejaban la importancia del sitio como centro de poder y culto en la época del rey sasánida Cosroes II Parvīz (590-628 d.C.).

La disposición del Jardín Real sugiere que no se trataba solo de un espacio de esparcimiento, sino de un sitio diseñado para proyectar la imagen del poder real. Los estudios arqueológicos han revelado que el jardín estaba irrigado por un sofisticado sistema de canales y acueductos, lo que permitía el mantenimiento de la vegetación y de los animales que habitaban en su interior.

Dentro del jardín, el Palacio de Cosroes se erigía como el epicentro del poder político. Diseñado en dos niveles, el palacio contaba con salas de recepción, un enorme ayvān (gran sala abovedada con columnas) y patios con columnas. En su interior, los arqueólogos han hallado rastros de un estrado de ladrillos que, según las crónicas medievales, pudo haber servido como trono del monarca. Este hallazgo refuerza la idea de que el ayvān del palacio era un espacio de audiencia donde se realizaban ceremonias oficiales y se recibía a dignatarios extranjeros.

Jardín Real Sasánida
Segmento del muro norte del Jardín Real. Crédito: Y. Moradi

Por otro lado, el templo de fuego de Čahār Qāpū, ubicado en la parte sur del jardín, simbolizaba la relación entre el poder real y la religión zoroástrica. La proximidad entre este templo y el palacio no era casual: la dinastía sasánida se presentaba como protectora del zoroastrismo, y la construcción del templo dentro del complejo real subrayaba la estrecha vinculación entre la monarquía y la religión.

Las fuentes históricas describen el Jardín Real como un Bađ-e naḵjīrān, o jardín de caza. Se dice que el rey Cosroes II ordenó la propagación de diversas especies de animales salvajes dentro del jardín, con el fin de recrear un entorno ideal para la caza real. La caza no solo era una actividad recreativa, sino también una demostración de fuerza y destreza militar.

Los jardines sasánidas también desempeñaban un papel en la administración de justicia y la celebración de festividades. Crónicas medievales mencionan que los monarcas recibían a sus súbditos en estos espacios para resolver disputas legales y administrar justicia. Además, las festividades zoroástricas como Nowrūz, Sadeh y Mehragān podían celebrarse dentro del jardín, reforzando su función como un centro de integración social y espiritual.

Jardín Real Sasánida
Reconstrucción aproximada del «jardín interior» del barrio laico del Jardín Real. Crédito: M. Mansourfar

El modelo de jardín desarrollado en Qaṣr-e Šīrīn influyó en diseños posteriores en el mundo islámico y persa. Elementos como el chahar bagh (jardín dividido en cuatro secciones por canales de agua) aparecen en los jardines timúridas, mogoles e incluso en los jardines de Al-Andalus en España.

Sin embargo, la expansión urbana moderna ha destruido gran parte de este tesoro histórico. Excavaciones recientes han intentado reconstruir su disposición original mediante técnicas digitales y modelado en 3D, permitiendo así visualizar cómo debió haber sido este paraíso en la tierra.

El Jardín Real de Qaṣr-e Šīrīn fue un reflejo del esplendor de la civilización sasánida, un espacio donde la política, la religión y la naturaleza convergían en una armonía cuidadosamente diseñada para mostrar la grandeza del imperio.


FUENTES

Yousef Moradi, Paradise on Earth: The Sasanian Royal Garden at Qaṣr-e Šīrīn, Western Iran. Archaeological Research in Asia. Volume 41, March 2025, 100591. doi.org/10.1016/j.ara.2025.100591


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